Capítulo II: Persecución

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Aya corrió hacia atrás del escenario. No había nadie allí, a excepción de un par de cuerpos quemados y un gran hoyo en el suelo metálico, como si lo hubieran derretido. Al fondo de la enorme habitación había un teléfono. Quizá era utilizado para cuestiones de logística dentro del teatro. Se acercó a él y marcó el número del departamento de policía. La voz de la operadora le contestó y ella habló con voz clara y fuerte.

―Habla la oficial Aya Brea. Tenemos una situación en proceso. Solicito refuerzos al Carnegie Hall de inmediato.

Recibió la respuesta al cabo de unos segundos.

―Aquí la central. Copiado, oficial. Los refuerzos van en camino.

Un poco más tranquila, colgó el teléfono y sacó del único bolsillo que le quedaba en su abrigo dos cargadores de pistola. «Qué suerte que no destrozó estos» pensó. Uno de los cargadores lo puso dentro de la pistola, el otro se lo guardó en el escote del vestido. Se quitó el destrozado abrigo y se preparó para saltar por el agujero en el suelo.

No alcanzaba a ver el fondo. Tomó uno de los cargadores vacíos y lo arrojó al agujero. El golpe se escuchó casi de inmediato, no había tanta altura. Se sentó en la orilla, con los pies colgando, respiró profundo y se dejó caer en la oscuridad. Aterrizó de pie en el suelo con un golpe seco, pero cuando levantó la mirada para ubicarse se sorprendió; a un par de metros delante de ella, se encontraba una pequeña niña rubia de cabello corto. No pudo distinguirla bien por la falta de luz, pero Aya hubiera jurado que iba vestida con lo que parecía una bata de hospital.

―Pequeña, ¿qué haces aquí? ―le preguntó― ¿Estás sola? Este sitio es peligroso, deberías irte.

La niña no respondió. Solo miró a Aya por un segundo, se rio con una voz dulce y se dio media vuelta para salir corriendo hacia una puerta que se encontraba detrás de ella. Aya vio como la pequeña se perdía en la oscuridad.

―¿Otra alucinación? ―se dijo en voz baja― Esa niña... no puede ser posible.

Se encaminó con cuidado a la puerta, que tenía arriba un pequeño letrero rojo luminoso que decía "Camerinos". La abrió lentamente, preparando su arma por si Melissa aparecía. Al otro lado había un largo pasillo, mejor iluminado y lleno de puertas. Aya resopló. Aquella parecía que iba a ser una noche muy larga.

Se acercó a la primera puerta a la derecha para leer lo que decía el letrero que había sobre ella; "Utilería". «No creo que esté aquí» pensó. Se dirigió a la siguiente; "John Brown" leyó en el cartel. Cuando iba a seguir a la siguiente puerta, escuchó un ruido que provenía del interior de esa habitación. Pateó con fuerza la puerta manteniendo el arma apuntada al frente. Pero dentro no estaba Melissa, sino uno de los actores ¡Estaba ileso! Aya sintió un pequeño alivio. El sujeto, que iba vestido de arlequín, dio un agudo alarido cuando Aya entró de golpe.

―¡Dios mío, qué susto! ―dijo Aya bajando el arma― No se preocupe, soy policía.

―!U-usted fue la que me asustó! ―tartamudeó el actor mientras se llevaba una mano al pecho―. Estaba preparándome para mi acto. ¿Qué hace usted aquí? Este lugar es solo para personal autorizado.

―Hubo un incidente hace un momento. Esta zona es muy peligrosa. Necesita evacuar ahora mismo ―respondió Aya intentando sonar lo más calmada posible.

―¡¿Qué?! ¿Está bromeando?―dijo el actor muy alterado― No pienso morir aquí esta noche. ¡Me largo!

No había terminado de pronunciar estas palabras, cuando ya se encontraba saliendo del camerino. Los pasos del actor se alejaron por el pasillo, pero se vieron interrumpidos por un terrible grito, que la hizo tensarse de nuevo. De inmediato salió al corredor solo para ver el cuerpo sin vida del actor en el suelo y ardiendo en llamas.

Parasite Eve: La Novela del VideojuegoWhere stories live. Discover now