Capítulo seis

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Severus se encontraba en su habitación en Grimauld Place, aun débil y recuperándose del ataque de Nagini tenía que mantenerse en aquel ambiente hogareño con Harry como único conducto de comunicación con el exterior mientras Kreacher se encargaba de mantenerle nutrido y fuerte, esa tarde no escuchó el típico grito de saludo del chico al llegar, en su lugar pudo escuchar el sonido los escalones crujir ente el peso y al joven chocando contra paredes en su rápido camino hacia la habitación

-Tienes que irte- declaró el menor en cuanto entro en la habitación, sin siquiera saludarle llamo a Kreacher y le dio órdenes mientras él se encargaba de empacar las pocas posesiones del otro

-¿Harry, qué demonios sucede?- cuestionó intentando ponerse de pie y de inmediato el menor estaba a su lado evitándolo

-No te perdonaran- sollozo en respuesta- lo intenté, pero insisten en juzgarte como mortífago y llevarte a Azkaban

-Está bien Harry- le contestó el mayor tomando su rostro- Si quieren llevarme a juicio está bien y pasar algunos años en Azkaban por lo que llegue a hacer antes....

-Cadena perpetua- soltó el ojiverde

-¿Qué?

-¡Oh, Sev! El juicio tan sólo sería para decidir si te dan perpetua o el beso...- el joven se aferró a su pecho y comenzó a llorar agónicamente

-Harry...

-Mentí- susurró el menor- No estaba seguro de su postura así que nunca dije que estabas vivo, les hice creer que yo buscaba tu perdón póstumo, les mostré algunos de tus recuerdos y mis propios recuerdos viéndote morir

-¿Que tú qué?

-Tu cuerpo no apareció así que no descartan que sobrevivieras y te buscarán, después de un tiempo asumirán que realmente moriste. En este momento deben de estar registrando tu casa

-Pero...

-No voy a permitirlo- susurró- ellos no saben sobre nosotros y se donde estarás a salvo, pero tienes que confiar en mí...

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Harry y Severus estaban acurrucados frente a la chimenea platicando desde una detallada recreación del día del ojiverde con el ministro italiano hasta las cosas más triviales, mientras hablaban no dejaban de tocarse, se abrazaban, acariciaban con ternura y se robaban besos inocentes o incluso se molestaban a medio relato con cosquillas

-¿Cómo sigue Teddy?- cuestionó el mayor mientras delineaba con la nariz, el mentón de su pareja

-Al parecer fue una falsa alarma y no era fiebre de dragón, ahora esta en casa con Andrómeda.

-Es un chico muy fuerte

-Sí que lo es- contestó mientras su pecho se inflaba orgulloso- ¡Oh Sev! Si tan solo pudieras verlo, es hermoso, el niño más educado, atento y amable que conozco, Remus estaría tan feliz orgulloso de su hijo

-Es un niño con suerte, tuvo grandes padres y al mejor de los padrinos...

-Sólo hago mi mejor esfuerzo Sev- susurró contra su pecho y suspiró con fuerza

-¿Estas bien cariño?

-No quiero irme...

-No podemos postergarlo más- murmuró Severus contra su cabello y aspiro su aroma una última vez- Son las seis en punto, debes irte

-¿Hoy regresaras a Inglaterra?

-Así es, pero te veré mañana mocoso- se burló mientras se ponía de pie, levantando al menor con él y le entrego su morralito de piel de dragón, se abrazaron con fuerza y se dieron un suave beso

-Te amo Sev

-Y yo a ti amor...

Harry se apareció de nuevo en el cuarto de hotel que le asignaron, dio un último suspiro y miro el reloj de pared: seis en punto por la tarde. Tomó la pequeña bolsita que su pareja le había entregado y vació el contenido en la palma de su mano, tomo con delicadeza la larga cadena dorada y colocándosela en el cuello comenzó a dar las vueltas necesarias al artefacto, cuando terminó vio por la ventana y comenzó a ver el sol retrocediendo en el horizonte, cuando el proceso acabo miró el reloj de pared nuevamente: seis de la mañana, con una suave sonrisa guardo el giratiempos y se fue a dar una ducha.

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-Es el último día aquí- se decía Harry una y otra vez mientras intentaba entender el parloteo de su homologo italiano, el vivaracho Antonio Simone, un hombre regordete de cara ancha y rojiza que le recordaba mucho a su tío Vernon y que por algún motivo le generaba cierta repulsión, mientras el joven asistente un moreno muy bien parecido de nombre Angelo Marchetti le sonreía penosamente como ofreciéndole disculpas por el comportamiento de su jefe

-Espero que en esta ocasión acepte mi invitación a comer- dijo el hombre tomando a Harry por el hombro quizá con demasiada fuerza y familiaridad

-Lo lamento, pero debo regresar a casa lo más pronto posible y aún debo pasar al ministerio en Inglaterra antes de eso- rechazó amablemente

-Oh vamos muchacho- se rio aumentando su agarre- esa esposa tuya sabrá esperar una o dos hora si sabe lo que le conviene

-¿Disculpe?- siseó alejándose del hombre

-Todos saben quién eres y si quiere seguir siendo tu flamante esposa deberá alinearse... ¿O tal vez ansias visitar a una íntima amiga antes de volver con tu mujer?

--Le ruego haga caso omiso de rumores- le contestó Harry molesto

-Por supuesto, ya sabía que tu no eras del tipo que tendría una amante- dijo volviéndose a acercar demasiado- Reconozco a un muerde almohadas cuando lo veo

-¡Jefe!- exclamó el otro auror horrorizado

-¿Lo estuviste viendo estos días, querido?- Harry se soltó del agarre de nuevo y se alejó lo más posible al botar la lascivia en su mirada

-No tengo nada más que tratar con usted- siseó con desprecio y salió de la oficina hecho una furia.

Respiró profundo mientras se alejaba del lugar, caminando por aquellos largos pasillos y miró su reloj: eran las cinco en punto, eso hizo hervir aún más su sangre. A pesar de llevar años utilizando el giratiempos y estar acostumbrado a vivir el mismo día dos veces, a veces le sorprendía lo cruel que era la vida pues mientras en alguna parte de Italia en este mismo momento estaba siendo mimado y cuidado por Severus, tenía que estar lidiando con el acoso de aquel asqueroso sujeto.

Respiro de nuevo en un intento por calmarse y continuo su camino para encontrase con el ministro y poder terminar de una vez con ese día.

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Eran las siete en punto cuando Harry se apareció fuera de Grimauld Place, no pudo evitar pensar si Severus ya estaba en Londres o si seguiría en Florencia y lo extrañó horrores, sintió su magia pulsar en busca de su compañero y se rio de sí mismo, recordándose que aunque para él era todo un día separado de su amado pocionista, para él otro había transcurrido apenas una hora desde que se marchó... Estúpidos y eficiente giratiempos

-Es hora de la realidad Harry- se dijo en voz queda y entro a la casa (pues aunque lo intentara no podía llamarle hogar) que compartía con Ginny

La amante de Harry PotterWhere stories live. Discover now