━ 𝐕: Caminos separados

Börja om från början
                                    

«Ya llegará tu momento». Las palabras de su progenitora resonaron en su cabeza con la misma claridad con la que las había escuchado la primera vez. «Solo debes tener paciencia». 

Frunció el ceño, poblando su frente de arrugas. La paciencia jamás había sido una de sus virtudes, pero de sobra sabía que por mucho que se lamentase ahora, no iba a conseguir una plaza dentro de aquellos magníficos navíos.

Para cuando volvió la vista al frente, Lagertha ya le estaba dedicando unas últimas palabras a su vástago. Le acarició la mejilla con dulzura y finalmente se alejó de él, cediéndoles el puesto a Torvi y Guthrum.

—Estará bien —pronunció Kaia, una vez que la rubia se hubo situado delante de ellas—. Björn es fuerte, al igual que tú. Los dioses cuidarán de él. —Ante sus palabras, Lagertha esbozó una efímera sonrisa, seguida de un asentimiento con la cabeza.

Apenas un instante después, el Conde Ingstad, junto a sus más fieles escuderas, echó a andar con la intención de regresar al Gran Salón de Kattegat, donde pasaría las últimas horas antes de volver a Hedeby.

Drasil miró una última vez a Björn, cuyos labios se habían fusionado en un apasionado beso con los de su esposa, justo antes de girar sobre sus talones e ir tras sus compañeras, que ya se habían adelantado varios metros. 

Contuvo la respiración cuando sus iris verdes vislumbraron a la reina Aslaug, quien, en compañía de Ubbe y Sigurd, estaba despidiéndose de Hvitserk.

La muchacha tuvo que hacer un grandísimo esfuerzo para no componer una mueca de disgusto, ya que, pese a que nunca había hablado con ella, sentía cierta animadversión hacia su persona. Lagertha le había comentado en más de una ocasión que era una bruja y que había hechizado a Ragnar con su magia para que este se casara con ella.

Sin perder en ningún momento la compostura, Drasil pasó por su lado, aunque le resultó imposible que su mirada no se cruzase con la de Ubbe, a quien no le había pasado desapercibida su presencia.

El contacto visual entre ambos apenas duró unos segundos, pero fue suficiente para que el príncipe tuviera la oportunidad de regalarle una sonrisa cargada de significado.

El contacto visual entre ambos apenas duró unos segundos, pero fue suficiente para que el príncipe tuviera la oportunidad de regalarle una sonrisa cargada de significado

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Drasil respiró hondo, permitiendo que aquel aire tan puro se colara en sus fosas nasales e inundase sus pulmones. Estaba de cara al viento, oteando el horizonte, con la inmutabilidad de una estatua. Sus ojos no se apartaban del mar, del hipnótico movimiento de las olas, que iban y venían constantemente, haciendo que sus pies se hundieran en la suave arena de la playa.

Al contrario que Astrid y Eivør, quienes habían preferido quedarse en el Gran Salón, ella había optado por salir y dar un paseo por la costa. Esa misma tarde partirían de regreso al Condado de Hedeby, por lo que quería aprovechar al máximo su estancia en Kattegat, puesto que no sabía cuándo tendría la ocasión de volver.

Volteó la cabeza y miró por encima de su hombro, centrando su atención en los aldeanos que caminaban de aquí para allá, poniendo rumbo al mercado para hacer unas últimas compras o a sus hogares tras una larga jornada de trabajo. 

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