Capítulo 47: Normalidad

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Me siento en el sofá junto a él, más animada y menos angustiada tras la llamada con mi hermana cosa que él nota. Pasa su brazo por encima de mi hombro de modo que me acerca a él y apoyo mi cabeza en su pecho, sintiéndome arropada por su fragancia. Nos encontramos viendo una película mientras un par de pizzas acaban de hornearse, esta situación me lleva a la primera vez que conocí a Harry. Como aportó ese ambiente de misterio desde el primer momento en el que llamó a la puerta de mi casa hasta ahora, de su frío e inexpresivo modo de hablar. Estábamos en el sofá de mi casa viendo un documental tras la cena y pronunció la frase que en su momento tanto me inquietó pero a día de hoy ha recobrado todo su sentido.

Es increíble cómo solo un león mantiene a su víctima vigilada sin que ésta se de cuenta y en el momento preciso y menos esperado el depredador salta sobre su presa sin que nadie se de cuenta.

Sigo queriendo hablar con él para aclarar todas y cada una de mis inseguridades por lo que él respecta y que éstas se esfumen para sentir que confío en él plenamente. Pero, sigo sin encontrar el momento, sigo sin saber como arrancar sabiendo lo sumamente impredecible que es, sus reacciones viajan de un extremo a otro sin matices, sin saber lo que deparará.

Tras el sonido del horno indicando que la comida está lista me mira como si me estuviese pidiendo permiso para levantarse con la mirada, me quejo una vez lo hace notando la falta del calor y la sensación de calma en la que me encontrada inmersa. Sigo sus pasos hasta la cocina y le ayudo a colocar la cena.

— Falta algo - dice levantándose a la vez que mira pensativo su alrededor.

Se levanta para dirigirse hacia una estantería y cuando regresa lo hace con un par de velas y un mechero en sus manos, las enciende y las coloca en el centro de la mesa.

— En este tiempo no hemos tenido tiempo para citas, y tampoco es que yo sea lo que se dice romántico - pausa conectando sus ojos con los míos - Pero pensé que estaría bien hacerte sentir diferente esta noche, como dos jóvenes normales sin ninguna de esta mierda encima.

Sonrío de tal manera que mi sonrisa emite más luz que las pequeñas llamas, incluso más calidez. Me encuentro sin palabras con mi corazón exaltado ante las sencillas palabras de Harry, como una preadolescente en su primer encuentro con su ya amado en secreto.

—  Oye, puedo estar toda la noche observando tu cara de adolescente estúpida o bien podemos disfrutar de la pizza. - dice ensanchando su sonrisa.

—Voto por lo segundo, la pizza es siempre buen plan - afirmo, uniéndome a su risa.

Tras la cena, donde intercambiamos pocas palabras, me dirige hacia unas escaleras que supongo que deben llevar a una terraza puesto que la casa es únicamente de un planta. Al llegar arriba mi supuesto se confirma, una terraza tenuemente iluminada por una pequeña luz situada sobre una  mesa, además de haber un par de cojines gigantes. Harry extiende un mantel sobre el suelo y toma la iniciativa de tumbarse sobre él, dejo de lado la timidez y apoyo mi cabeza en su pecho al tumbarme, ignorando la existencia del cojín. Una vez acomodados alcanza la luz con su brazo y la apaga, es entonces, cuando empieza la verdadera magia. El oscuro cielo se encuentra salteado por la presencia de miles de estrellas aportando su granito para proporcionarnos tal espectáculo, el hecho de vivir en una ciudad no me permite presenciar esta inmensa calma tan a menudo. Un momento perfecto constituido por la gran tranquilidad que me aporta el bosque y la tranquilidad que me aporta mi compañía, Harry.

— Definitivamente sí necesitaba esto - reconozco.

Me estrecha mas contra su pecho.

—  Siento haberte metido en esto, siento no haberte conocido en otras condiciones - dice él con la mirada perdida en el cielo.

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