Capítulo 48 Lazos de Sangre

Începe de la început
                                    

—¿Enola no está aquí? —inquirió Mycroft preocupado. El detective le miró y preocupado se encogió de hombros.

La respuesta de Eurus fue el repetir de su canción. Mycroft suspiró desesperado ante ello y posó la vista en ambos.

—Esa canción... esa canción la cantaba después de la desaparición de barba roja.

—Esa canción es la clave —mencionó Sherlock—. John está en un pozo, pude hablar con él y me lo dijo.

—Aquí no hay pozos, ni norias, nada. Este lugar es nuestro antiguo hogar...

—Musgarve —interrumpió—. Lo sé. No hay más que un rio al este.

—Entonces era verdad —dijo Tommy y ambos adultos le miraron.

—¿De qué verdad habla, joven Hooper?

—Cuando veníamos para acá, Eric mencionó un juego con su tía Eurus.

—¿Qué juego? —inquirió el detective.

—Un juego que involucraba una canción, creo que esa que está cantando ella.

Los hermanos Holmes volvieron a fijar su mirada en Eurus, quien ya no paró en cantar.

—En el jardín hay tumbas —soltó Sherlock—. Tumbas con fechas que no cuadran.

—Si...

—Esas fechas, la letra de la canción... —se detuvo y miró a su hermana— Eurus, en las tumbas está la clave, la clave de donde están John y Enola —ella alzó su mirada y ambos se miraron profundamente, develando la respuesta que él pedía—. Hay que ir a ese jardín —dijo con tono firme.

Mycroft y Sherlock dejaron a Eurus sentada en los escalones, sabían que no se movería y no pararía de cantar, salieron del antiguo hogar y todos se dirigieron hacía aquel curioso jardín. Llegando al lugar Mycroft, con su mano libre, alzó la lámpara para iluminar el lugar y Tommy se sintió aterrado ante las tumbas que veía.

—¿Aquí hay muertos? —le preguntó al mayor de los Holmes, este, con una aire desesperante miró al pequeño.

—No joven Hooper, solo son adornos en honor a la familia Holmes.

Sherlock caminaba entre las tumbas, recordando cada palabra de la canción de Eurus, y analizó las fechas erróneas que estas llevaban. Su mente trabajó a una increíble velocidad, que ni él mismo asimiló, y cada imagen, cada fragmento de la canción y cada fecha llegaron a tener sentido en la cabeza del detective.

—Coordenadas —soltó, con una impresión angustiosa en su rostro.

—¡¿Qué?! —exclamó Mycroft mientras iluminaba el rostro de su hermano.

—¡Son coordenadas! ¡Las fechas son coordenadas y la canción nos da pistas de donde esta John!

Sherlock volvió a hincarse, empezó a juntar los números en su cabeza hasta que la imagen apareció y forjó las coordenadas.

—51°31′24″N 0°09′30″O —soltó.

—Eso es mas allá de la zona boscosa —dijo Mycroft—. Padre y madre jamás nos dejaron ir allá.

—Vayamos... —mencionó con tono firme.

John concibió el frío en aquel pozo, el agua se tornaba helada y sus piernas parecían ya no responder. Alzó su cabeza para tener vista de la enorme luna y un vacío lleno su interior.

—¡¡Eric!! —Clamó de nuevo, el pequeño ni se inmutó—. ¡¡Por favor asómate!! —Espero y nada—. ¡¡Sebastian!! —y ante la pronunciación de ese nombre, vio un pequeño punto asomarse en la entrada.

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum