Capítulo I: Combustión

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Acepto tu cita, pero con una condición.

―La que quieras, hermosa.

―Yo escogeré el lugar al que iremos.

Así que después de decir que deseaba asistir a aquel espectáculo de ópera y tener que soportar la protesta del chico, que tenía en mente una cena romántica en un lujoso restaurante ―con posible derecho a desayuno―, este terminó aceptando de mala gana. Acordaron en que pasaría por ella a las ocho de la noche.

Por suerte, no tuvo que quedarse hasta tarde en la oficina. Cuando el reloj marcó la hora de salida, Aya agradeció el tener tiempo para ir a casa, darse un baño caliente y descansar un poco antes de la que sabría, sería una velada extraña. Casi nunca asistía a eventos elegantes ―ni tampoco a ningún evento―, así que tenía solo un par de vestidos para ese tipo de ocasiones. Se decidió por el de color negro, sería más adecuado.

Faltando tres minutos para las ocho de la noche, el intercomunicador de su departamento sonó. «Genial, al menos es de los puntuales», pensó la chica. Se colocó la pistolera de muslo, en la que llevaba su ligera y siempre confiable beretta de 9 milímetros. No es que la fuera a utilizar, pero la vida como oficial de policía le había creado la costumbre de ir siempre armada a cualquier lugar. Por último, se puso una gruesa gabardina gris y bajó con calma los dos pisos hacia la calle. Cuando abrió la puerta del edificio, se quedó boquiabierta; había una enorme limusina blanca esperando por ella, mientras Alexander enfundado en un costoso y elegante traje, le abría la puerta trasera del auto. Llevaba su rizado cabello peinado hacia atrás y sonreía con cara de idiota. Aya despejó su mente y se decidió a darle una oportunidad. Después de todo, solo deseaba tener una noche diferente.

El auto se puso en marcha y al cabo de un rato llegaron al Carnegie Hall. El imponente edificio de color terroso y decoración clásica siempre hacía que Aya se sintiera intimidada y a la vez intrigada. Su fachada estaba iluminada por miles de luces navideñas y sus banderas decorativas ondeaban con la suave brisa de la noche. No podía creer que en todos sus años viviendo en Nueva York, no había tenido la oportunidad de conocerlo. El chofer estacionó el automóvil frente al luminoso teatro repleto de gente. Alexander se bajó de inmediato, le abrió la puerta a Aya y le tendió la mano para ayudarla a bajar.

―Bueno, aquí estamos ―dijo el muchacho con tono entusiasta cuando la chica estuvo de pie sobre la húmeda acera.

La noche estaba helada, muy oscura y caían algunos copos de nieve. Aya levantó la vista, miró el edificio y sintió un leve escalofrío.

―¿Qué pasa? Fuiste tú la de la idea de venir esta noche a la ópera ―objetó Alexander ante el repentino silencio de la chica.

Aya salió de su ensimismamiento y vio la cara inconforme de su acompañante.

―No lo sé... Yo solo... ―balbuceó Aya intentando excusarse, pero no consiguió las palabras― Tienes razón. Intentaré divertirme un poco.

―¿No te alegra estar aquí? ―le preguntó Alexander, recuperando su tono entusiasta― Incluso mi padre me consiguió los mejores asientos del lugar. ¡Anímate un poco! Ya verás que la pasaremos genial.

―De acuerdo ―contestó Aya decidida a enfocarse en el momento.

Pasaron las pesadas puertas de la entrada, guiados por uno de los guardias del teatro, que los llevó a través de un elegante pasillo de suelo alfombrado en rojo hasta la sala de conciertos. Cuando entraron, una iluminación tenue los recibió justo cuando daba inicio la obra. Se ubicaron lo más rápido que pudieron en sus asientos y las luces se apagaron.

El primer acto mostraba a un rey y a su hijo, un príncipe que discutía testarudamente, porque deseaba casarse con una mujer, pero su padre se lo prohibía. Una música trágica llenaba el ambiente de la repleta sala. La inmersión era total. En ese momento, entró a escena la actriz principal, Melissa Pearce. Lucía mucho más hermosa y radiante que en el aviso de periódico. Llevaba un bello vestido rojo escotado, que hacía juego con su largo cabello castaño y resaltaba su esbelta figura.

Parasite Eve: La Novela del VideojuegoWhere stories live. Discover now