CAPÍTULO 52

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*Narra Cristina*

La dulce melodía de su guitarra y de su voz me acarician de manera suave los oídos mientras me quedo totalmente inmóvil, como si mis pies se fuesen incrustado en el suelo de una manera demasiado increíble para ser cierto.

Contemplo minuciosamente cada uno sus rasgos desde los pies a la cabeza. En como su iniciativa barba habita en su piel haciéndolo un poco más mayor, en como su pelo peinado está más revuelto en lo alto de su cabeza, en como sus músculos han crecido unos cuantos centímetros y, en como sus labios rosados se ven más grandes de lo que eran antes.

Cierro los ojos disfrutando de los versos salientes de sus cuerdas vocales y de los acordes de su guitarra.

Los dos sabemos que no es cierto
Y yo no sé disimular
Pero sé que alguna vez
Nos tendremos que encontrar

Y te diré que no logré
Olvidarme de tu boca
Y te diré que el tiempo
Nunca enseña a olvidar
Y te diré que no logré
Olvidarme de tu boca
Y te diré que anoche
Te volví a recordar.

Cuando su mano, la que roza las cuerdas, para; se la lleva a la melena morena echándose el pequeño mechón que le cae por la frente hacia atrás. Entonces me doy cuenta que la inmovilidad de mi cuerpo ha desaparecido y me permite desplazarme, por lo que me encargo de darme la vuelta y echar a correr por donde he venido antes de que él me vea.

Pero es demasiado tarde, solo dos tres o cuatro pasos.

-¡Cristina!- siento, aunque no lo esté viendo, como sus ojos se detienen en mi espalda y la recorre toda entera produciendo un escalofrío por todo mi cuerpo.- No. Por favor, no te vayas. Ni siquiera me había dado cuenta de que estabas ahí.

Miro hacia atrás, fijándome en cómo su mano agarra mi muñeca inyectando una cálida sensación justo donde su palma me toca. Apenas recordaba lo caliente que era su piel con respecto a la mía, la cual se ha ido enfriando también con el paso del tiempo al igual que todo lo que tiene que ver conmigo. Luego levanto la mirada, encontrándome con sus iris color café.

-Tengo que irme.-digo sin más.

-Acabas de llegar, no puedes irte.

Miro a mi alrededor nerviosa y luego vuelvo a él, fijándome en como sus ojos color café están brillando.

-Hablemos.- exige sin rodeos.

-Jesús nosotros no tenemos nada de lo que hablar.- digo tajante, mostrándome dura y seca.

-Tanto tú como yo sabemos que eso no es así.

Sus palabras se repiten en mi mente una y otra vez, tiene razón. Creo que ha llegado la hora; el momento de tener una conversación civilizada es ahora, después de tanto tiempo.

-Me encanta que todavía pases tiempo aquí.- murmura. Su voz es tan tan baja que si no fuera porque nos encontramos a centímetros, no la oiría.- Me alivia pensar que todavía recuerdas algo de mí.

-¿Qué te hace pensar que lo hago?- cuestiono soltándome de su agarre, el cual me quemaba, y me encamino hacia uno de los sillones que pusimos allí hace ya mucho tiempo.

-Estás aquí.- susurra acercándose.- Creo que eso significa algo.

-Que yo esté en la terraza no tiene ningún significado.- digo mintiéndonos a los dos.- Estoy aquí porque me gusta lo que veo desde las alturas, nada más.

TE JURO QUE VOLVERÉ A VERTE (Gemeliers)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora