Capítulo 29. Inesperado

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Las lluvias y el frío aumentaron con el paso de los días, la primera nevada era inminente al ver las oscuras nubes en el lejano horizonte. Aprovechando los últimos días de luz se apresuró a terminar su último proyecto: un pequeño galpón que servía de invernadero, allí cultivaría las pocas plantas que sobrevivirían al frío y le proporcionarían a él y a su zorrito un alimento constante en el crudo invierno.

Las primeras hojitas ya se veían asomar desde la tierra, satisfecho por su logro aseguró bien la puerta y se fue rápidamente a su hogar. Sacudió la nieve de su abrigo y entró a la cálida sala donde un olor a guiso perfumaba el ambiente, hoy festejaría junto a Orange sus 4 meses de regreso a casa y el inicio de un invierno completamente preparados.

Aquella noche decidieron abrir también algunas latas de atún y pavo. Jugaron, cantaron desafinadamente y comieron otra vez. Nuevamente era libre, y estaba realmente felíz por eso.

Cuando finalmente quedaron rendidos ya era tarde en la noche, los blancos copos de nieve seguían cayendo silenciosos, adornando el paisaje y cubriendo las copas de los pinos.

Al día siguiente la nevada continuaba, aburridos y llenos de energía salieron afuera y juguetearon por ahí. Una guerra no se hizo esperar, enseguida volaban algunas bolas de nieve y rodaban enredados sobre el helado suelo, luego siguieron los muñecos de nieve y sus figuras plasmadas en la blanca alfombra.

Visitaron sus trampas y pusieron unas nuevas, revisó el estado de su invernadero, quitó la gruesa capa de nieve del techo y regresaron al calor de la chimenea. Los siguientes días fueron iguales, pero con el tiempo la nevada empeoró a un temporal importante.

Confinados en su cabaña y negándose a salir para congelarse hasta la muerte, pasaron sus días frente al fuego, jugando y haciendo mucha vagancia. Disfrutaban de observar el paisaje y la nieve caer mirando a través de la ventana, para luego acostarse juntos al lado del fuego, dormían sobre una frazada en el suelo igual que su primer otoño juntos, ignorando olímpicamente la rústica cama que los esperaba en la habitación.

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Fue una completa sorpresa.

El día había empezado bien, despertaron al amanecer pero decidieron hacer fiaca, tumbados en la cama dándose mimos entre ellos y alguna que otra guerra de cosquillas.

Al mediodía el zorro se enfurruñó, hablándole, Tony soltó sin querer el tema de su escape del complejo, causando que el olvidado enojo de Orange regresara. Queriendo animarlo, preparó un festín como almuerzo, pero no logró su cometido.

Resignado se decidió a esperar que el enojo se le vaya, se tumbó al lado del fuego y se puso a leer en voz alta un libro de cuentos infantiles lleno de ilustraciones, no pasaron ni diez minutos cuando la bola de pelos se posicionó entre sus piernas y miraba atentamente los dibujitos, sus orejas se movían cuando el genio fingía los tonos de voz de los personajes y soltaba un gruñido cuando el malo del cuento hacía una maldad. Estaban realmente metidos en la historia, justo cuando el malvado Dr Fark estaba a punto de eliminar por completo todas las donas de la tierra, unos repentinos golpes en la puerta los hizo saltar del susto.

¿Estabas esperando a alguien? Se interrogaron con la mirada. Sacudiendo la cabeza por lo absurdo de la idea, se puso de pie y escuchó atento los sonidos del exterior.

Nuevamente golpearon, intentó llamar a Orange para que no se acercara a la puerta, pero el zorrito lo ignoró, demasiado curioso por el familiar aroma que provenía de la inesperada visita. Al reconocer el dueño de ese olor, trotó alegre hacia la puerta y la arañó pidiéndole a su humano que la abriera. Tony podía jurar que le sonreía con esa picardía y perversidad que antes él mismo tenía, un escalofrío recorrió su columna e inmediatamente quiso negarse. Pero no podía, ¿Cuándo le había fallado Orange? Nunca. Por lo tanto se armó de valentía y abrió la puerta, lo que encontró afuera lo dejó aturdido.

El hombre dio unos pasos dentro del lugar, se quitó las gruesas capas de abrigo que lo protegieron del temporal que había fuera, los googles y el pasamontañas fueron retirados y Tony pudo ver esos ojos azules observarlo fijamente. Viendo que el castaño era incapaz de reaccionar, cerró la puerta y se acercó al genio, posicionándose justo en el límite del espacio personal mínimo requerible.

La mirada café y la azul se encontraron, reconociéndose mutuamente y examinándose, buscando en los orbes ajenos algo que confirmara que quien tenían enfrente era real.

—... ¿Barnes?

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Holaa! Ratoncito reportándose.

¡No! ¡No me peguen! Se que me tardé... bastante, de hecho. Lo siento 🙇🏻‍♀️

Entre la falta de inspiración, hacer de niñera y engancharme con una novela china, me quedé sin oportunidad de escribir.

Como compensación, el capítulo de hoy que estaba destinado a ser el capítulo final, fue cambiado a uno de los últimos capítulos del fic. Por lo que quedan entre uno o tres capítulos más.

Preeegunta! En el anteúltimo cap de Orange hay señales de que ocurren cosas, ejem, zuculemtas. La cosa es ¿Dejo esa parte apta para inocentes, o... ?

En fiiiin, nos vemos en unos días!

Yo lo sé Donde viven las historias. Descúbrelo ahora