8. Parálisis sensorial

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–Solo digo que no tiene sentido –afirmó Jane.

–Si tiene sentido, es solo que no lo ves desde la perspectiva correcta. Piénsalo un poco –antes de que Alec pudiera leer el párrafo que provocó la discusión, se abrió la puerta de la biblioteca, dejando paso a los líderes Vulturis.

–Queridos, que alegría verlos juntos –Aro sonrió feliz.

–Sería extraño verlos separados.

–Maestros –los hermanos se pusieron de pie e hicieron una reverencia a los líderes vampiricos.

–Tenemos una mision para vosotros. Necesitamos que vayan a Florencia para controlar a un reo que esta causando problemas.

–Si Maestro.

–Será vuestra primera misión, espero que lo hagáis bien.

–Si Maestro.

Los líderes Vulturis se fueron y Jane sonrió feliz. Era la primera misión que se les asignaba y ella estaba ansiosa porque quería hacerlo bien. Por otro lado, Alec estaba resignado. El prefería quedarse en la biblioteca leyendo en lugar de ir a controlar a unos neófitos desequilibrados. Ambos se pusieron de pie en el mismo momento y se fueron a sus habitaciones, una frente a la otra para no estar muy lejos. Jane se colocó su capa y se miró en el espejo, orgullosa de ver su reflejo, el negro de la tela contrastando violentamente con su pálida piel y su cabello dorado. Alec también se colocó su capa, solo que el lo hizo automáticamente. Una vez que estuvieron listos, salieron de sus habitaciones y se dirigieron a Florencia.

El viaje ocurrió sin ningún tipo de inconvenientes. Alec iba tranquilo, aunque internamente tenía un mal presentimiento. Jane se sentía alegre e iba relatando a su hermano todo lo que haría cuando el reo estuviera delante de ella. También le iba diciendo que es lo que el iba a hacer. Alec la escuchaba pacientemente, dejando que ella fuera feliz con sus ilusiones.

Una vez que llegaron al lugar acordado, ambos tuvieron la sensación de que algo estaba mal. No había nadie en el lugar. Los hermanos se miraron, completamente confundidos, sin sabr que hacer. A pesar de que estaban solos en el lugar y la hora correcta, ambos se sentían preocupados. Había una sensación de peligro en el aire que era desconcertante.

–Creo que es mejor irnos –comenzó a decir Alec, sin embargo algo los detuvo.

Una decena de vampiros rodearon a los gemelos. No se parecían en nada a los vampiros refinados que estaban acostumbrados a ver. Estos vampiros tenían la ropa sucia y rota, sus miradas eran desquiciadas y un aire de peligro los envolvía.

–Pero miren lo que tenemos aquí, un par de niñitos.

–Ustedes no nos dan miedo –dijo Jane firmemente.

–Oh, la pequeña nos amenaza, que miedo –los vampiros se rieron y rápidamente uno de ellos comenzó a gritar a causa del don de Jane–. ¿Pero qué...?

–No les tenemos miedo, ustedes deberían tenernos miedo.

–Chicos, démosle una lección a esta niña traviesa –dijo el vampiro que había estado hablando.

Antes de que ella pudiera hacer algo, cuatro vampiros cayeron sobre ella. Ella intentó resistirse a sus atacantes pero cada vez eran más quienes la atacaban. Algunos intentaron quitarle la ropa pero ella trataba de golpearlos, sin mucho éxito. Desesperada al ver que la superaban empezó a gritar pidiendo ayuda.

Alec al ver a todos los vampiros se paralizó. No era capaz de hacer algo, ni siquiera escuchó el intercambio de palabras entre su hermana y el jefe de la banda de vampiros salvajes. Un grito lo hizo volver a la realidad y salir de su ensimismamiento. Contempló el caos delante de él y como atacaban a su hermana.

Algo se agitó en su interior. Ver a su hermana menor siendo atacada fue suficiente para que una furia enloquecedora se apoderara de el. Ver como los hombres estaban quitándole la ropa hizo que un gruñido se escapara del fondo de su pecho. La vista de Alec se tiño de rojo y un cosquilleo apareció en sus manos. Instintivamente, extendió sus brazos, dejando sus palmas expuestas. La furia lo consumía y un último grito de auxilio de Jane fue suficiente para que una niebla empezara a salir de sus manos.

Dicha niebla era casi transparente. Como sí tuviera vida propia, se dirigió a los agresores y con gran parsimonia, se extendió y envolvió a los vampiros salvajes. Éstos, al estar en contacto con la niebla, perdieron el conocimiento. Jane observó con gran admiración la niebla de su hermano, accidentalmente la tocó y perdió el conocimiento. Al ver que todos estaban en el suelo, Alec se acercó y empezó a desmembrarlos para poder prenderlos fuego. Una vez que terminó, trató de calmarse y vio a su hermana en el suelo. Asustado, se acercó a ella y quiso alejar la niebla. Cuando comprendió que el era el causante de la niebla, se alejó y rezó para que esta desapareciera. Una vez que la niebla se alejó de Jane, ella recuperó el conocimiento. Vio a su hermano asustado y se acercó a el, teniendo bastante cuidado de no tocar los restos de la niebla.

–Alec, ¿estás bien?

–¡Jane! –exclamó con alegría– ¡Estás viva!

–Bueno... En realidad no estamos vivos, pero tampoco estamos muertos –sonrió.

–Ya lo se, me refiero a que estas consciente. Yo... Lo siento mucho. Jamás quise hacerte daño y por un momento temí que estuvieras muerta.

–Fue extraño. Por un nomento estaba siendo atacada y de la nada perdí los sentidos. No podía ver, hablar, oír, no podía hacer nada, era como si de la nada me hubiera sumergido en un mundo oscuro y libre de dolor. No se cuanto tiempo paso, pero de pronto recupere todos mis sentidos y vi tu niebla alejarse.

–¿Mi niebla? –preguntó el confundido.

–Si. Hermano, tienes un don –exclamó feliz y lo abrazó.

–¿Tengo un don? Oh Dios, tengo un don, ¡tengo un don!

Luego de abrazarse mutuamente, volvieron al palacio para contarle las novedades a sus Maestros. Aro, luego de ver los pensamientos de los gemelos, felicitó a Alec. Marcus y Caius también lo felicitaron y lo animaron a practicar para aprender a controlar su don.

Una vez que los gemelos se fueron, Caius felicitó a Marcus.

–No puedo creer que tuvieras razón. Alec solo necesitaba ver a su hermana en peligro para atacar.

–Se los dije. El lazo que los une es muy fuerte y ambos darían la vida por el otro en caso de ser necesario.

–Aún así fue arriesgado y casi no funciona.

–Creo que estamos equivocados –señaló Aro–. Jane tiene un don bastante sádico y práctico, pero lamentablemente solo puede usarse con una persona a la vez, mientras que Alec puede expandir su niebla y atacar a muchas personas al mismo tiempo.

–¿Qué quieres decir? –preguntó Caius con verdadera curiosidad.

–Que Alec es mucho más poderoso que Jane. Es a el a quien debemos cuidar, en una batalla, el es nuestra arma más poderosa.

Segunda oportunidadWhere stories live. Discover now