9- Helena

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Todas las miradas están puestas en Kay, que está radiante después de haber recuperado su cuerpo. Incluso aunque la ropa le ajuste un poco de más y los rizos castaños se le peguen a la cara por la humedad.

Supongo que eso significa que nuestros deseos también se cumplirán. Que podemos regresar a casa.

–Creo que es nuestro turno.

La voz de mi padre, que nos rodea a mi madre y a mí con los brazos, me devuelve a la realidad. Si funciona, una vez en Jaipur todo lo que hemos vivido se convertirá en poco más que un extraño sueño.

–Tenemos que pensar qué contaremos cuando volvamos al palacio. No estoy segura de que nos crean si decimos la verdad.

–En realidad... teniendo en cuenta todo lo que ha ocurrido, y que ya hemos descubierto secreto de Bhangarh, lo más sensato sería regresar a Inglaterra –responde.

–Te recuerdo que te escapaste. Ya es hora de que te llevemos de vuelta –añade mi madre, en un tono que no admite réplica.

Me siento como si me hubieran echado un jarro de agua fría. Quería quedarme en Jaipur. Quería quedarme con Arshad.

Le veo algo apartado, mirando el lago con aprensión, y me acerco a él decidida a contarle que debemos despedirnos en ese momento.

–Volvemos a casa. A Inglaterra –le espeto directamente.

–Pero no... No podéis marcharos así –protesta–. No hemos tenido la oportunidad de hablar.

–Aún tenemos unos minutos –le animo, notando cómo se me acelera el pulso esperando lo que vaya a decir.

Pero él simplemente niega con la cabeza, serio.

–Así no. No como un adiós. Quizá cuando volvamos a vernos.

–Estás muy seguro de que será así.

Esboza una sonrisa algo triste.

–Haremos que así sea.

–Podrías venir con nosotros –le ofrezco, sin pensar.

–Sabes que no puedo. Tengo demasiadas responsabilidades en mi ciudad. No puedo desaparecer sin más.

Resoplo, resistiéndome a despedirnos tan pronto. Y entonces, se me ocurre.

–Usaré mi deseo para esto –le digo, cogiéndole las manos.

–¿Y cómo vas a volver entonces? –me pregunta alarmado.

–Tal vez mis padres puedan pedir eso por mí. Regresar conmigo a Inglaterra. Entonces yo podría desear que nuestros caminos vuelvan a cruzarse algún día.

En esa ocasión sonríe de verdad y me cerca más a él, besándome en la frente.

–Entonces simplemente trata de no martirizar a nadie en mi ausencia.

–Y tú prueba a no ser tan estirado sin necesidad de que te lo recuerde a todas horas.

El sarcasmo no puede esconder del todo la punzada de la separación y no sabemos qué más decir mientras nos perdemos en los ojos del otro hasta que mi padre me llama, impaciente.

Echo a correr hacia ellos para no hacerlo más difícil y, sin entrar en detalles, le explico a mi madre al oído que debe incluirme en su deseo. Asiente sin decir nada mientras me recoge el pelo detrás de la oreja con una mueca y su mirada se desvía hacia Arshad.

No puedo evitar volverme yo también mientras me despido distraídamente de los demás con mis padres.

Me acerco a mi madre de nuevo y nos sumergimos en el agua de la mano con mi padre a nuestro lado. Confiando en que su deseo será suficiente para llevarnos a las dos de vuelta, pido el mío.

"Que volvamos a vernos".

No sé si ha servido de algo ni si lo he hecho bien, pero confío en que de una forma u otra suceda. Y que no tarde mucho tiempo.

Lo que sí noto es una especie de corriente en el agua, que va cogiendo cada vez más fuerza hasta que parece un torbellino y empieza a tirar de nosotros hacia el centro. Cojo las manos mis padres, algo asustada, mientras nos termina de succionar.

Mareada y algo dolorida después de unas cuantas sacudidas, me atrevo a abrir los ojos cuando por fin el movimiento ha parado.

No sé muy bien qué esperaba, si otro lago o aparecer en el centro del río. Pero, desde luego, no me esperaba que llegáramos directos a nuestro salón.

–Es un alivio estar en casa –murmura mi padre–. Menos mal que los tres lo hemos pedido juntos y hemos llegado bien.

–Claro, querido –responde mi madre con una mirada cómplice en mi dirección–. ¿Qué otra cosa íbamos a pedir?

Subo directa a la ducha y me quito los empapados restos del sari, que cuelgo para que se sequen. Es un recuerdo que quiero conservar lo mejor que pueda.

–Vaya, preocupándote por cuidar tu ropa. Quién lo diría –oigo a mi madre a mis espaldas.

Decido ignorar el comentario y sigo concentrada en estirar la tela.

–El deseo de Kay se cumplió, y el de tu padre y el mío también. Tranquila, seguro que el tuyo se hará realidad antes de lo que te imaginas –continúa.

Me giro hacia ella tratando de retener las lágrimas.

–Ojalá tengas razón –suspiro, dejando que me abrace.

–Claro que sí. Además, aunque el lago no funcionara, no hace falta magia para coger un barco. Pero la próxima vez hazlo con nuestro consentimiento –me reprende, secándome las lágrimas que han empezado a caer–. O al menos con el mío, porque tu padre no parece muy colaborador.

–¿Qué es lo que le molesta tanto?

–Nada en concreto. Sólo necesita tiempo para asimilar que has crecido.

Me asomo a la ventana y observo las pocas Estrellas que la contaminación deja ver en la ciudad. Aquí brillan tanto como en Rydia o a bordo del Estrella Fugaz y por un momento tengo la corazonada de que aquí también están escuchando.

Como una confirmación, una Estrella fugaz cruza la ventana y logro sonreir.

Sustituyendo la pena por esperanza, me pregunto si Arshad estará ya en su palacio dando explicaciones y poniendo orden. Me imagino la escena y justo después me imagino esa conversación que tenemos pendiente.

Volviéndome hacia las estrellas de nuevo, les pido un último favor "Haced que sea pronto".

La Ciudad de los LadronesWhere stories live. Discover now