—¿No es para tanto que una de tus alumnas te haya escrito en la mano su número telefónico? —William estaba echando chispas por la mirada. Samuel estaba luchando por contener su risa.

—Yo no sabía que quería mi mano para escribir su teléfono.

—Tu jodida mano y todas las demás partes de tu cuerpo son solo mías. ¡Mías! Dile eso a ella.

—Es una niña de diecinueve años. No puedo decirle eso.

—Niña. Permíteme carcajearme.

Samuel se inclinó sobre la mesa y dejó un fugaz beso en su nariz. William lo empujó sin mucha fuerza y volteó a su alrededor. Su relación no era un secreto, pero prefería mantener las muestras afectivas al mínimo.

—Eres muy celoso ¿sabías?

—¡Yo no soy ningún celoso!

—Claro que no lo eres, mi vida.

—Te estás burlando de mí y yo...

El tono del celular de Samuel interrumpió la discusión de medio día. Era el número de Max. Respondió de inmediato.

—¿Qué pasa? Idiota. —William sonrió—. ¿Qué? Me estás jodiendo, Max. ¿Cuándo pasó eso? ¿Está bien? ¿Ella está...? Sí, sí, hombre. Vamos para allá.

—¿Qué es lo que sucede? —William tenía los ojos muy abiertos y asustados. No sabía lo que pasaba, pero su corazón había empezado a andar muy rápido. Le estaban sudando las manos.

—Era Max... Catalina está en el hospital. Sufrió un pequeño accidente.

William sintió que el alma se le escapaba del cuerpo.

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Las manos de William no dejaron de temblar durante todo el camino al hospital. Ninguno de los dos había dicho palabra alguna. Samuel permanecía concentrado en el camino, mientras que Will, a su lado, permanecía mirando por la ventana y mordiéndose los labios.

Luego de aparcar el coche. Ambos bajaron casi corriendo y atravesaron la puerta del hospital sin saber siquiera a dónde debían dirigirse. Por fortuna encontraron a Max, sentado en uno de los sillones de la sala de espera. Estaba echado hacia adelante, con los codos apoyados en sus rodillas y las manos cubriéndole la cara.

Se dejaron ir sobre él como avalancha humana.

—¿Qué sucede? ¿Cómo está? ¿Dónde está? ¿Qué le pasó?

William casi se atragantó con sus palabras por hablar tan rápido. Max saltó un poco en su lugar y suspiró un poco aliviado de no encontrarse solo más tiempo.

—Cálmate, por dios. Me pones más nervioso.

—Pero dime qué pasó.

—Por fortuna el médico acaba de decirme que no fue nada grave. Ella va a estar bien.

Por fin sintieron que podían respirar con tranquilidad.

—¿Qué fue lo que sucedió? —William quería enterarse de todo. Si ella estaba bien, ya encontraría el momento para reprenderla por lo que sea que hubiese hecho.

—Se cayó de una silla, mientras acomodaba cosas en la cocina.

Will hizo una mueca de congoja.

Probablemente caerse de una silla no era un accidente por el cual alguien debiera terminar en el hospital. Tomando en cuenta la condición de Catalina, la situación se volvía bastante más delicada.

ROMPECABEZASWhere stories live. Discover now