- Todo un avance. El día de mañana quizás puedas encender algo más- Se felicitó a sí mismo mientras se recostaba en el sillón.

Y allí permaneció, leyendo tranquilamente durante media hora, un libro que no había pedido prestado.

En un momento, levantó la visión. Se topó con dos ojos azules, emergiendo desde las sombras, que lo vigilaban silenciosamente desde el pasillo. ¿Hacia cuantos minutos estaba allí? De tener un poco menos de valentía, le hubiese dado miedo.

- Disculpa. Tome el libro sin preguntar- Se defendió desde el sillón, mientras se incorporaba.

- No hay problema. Si fuese tan importante estaría en el cuarto secreto, no allí, a simple vista.

- Es importante. Por lo menos no es un libro común de magia.

- ¿Te vas a bañar ahora?

- Quizás- El abrupto cambio de conversación lo había dislocado.

- Te recomiendo que lo uses ahora, ya que el baño está caliente. Es una ducha como cualquier otra, así que no necesitas instrucción.

Y si que estaba caliente. Lo suficiente como para no querer usar la casaca al salir.

Ivonne hacia la cena mientras pensaba que a pocos metros, Severus se estaba bañando. Decidió borrar de inmediato esa provocativa imagen de su mente. No debía enamorarse de él. Le gustaba como hombre, ella siempre había visto ese atractivo oculto en el. Pero no quería enamorarse. Sería algo complejo, muy difícil de soportar.

Fue hacia la sala. El silencio sepulcral de la noche siempre la molestaba. Revisó su colección de música country y la colocó en su estéreo en un volumen apto; luego regresó a continuar la cena.

Severus, ya fresco, limpio y con la casaca desabrochada, apareció en el comedor.

Y ahí estaba ella, de espaldas, cocinando algo simple mientras tarareaba una canción.

La contempló un momento con la vista. Pantuflas, un Jean medio gastado y una camisa escocesa. Siempre tan simple y encantadora. Era hora de detener sus ojos y ayudarla en algo.

Silencioso se acercó para colocar la mesa.

Ivonne dio un grito corto, mientras Severus la miraba extrañado.

- Dios, me asustaste- Respiró ella al fin.

- Lo siento. La próxima vez llegaré tropezando con las cosas.

Ambos rieron como el par de verdaderos amigos que eran.

Pocos minutos después, ya estaban cenando tranquilamente...

- Y bien- Comenzó a decir la joven McCain- ¿Cuál lado de la cama vas a elegir?

¡¿Qué acababa de decir?! Severus se atoró con la comida. Intentó bajar el lió que tenía en la garganta, con un poco de jugo de naranja, pero solo consiguió un ataque de tos.

- ¿Estás bien?- Le preguntó ella cuando vio que comenzaba a respirar con relativa normalidad.

- Si, si. ¿Acaso vamos a dormir en la misma cama?- Dijo mientras tomaba mas jugo.

- Salvo que quieras destruirte el cuello en el sillón... Yo no le veo el problema. Es grande, sobra lugar para los dos. Además, recuerda que de jóvenes solíamos dormirnos juntos en la hierba.

- Pero claramente no es lo mismo.

- Bien. Es tu decisión. Yo voy a dormir del lado de la puerta. No me gusta el lado de la ventana.

El cerebro de Snape trabajaba a una velocidad anormal. ¿Compartir la cama con la mujer que amaba? ¿Despertar viéndola dormir? Dentro de el, sentía algo de vergüenza, pero otra parte le gritaba que esa oportunidad, no se daría de nuevo, que de no hacerlo, se arrepentiría de por vida y se consideraría a si mismo como un verdadero idiota si no lo aprovechaba.

- Del lado de la ventana está bien- Dijo tímidamente.

Ivonne solo se limitó a sonreír tiernamente.

Luego de tomarse las restantes horas en hablar del contenido del libro de "Pociones, magia blanca y elementos puros", llegó la hora de dormir.

Severus ya estaba acostado, llevando una camisa y un short. Junto con un cúmulo anormal de nervios y ansiedad.

Desde donde estaba, veía la luz del baño encendida.

Y luego la vio salir con la misma camisa escocesa y ropa interior, para directamente acostarse a escasos centímetros de él y apagar la luz de su mesita de noche. Un ángel caído del cielo podría llegar a envidiarla.

- Buenas noches, Sevy- Le dijo con una exquisita y delicada suavidad mientras se acurrucaba entre las sábanas.

- Buenas noches, Iv. Que descanses.

Severus se sorprendió a sí mismo, por lo espontáneo y honesto de su respuesta. Le había salido del corazón, sin nervios, ni ansiedades ni nada.

Se quedó estático, mirando el techo de color lila suave. Pensando qué rayos había pasado. ¿Cómo era posible que en pocos segundos pasará de no poder ni tragar de los nervios, a hablar tan libremente? Sospechó que la manera en cómo Ivonne le había hablado, fue el motivo. O quizás la ternura que sintió encenderse en su interior al verla acurrucarse. O quien sabe...

Sus pensamientos se fueron apagando, bajo la hipnotizante y rítmica respiración de Ivonne, y al embriagador aroma que despedía.

Y así se dejó arrastrar hacia el mundo de los sueños...

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