23. SOMBRAS EN EL AMOR

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No sabe lo feliz que mesiento de verla, señora Aihara.

La aludida se había sentado frente al escritorio principal de la Dirección

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La aludida se había sentado frente al escritorio principal de la Dirección. Analizaba las palabras y actitudes de quien le hablaba tan cordialmente, sopesando cada una de ellas. Su instinto materno le decía que Misaki no era sincera; sin embargo, no quiso sacar conclusiones precipitadas.

- También me es grato ver que te has convertido en una hermosa mujer. Desde que te vi por vez primera, supe que serías tan bella como un ángel.

Misaki sonrió enigmáticamente. Luego dijo:

- El ángel es su hija.

Ume le devolvió la sonrisa.

- ¿La quieres aún, Misaki?

- Mentiría si dijera que no. Sólo he pensado en ella durante todos estos años.

- Lamento que hayan tenido que separarse.

Misaki miró a la señora Aihara de forma extraña; en lo profundo de sus ojos celestes brilló una luz de rencor, disfrazada con una amable sonrisa. Entonces, muy lentamente, dijo:

- Siempre he querido saber por qué se marchó, sin darme la oportunidad de despedirme y saber dónde encontrarlas. No se imagina todo lo que padecí.

Ume se revolvió, incómoda, en su silla.

- ¿Por qué no se lo preguntas a tu padre?-contestó. No le agradó el tono de reproche que captó en Misaki. Ésta quedó sorprendida ante las palabras de Ume.

- ¿Mi padre? - Repitió, intrigada.

- No quiero seguir hablando de eso. Es muy doloroso recordar esos días.

Serenándose un poco, Misaki suavizó la tensión de su voz.

- Perdóneme. No quería hurgar en esos recuerdos. También son dolorosos para mí.

Por unos segundos, un silencio tenso envolvió la atmósfera de la Dirección. Ume lo rompió para decir:

- Puedo entender tus sentimientos. Pero en lugar de hacerla sufrir, deberías procurar su felicidad. Ese es el amor. Recuérdalo.

A Misaki se le humedecieron los ojos.  Amaba a Yuzu ¿Tendría que renunciar a ella? Su mente se agitó, y su corazón emitió penosos latidos ante esa idea. No, no podría. La buscó durante algunos años, y tuvo muchos problemas para encontrarla. Ume la sacó de sus pensamientos.

- Misaki, debo irme.

- Bien. - dijo Misaki, levantándose- Me alegro de haberla visto. Tendré en cuenta lo que me ha dicho.

Ume se dirigió a la puerta; antes de salir, preguntó como al pasar:

- Misaki, ¿Cómo están tus padres?

CITRUS-UNA CONFESION INESPERADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora