─ Que me digas Yoongi.

─ Seyeong. Kim Seyeong.

─ Tienes una actitud y una manera de vestir y hablar bastante occidental para tener nombre coreano.

─ ¿Qué te parece si entras, me acompañas mientras como y te cuento porque soy tan occidental?

─ Me apunto. ─ dijo entrando en mi cuarto.

Fue divertido, porque entró como si la confianza entre los dos fuera infinita, eso me gustaba de la cultura occidental. En nuestro país no necesitabas hablar demasiado con alguien para poder pasar un buen tiempo con esa persona. De hecho con Lisa fue una conversación el primer día de clases y nos volvimos inseparables.

No sé a lo que dedicaba el Teniente Min, pero estaba seguro que mundo había recorrido. Debía ser agradable poder hablar con él, con su actitud segura y serena. Quizá lo invité a pasar porque era lo que necesitaba, seguridad y calma en ese momento.

Hablamos poquito mientras yo comía. Él simplemente me miraba como si fuera una pieza de museo, como si fuera la primera vez que que pasa tiempo a solar con alguien como yo. Quizá era un hombre hambriento de sabiduría, quizá le encantaba conocer sobre diferentes culturas... Mirarlo a la cara era saber que ocultaba millones de cosas interesantes. Que era como un tesoro que debía ser descubierto.

Y yo lo quería.

Yo lo quería descubrir.

Quería saber qué pasaba por su mente, que pasado tenía, en qué trabajaba, si tenia novia o esposa, si tenía hijos o qué pensaba sobre ellos. Quería saber en qué trabajaba, cuantos idiomas hablaba o si le gustaba la música.

Me sentía Colón y el Teniente Min era mi América. Y no, no robaría nada de él, simplemente quería descubrirlo y ver las maravillas que había en él.

Mis propios pensamientos me sorprendían. No sabía si aquello contenía algo romántico, pero jamás me había pasado.

Verlo con uniforme lo hacía ser un hombre duro, difícil y quizá malhumorado, pero la ropa que llevaba mientras yo comía era otro rollo, podía jurar que tenía mi edad, que le gustaba el rap y las fiestas, que quizá pasaba de mujer en mujer y que le encantaba la comida chatarra.

Dejé las suposiciones de lado y fui yo misma, desinhibida y sin vergüenza, quería descubrirlo y lo haría, y sobretodo, nada me pararía.

─ ¿Me miras tanto porque...? ─ pregunté.

─ Hacía tiempo que no estaba a solas con una mujer que no fuera mi madre. ─ respondió sinceramente y eso me gustó.

Me gustaba la gente sincera, que no tenía pelos en la lengua y que a pesar de que podía decir una cosa muy vergonzosa o patética la decía igual, porque le importaba una mierda lo que los demás pensaran.

Tarde en contestarle, quería crear una conversación amena y hacer que no se fuera, porque me sentía sola y abandonada, quería coger el primer clavo ardiente que pasara delante mío y el Teniente Min era el indicado.

Misterioso y serio. Me encanta.

No estaba engañando a Johan con mis pensamientos, en absoluto, simplemente quería descubrir lo que tenía delante, no me enamoraría de él y mucho menos tendría relaciones sexuales, tampoco crearía una dependencia hacía él. Simplemente me parecía un hombre agradable, y fácil de tratar.

─ Me tienes que decir cómo que eres tan occidental. ─ dijo interrumpiendo mis pensamientos.

─ Es fácil, fui adoptada por una pareja europea hace diez años, desde entonces que he vivido allí.

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