V: Sangre de mi sangre

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Sin embargo, sus secretos no protegieron a su padre ni a todas esas personas en el Cipriani ¿no es así?

Después de pensárselo unos minutos, decidió que estaba cansado de callarse lo que sabía de La Compañía del Cráneo, si quería cambiar algo tenía que comenzar por eso.

Justo cuando tomó su teléfono celular, este comenzó a vibrar. Illya observó a la pantalla y el nombre de Odette apareció durante varios segundos; el vampiro dudó por un momento, hacía ya un buen rato que no hablaban, por lo que supuso que la mujer no le estaría llamando sólo para charlar. <<Seguramente ha descubierto algo más>> pensó, un nudo se le formó en la garganta al recordar lo que debía sí o sí, contarle a la muchacha.

Respondió a la llamada y se preparó para escuchar la suave pero decidida voz de la detective, sin embargo, se encontró con los sollozos provenientes de una voz desconocida: — ¿Detective? — musitó, aunque sabía que no se trataba de ella.

Hubo un corto silencio antes de que la mujer al otro lado de la línea hablase. Illya tenía que admitir que su voz le resultaba agradable, incluso cuando podía escuchar la desdicha en ella. La mujer se aclaró la garganta antes de responderle: — Es Illya ¿no es cierto? —el vampiro no le contestó pero ella no le dio la oportunidad de negar o afirmar algo, simplemente prosiguió: — Soy la hermana mayor de Odette.

—Oh —murmuró Illya, levantándose y pasándose por su oficina, de pronto sintiéndose algo alterado.— ¿está todo bien?

Silencio al otro lado de la línea y segundos después, un sollozo proveniente de la mujer. A Illya le temblaron las manos, pasó saliva y cerró los ojos con fuerza, intentando calmarse; era claor que algo iba mal.

—No —sentenció la chica. — ¿Crees que podrías venir al hospital Lincoln? Odette no se encuentra bien y creo que quizá...—al escuchar su respuesta, Illya colocó su mano derecha sobre su rostro durante unos instantes. — creo que quizá a mi hermana le gustaría que estuvieses aquí cuando despierte.

Illya asintió inconscientemente antes de murmurarle un "claro". La hermana de Odette no dijo nada más, simplemente colgó, dejando al vampiro con un nudo en la garganta y manos temblorosas.


S


Odette movió con lentitud los dedos de sus pies y se estremeció debido al agua fría que cubría el suelo; se encontraba en una especie de habitación blanca a la que no le veía un fin, el agua bajo sus pies la reflejaba, sólo a ella y nada más. El lugar estaba tan vacío y tan callado que inclusive podía escuchar los latidos de su corazón.

A pesar de lo inquietante de la situación, Odette no se sintió asustada ni nerviosa, más bien se encontraba en un estado emocional totalmente neutral.

Llegaste demasiado pronto —señaló la voz de una mujer detrás de ella; Odette miró por sobre su hombro, pero el lugar seguía igual, no había rastro visible de algún otro ser vivo. —, pero supongo que una reunión por adelantado no le hará daño a nadie.

Odette comenzó a sentirse algo inquieta, impotente al ser incapaz de responder; se llevó la mano derecha hacia sus labios e intentó abrirlos sin éxito alguno.

Lamento eso —comentó la mujer, soltando una leve risita. — pero creo que es preferible que no me interrumpas, ustedes los humanos tienden mucho a interrumpir cuando no deberían. Lo único que debes hacer es escuchar.

La mujer ahora se había materializado, literalmente. Se había aparecido con lentitud frente a Odette; primero, una parvada de cuervos se había arremolinado a sólo unos cuantos metros de la detective, graznando y volando en círculos como unos locos hasta que, poco a poco, habían comenzado a desaparecer para darle paso a la esbelta figura de una mujer de piel pálida —casi traslucida— y hermos cabello carmesí.

La pelirroja le estaba mirando de arriba abajo mientras alisaba su vestido negro y se acomodaba los rizos rojos detrás de las orejas; tenía un aspecto estoico, era bellísima, destilaba elegancia y poder por cada poro de su cuerpo, no le parecía humana en lo absoluto, estaba muy lejos de serlo. A pesar de su apariencia sobrenatural, los movimientos que había realizado a Odette se le antojaban increíblemente mundanos.

Estás muy cerca de la verdad —comenzó—, tú y aquél príncipe de la noche van por buen camino.

<< ¿Príncipe?>> se preguntó la detective, realmente confundida, pero segundos después supuso que la misteriosa mujer se refería a Illya. Frunció el ceño ante el adjetivo, Illya Gimondi no tenía nada de principesco, le parecía que tenía más un aspecto de mafioso italiano que de príncipe.

La muchacha de inmediato se reprimió por pensar en tonterías sin importancia en esos momentos.

Sus ojos se encontraron con los de la mujer y con algo de temor, asumió que de alguna forma se había enterado de sus pensamientos estúpidos, pues le miraba con tal hastío que incluso Odette llegó a pensar que se iría y la dejaría ahí botada; sin embargo, la mujer carraspeó y puso una expresión seria antes de continuar con su mensaje.

Sin embargo, mientras más se acercan a la verdad el peligro se vuelve aún mayor, es primordial que lo encuentren. —eso sí que había inquietado a Odette, intentó caminar hacia la mujer, intentó hablar para preguntarle qué carajos significaba todo aquello y por qué tenía que ser tan criptica.— Sino estarán todos condenados, las calles se llenarán de la sangre de mi sangre. No puede ser ¿entiendes? No está bien.

Mientras la mujer le decía aquello su voz gradualmente se volvía desesperada, más aguda y sus ojos se paseaban con frenesí por el lugar mientras los graznidos agonizantes de los cuervos atormentaban a Odette.

La habitación comenzó a hacerse pequeña, alejándose de la visión de la detective —al igual que la mujer— y dejándola aterrada, temblorosa y más confundida aún.

Tomó una gran bocanada de aire y su cuerpo se lanzó hacia delante, pero se vio restringido por los cables sujetos a sus antebrazos y por las huesudas manos de alguien sobre sus hombros.

Tenía algo sobre su nariz y su boca; Odette miró hacia su lado izquierdo y se sobresaltó un poco al ver a una muchacha desconocida, vestida de enfermera, intentando recostarla sobre la cama del hospital. La detective le apartó bruscamente las manos, se retiró la mascarilla de oxígeno del rostro e intentó girarse un poco para colocar sus pies descalzos sobre el suelo.

Sin embargo, un dolor punzante y persistente le recorrió todo el cuerpo desde su abdomen hasta al punta de sus pies. Soltó un gruñido de dolor y no se movió ni un centímetro intentando recuperar el aliento, siendo levemente consciente de que la enfermera había salido de la habitación y parecía estar llamando a algún doctor.

Cuando el dolor disminuyó a algo más soportable, la detective se acomodó en la cama con lentitud, esperando pacientemente.

Las palabras de la misteriosa pelirroja aún en su mente, como un eco.

— ¿Encontrar qué? —susurró.

De Hombres y BestiasWhere stories live. Discover now