Capítulo 10: Lo que sube y lo que baja

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***Duke***

Apenas ella sale del dormitorio se habilita una nueva pantalla. Es el pasillo, la veo tambaleándose y vomitar.

—Sigue... —Veo con cuidado las demás pantallas que se habilitan mientras camina hacia el rango de visión—. No hay nadie en los pasillos ni en las gradas.

Pongo atención a Robert, se está saliendo de control.

—Si no te calmas, ya sabes lo que pasará. —Un guardaespaldas toca la caja de cristal de Robert.

—¡Pero miren, no sirve nada! ¡Las cámaras ni el audio! Nada sirve con mi modelo. —Está furioso.

—Le informaremos a Harland para que solucione el problema. —Otro guardaespaldas camina.

—¡Hermana! —exclama Hildur preocupada—. ¡Vamos, levántate! ¡Tú puedes!

—Samuel... intenta escuchar los diferentes sonidos, tiene que haber alguna pista. Ten cuidado, por favor. —Daisy tenía los ojos cerrados, estaba escuchando algo en el audio.

—Pan comido. —Theo habla, con una media sonrisa—. Sal de ahí, Stephine.

Harland entra en la habitación.

—Sigan en lo que están. Vengo a ser espectador, por el momento. —Una risilla sale de su boca.

***Sonnet***

•—Empezar Música—•

—"La número cuatro es la más peligrosa". ¿La número cuatro? —cuestioné.

—¿Qué puede tener una secuencia en este lugar? —consultó Tricia.

Me sentía asqueado por las cucarachas. No me dejaban ver, estaban en toda la habitación y empezaron a volar por doquier. El aleteo era constante y no me dejaba tener concentración.

—¡Agh! —Las pisoteaba.

—¡Sonnet, concéntrate! —exclamó Tricia—. Varios modelos ya salieron de los dormitorios.

—¿Las gavetas? Son cuatro. —Caminé hacia ellas. Escuchaba y sentía los crujidos de los animales mientras los majaba. Solo la última estaba disponible para abrir. Ahí había un botón azul y otra nota dorada.

—"Prepárate para nadar, cuando todo sube, tienes que bajar" —leí.

—¿Nadar? —preguntó ella—. No sé si sea buena idea presionar ese botón.

—No creo que se pueda hacer nada más —concluí—. Lo haré.

—Cuidado, Sonnet... —Tricia mostraba nerviosismo—. Está bien.

Presioné el botón, y cuando lo hice, de las paredes salieron cuatro enormes tubos. Agua empezó a salir a cántaros de ahí.

—Oh no... —La habitación entera se estaba llenando en segundos, causando que las cucarachas empezaran a flotar. El agua estaba por llegarme a la cintura.

—¡Sonnet! —Tricia se asustó—. ¿Qué mierda tenemos que hacer?

El agua subía y subía. Ya estaba tocando mi pecho. Escuchaba los chillidos de las cucarachas, quienes trepaban las paredes o nadaban y se me subían encima para no ahogarse. Era totalmente asqueroso y terrorífico. El líquido era helado.

La cama flotó debido a su material, al igual que los otros muebles. Floté con mis pies y manos para no ser consumido. El techo era alto, todavía tenía tiempo de actuar. Me consumí sin pensarlo, viendo el agua sobrepasar las lámparas, las cuales seguían proyectando la luz.

Había una cápsula azul debajo de uno de los muebles. Dentro de la cápsula, semitransparente, se encontraba la llave para salir de la habitación, pero tenía dos candados cerrados puestos. Subí de nuevo por falta de aire. El agua estaba por llegar al techo.

—¡Sonnet! ¡En el agujero de las cucarachas! —clamó Tricia, al ver que la pintura de la pared se estaba deshaciendo con el agua. Había una enorme flecha señalando hacia el agujero.

Me sumergí. Esta vez podía sentir la presión del agua al tener mucha más encima de mí. Introduje mi mano, sacando una de las llaves. Nadé rápidamente para abrir el primer candado y llegué a la superficie. Era mi último respiro, estaba casi tocando el techo y el agua seguía saliendo.

—Tricia, mira rápido, por favor —pedí exhausto. Eran cientos de cucarachas, y, a pesar de que había bastante espacio, lo opacaban por completo.

—No hay nada, hay otra flecha azul en el techo, pero no veo nada. ¡Hay demasiadas cucarachas! —gritó aterrorizada—. ¡Sonnet!

—¡No hay tiemp...! —Estaba bajo el agua. No tenía otra opción.

El líquido llegó hasta el techo y las cucarachas iban muriendo y cayendo lentamente, como si de un universo alterno, poético y perverso se tratara. Estaba en el centro de la habitación, flotando, aguantando la respiración.

Me estresé de sobremanera, pero tenía que controlar los pulsos de mi corazón, o consumiría el oxígeno más rápido.

—¡Mira, arriba! —exclamó Tricia.

La pintura del techo se limpió. La última flecha señalaba hacia la cámara. Nadé hacia ella, y efectivamente, la llave estaba atada a ella. La arranqué, pero no tenía oxígeno suficiente para nadar hacia abajo y abrir la puerta.

—¡...! —Burbujas empezaban a salir de mi boca.

—¡Sonnet! —Tricia gritaba por el audio—. ¡Por favor, Sonnet!

Sentía los pulmones ardientes y la cabeza a punto de explotar. Los espasmos me mortificaron agresivamente. Necesitaba bajar... o moriría pronto.

Con las fuerzas restantes llegué hasta la cápsula, abriendo el candado. Obtuve la llave, pero todo se empezaba a nublar. Empecé a tragar agua... lo que quería evitar a todas costas. Un sabor a sangre me llenó la nariz y la boca en segundos. Intentaba cerrar la tráquea para evitar el ahogamiento.

—Un poco más. ¡Ya casi lo tienes! ¡Frente a ti! —Los gritos de horror de Tricia eran parte de la tortura, mi cuerpo se quería rendir. Mis manos se entumecían poco a poco.

Metí la llave en el orificio y la doblé. La puerta se abrió rápidamente, expulsando el agua de golpe, y a mí con ella. Quedé tirado en el pasillo, mojado, muerto de frío, vomitando. Los cientos de cucarachas me rodeaban. Unas vivas, otras cadavéricas.

Caí. Estaba rendido... todo me ardía. Escuché unos pasos, algo cerca de mí. No quería siquiera abrir los ojos, cuando, de repente...

—¡Sonnet, cuidado! —chilló Tricia.

Abrí los ojos. Amalea, la chica elfa, estaba por aplastar mi cabeza con un enorme adorno de oro. Rodé hacia mi derecha, esquivando el enorme golpe... pero ya no tenía más fuerzas.

—Por... favor... —casi no podía hablar. Mi garganta me seguía castigando, mis pulmones se sentían como dos piedras. Me arrastré hacia una esquina.

—Lo siento, vampirito.... Pero tenemos que terminar con esto. —Se acercaba a mí.

Estaba a punto de aplastarme la cabeza, hasta que una mano enorme y muy fuerte salió detrás de ella. La levantó del cabello y la lanzó contra la pared. ¡Era Vincent! La muchacha quedó en el suelo, inconsciente debido al enorme golpe proporcionado.

Vincent me vio directo a los ojos. Yo estaba muy débil, y con mis ojos pedía piedad. Con cada respirar mi dolor se hacía más intenso... no podría defenderme ante un eventual ataque de aquél hombre transformado. Él se acercó a mí.

—S...tener... —dijo. Siguió caminando lentamente por el pasillo.

Él me había ayudado... gracias al darle una chispa de esperanza al decirle que Steiner lo buscaría. Lo que significaba que estábamos a mano. Ya nadie estaba a salvo en el juego.

El Juego Macabro (#2 En actualización) - GRATISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora