Una rama para cada una...

Pronto, Dalia descubrió eso al encontrar la suya propia. Las fotos que colgaban eran retratos de ella en Florida, la mayoría con su familia. Sonrió por instantes, hasta que encontró una en específico. Había olvidado que su madre le había tomado una foto el día del recital, ese en el que vio sus sueños derrumbarse. Lo recordó en el momento en que vio cómo, en esa imagen, la malla rosada que usó para su acto resaltó de la peor manera todos sus "rollitos". Se abrazó a sí misma, la vergüenza que sintió en esa ocasión se apoderó de ella una vez más.

Sanne encontró su rama y, si bien sonrió al ver que la mayoría fueron tomadas en competencias de natación, un ceño fruncido apareció en su rostro al notar que ella sostenía el premio de segundo lugar en cada una de las imágenes. Las fotos le recordaron que había mejores nadadoras que ella, y que debía esforzarse el triple para ganar. Con sus ojos grisáceos aún fijos en el premio de segundo lugar que se veía en una de las fotos, comenzó a pensar en las mil y una opciones de dietas para volverse más ligera, delgada y ágil en el agua. Su actitud competitiva la impulsaba a querer llegar a la cima, pues no podía con la vergüenza de quedar detrás del primer puesto. Debía ser la mejor.

Cloe, por su parte, quedó espantada al instante. La imagen de una antigua versión de ella aparecía en todas y en cada una de las fotografías colgantes. Observó con horror aquel cuerpo con curvas que alguna vez le perteneció ¿Cómo pudo ser aquel monstruo lleno de grasa? ¿Cómo pudo vivir así? Desvío la mirada, esperando que ninguna de las chicas decidiera dar un recorrido por su rama. Solo quería esconder aquellas imágenes, así como escondía su pasado día a día. Era una Cloe nueva, mejorada ¿Por qué tenían que recordarle que alguna vez ni siquiera fue rubia?

Todas estaban inmersas en sus ramas, las fotos y su vergüenza, cuando un quejido que se quedó sin fuerzas a la salió de la garganta de Lilian y llamó la atención de todas. La observaron con una fotografía en una mano y con la otra cubría su boca, horrorizada. Sus ojos azules pálidos estaban abiertos por la sorpresa, pero también había enojo en ellos. Lo que encontró la golpeó de la peor manera posible.

De alguna manera, Margaret logró colgar en una rama la peor parte de su pasado ¿Qué vio? Pues, lo vio a él. Una fotografía de ella, su padre y su madre antes de que todo se volviera un desastre ¿Sabes lo que le dolió en verdad? ¿Adivinas a fue lo que la lastimó más que nada? Fue el ver que los tres sonreían. Se veían tan felices, como una familia perfecta. Todo fue una farsa.

—Lili, ¿estás bien? —le preguntó Dalia, saliendo del shock que su propia rama había causado.

Cuando las chicas trataron de acercarse a Lilian, ella se alejó de las fotos y le dio la espalda al árbol. Ella no lloraba, nunca había lágrimas en sus ojos. Solo se abrazó con fuerza en un vago intento de refugiarse en sí misma. Luego, pensó que era una tonta al creer que así se sentiría mejor. Si no fue suficiente para su propio padre, ¿qué le hacía creer que sería suficiente para ella misma? Nunca era suficiente para nadie.

—Se pasó —fue lo único que consiguió decir —. Con esto fue demasiado lejos.

—Estoy de acuerdo contigo —dijo Cloe, limpiando sus propias lágrimas de rabia —. ¡Esa doctora no tiene el derecho de meterse en nuestras vidas! ¡Estás fotos son privadas!

—¿De dónde las sacó? —preguntó Sanne.

—¿Creen que los delatores tengan algo que ver con esto? —preguntó Dalia.

—No —respondió Lilian con la mirada pérdida —. Derek jamás me haría algo así.

La imagen de aquella mentira en la que vivió durante catorce años la atravesó por completo, llegando a su alma adolorida y generando ese vacío en su estómago al que estaba acostumbrada. Sabía que Derek jamás le haría algo como eso, Margaret tenía toda la culpa de aquel sentimiento. La furia pronto se apoderó de toda ella, solo pudo apretar sus puños con fuerza para controlar lo que invadía a su mente en ese instante.

Margaritas || P.E #1Место, где живут истории. Откройте их для себя