Epílogo II: Tensión Sexual No Resuelta (por Bear)

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Alba y Gabe se miraron desconcertados mientras Ayla tomaba asiento al lado de Bear:-Venga, ¡qué es para hoy!-en la vida, Bear había visto a Ayla sujetar algo con tanta ímpetu como aquella copa de vino. Los aludidos enfilaron decididos por el camino de adoquines hacia donde les había indicado Ayla-¡Y no hagáis mucho ruido, mi hermana está durmiendo al lado!Ayla tiró la cabeza hacia atrás, dejando que su cabello cayera como una cascada de rizos rubios y rojizos.-Diez pavos a qué esta noche esos dos se acuestan.-dijo en tono travieso.-¿Pero qué tonterías dices?-respondió Bear embelesado por como la luz recortaba a la perfección la silueta del pecho juvenil y altivo de Ayla.-Tienen muchas cosas de que hablar, pero ninguno de los dos quiere hacerlo, así que para no tener que enfrentarse el uno con el otro, follarán. Igual que nosotros.Bear casi se atraganta al oír aquellas palabras. Notó como el ardor le subía por las mejillas y un escalofrío le recorría la columna vertebral.-No me malinterpretes.-rio ella-Quiero decir que entre nosotros siempre ha habido TSNR, pero ninguno se atreve a hacerle frente.-Matt te echa de menos.-Bear cambió de tema radicalmente, no le gustaba por donde se estaba encaminando la conversación. Nervioso, se apartó un mechón de pelo rubio de la cara-Ahora que mamá está mejor, papá y él están buscando un nuevo terreno donde vivir, han visitado fincas en Colorado y en Washington. Matt habla mucho de construir una cabaña juntos, una cabaña de dos pisos con un porche en la entrada-Bear había escuchado tantas veces aquella historia que prácticamente podía recitarla de memoria-también habla de celebrar una boda bajo un arco de flores... y en un par de años tener uno o dos chiquillos correteando por allí.-Matt está como una cabra.-escupió Ayla en un tono que casi parecía despectivo-Bear, acabo de montar una empresa, ¿crees que tengo tiempo para pensar en construir una casa o en tener críos? Ni siquiera puedo pensar en una boda...-Pero, es el sueño de Matt...-respondió él sintiéndose culpable.-Tú lo has dicho, es el sueño de Matt. No el mío. No he luchado estos últimos años para apalancarme en una cabaña de madera el resto de mi vida. No soy una yegua de cría, no pienso pasarme el día en casa cuidando niños mientras Matt caza y pesca.-Entonces, ¿qué quieres hacer?-Quiero vivir.-una mano traviesa se posó como la seda sobre la rodilla de Bear. Podía sentir su calidez recorriéndole el cuerpo. El aleteo de una mariposa se le escapó de entre los labios.-Perdona que no te comprenda del todo, Ayla.-hasta ese mismo instante, el sueño de Bear había sido el mismo que el de ella: vivir, pero desde que se había alejado de su adorado hogar, sentía un vacío en su interior, un espacio en blanco que no sabía cómo rellenar-Pero desde que me fui de Alaska que no pienso en otra cosa: Bam y Noah tienen novias, Gabe salta de flor en flor como una abeja y Matt, Matt te tiene a ti.-pronunciar aquello le había costado más de lo que se pensaba.-Te comprendo, todos tus hermanos tienen novia, todos excepto tú."No exactamente, mi hermano mayor te tiene a ti, y eres lo más parecido que me queda a lo que más amo en el mundo".-Mi novia es Alaska.-rio él intentando quitarle hierro al asunto y pensando en aquel primer y mágico baño con Ayla, hacía ya tanto tiempo. Fijó la vista en el plato de comida de Ayla, y para su sorpresa, lo encontró lleno-Ayla, no has comido nada.-prosiguió él preocupado.Ella sonrió pícara. No había apartado la mano de su muslo y sentía las palpitaciones oprimiéndole las arterias y rebotándole en la sien. Se secó las manos sudorosas contra el pantalón. Su mano estaba tan cerca de la suya...-No puedo sacarte de mi cabeza, desde el día que me salvaste la vida.-confesó ella ante un cada vez más atónito Bear Brown- En aquel momento, en que apareciste ante nosotros, con el pelo empapado y el arma humeante entre las manos.-Ayla cerró los ojos y dejó escapar un suspiro mientras presionaba levemente el muslo de él. La respiración de Bear cada vez era más rápida, le ardían los pulmones como si se hubiese pasado el día corriendo y trepando por el bosque. Se pasó la mano por el pelo, nervioso, y se encontró recubierto de sudor gélido, con los ojos heterocrómicos de Ayla fijos en los suyos, perdidos y atontados-En aquel momento quería irme contigo, quería refugiarme en el calor de tu pecho y sentirte muy cerca, sentirme a salvo... Pasé varios días pensando en que, probablemente, me había equivocado de hermano.A Bear le estaba a punto de estallar el corazón del pecho:-Creo que has bebido demasiado vino.-sonrió al verla sorber el preciado líquido dorado de su copa de vidrio y entre temblores por aquella inesperada confesión.-No, que va, es solo vino, lo peligroso es la ginebra.-Ayla tenía los ojos vidriosas y las mejillas iluminadas.Se levantó de la silla de un salto, apuró la copa de vino y se quitó las zapatillas. Se arremangó los vaqueros y dando cabriolas se dirigió al césped del patio. Bear la miró anonadado, no era propio de Ayla ser tan espontánea, es más, destacaba por su paciencia, por pensarse las cosas antes de actuar. Agarró la copa de ella y la olfateó, arrugó la nariz y una arcada le recorrió la garganta ante aquel olor tan amargo y rasposo que emanaba de los restos del líquido dorado. No lograba entender como la gente perdía la cabeza por algo que olía tan mal: Matt lo había hecho, y parecía que Ayla iba por el mismo camino.La buscó en la oscuridad y la escuchó chapotear, se había metido en la fuente y jugaba con el agua. Bear no pudo disimular una sonrisa.-¿Qué haces ahí dentro? Haz el favor de salir del agua...-Venga Bear, hace mucho calor, y sé que tú te estás muriendo de ganas. El agua está buenísima, y a cada hora se encienden las luces y el agua parece un arco iris. Metió las manos en el agua y dejó que le empapase el cuerpo mientras danzaba con los brazos en arco.-Ayla, lo digo muy en serio. Sal de ahí.-Bear intentaba parecer formal pero no podía parar de reír.-¿El intrépido y salvaje Bear tiene miedo a mojarse los pies?-la muchacha le salpicó-¡Oh no! El agua sucia de California es demasiado para un Brown de Alaska, ¡Socorro! Qué alguien me salve. El agua está fría.-comenzó a burlarse Ayla mientras Bear se acercaba lentamente hacia la fuente, con las manos dentro de los bolsillos y una sonrisa tímida entre los hoyuelos.-Sube el volumen. Me encanta esta canción.-hasta ese momento, no había apreciado el refinado acento británico en el inglés de Ayla, aquello le llevó a pensar que si él se sentía lejos de casa, no podía imaginar lo nostálgica que podía llegar a sentirse ella.Bear obedeció. La voz masculina del Ipod se mezclaba con los graves tarareos de Ayla, que complementaba su actuación con torpes pasos de baile que realizaba mientras chapoteaba.When your legs don't work like they used to before. And I can't sweep you off of your feet. Will your mouth still remember the taste of my love? Will your eyes still smile from your cheeks?Era una canción lenta, que recordaba a un baile de salón clásico, pero con un ritmo dinámico y un precioso acento británico guiando la melodía.El reloj marcó las once en punto de la noche. Se encendieron las luces de la fuente y Ayla siguió danzando, entre gritos de alegría y libertad bajo aquella cascada de arco iris. Bear comenzó a pensar que en realidad el alcohol no era una cosa tan mala. Hacía que Ayla se desfogase, se sintiese libre. Estaba cansada de vivir su sueño, esa maldita editorial la obligaba a comportarse como alguien que no era. Y la conocía lo suficiente como para saber que eso era lo que más odiaba... Además, seguía conmocionado por la confesión de la que era, (según fuentes semi canónicas, es decir, Gabey) la prometida de su hermano Matt. "Se había equivocado de hermano..." "Los borrachos y los niños siempre dicen la verdad". Sus ojos verdes brillaban bajo la luz de los faroles.Se detuvo frente a la fuente, Ayla estaba empapada, el cabello castaño rojizo se le pagaba a las mejillas mientras la camiseta se le ceñía al cuerpo como una segunda piel, dejando poco que ocultar a la imaginación.-Es hora de que salgas de ahí y te metas en la cama, jovencita.-siguió Bear intentando aguantar la risa.-Ayúdame a salir, por favor.-dijo ella algo más calmada, pero con las mejillas enrojecidas y los ojos brillantes.Le dio las manos a Bear, subió un pie sobre el borde de la fuente, pero cuando fue a alzar el otro, se tropezó y cayó sobre él. Él la sujetó contra su pecho para intentar alzarla, pero ella no hacía ademán de intentarse levantar. Sus cuerpos se pegaron por la ropa húmeda.-Mírame, estoy hecha un desastre.-susurró Ayla. Bear la apartó un mechón rebelde de la frente.-Yo creo que estás perfecta.-pensó en voz alta en aquel momento en el que el tiempo se detuvo solo para que él gozase unos instantes más de la proximidad de su cuerpo.Entonces ella tiró de la camiseta de Bear y le atrajo hacia sí, cayeron al suelo, de manera que ambos quedaron tumbados sobre la hierba fresca, él sobre ella, apenas iluminados por las lejanas bombillas del porche. Sentía los dedos largos de Ayla enredándose en su cabello color oro líquido mientras sus labios se buscaban con desesperación. Le invadió la garganta aquel regusto amargo a vino, mezclado con la tibieza que desprendía su boca. Sus labios fibrosos abarcaban con totalidad los suyos: finos y delgados, los mordían, los lamían, los succionaban...Se separó de ella bruscamente, el pecho le ardía y el corazón le latía más deprisa que en toda su vida. Le faltaba el aire y le sudaban todos los poros del cuerpo. ¿Qué estaba pasando?Logró apartarse de ella, aunque las puntas de su cabello le rozaban las mejillas sonrojadas, los dedos de ella le acariciaban el rostro suavemente, con la yema de los dedos, casi como si le rozase con el alma. Los ojos de Ayla brillaban con luz propia, y ya volvía a tener esa expresión perdida en la mirada, aquella que ponía cuando quedaba hipnotizada por él:-Tienes unos ojos preciosos, Bear Brown. Profundos como pozos...-confesó ella en aquella noche en vela.Entonces él comprendió que en ese momento, era suya, Ayla era suya, la había atrapado. No era de Matt, era de Bear. Y no tendría oportunidad como aquella en su vida. No pensó en su hermano, tampoco pensó en ella, únicamente pensó en Alaska: una fría corriente de aire fresco erizándole el pelo de los brazos, y Ayla, empapada, estrechándose contra su pecho.-Deberíamos irnos a la cama.-dijo él.-Creo que esa es la cosa más sensata que has dicho esta noche.-el aliento sabor a vino se coló entre una sonrisa.Cuando quiso darse cuenta, las piernas de ella se enroscaban como serpientes alrededor de su cintura y su boca y su pelo frente a su rostro no le permitían distinguir los escalones que ascendían hasta el apartamento de Ayla, situado en la antigua guardilla de la casa. Ella abrió con su llave que se extrajo de los vaqueros ajustados, Bear le rodeaba la cintura y le besaba el cuello, dificultándole la tarea. Ayla estuvo a punto de tropezar y rio exageradamente, le ardían las mejillas. El exceso de vino y la poca comida habían hecho estragos importantes en ella.El apartamento estaba a oscuras, apenas la luz de la luna se filtraba por las cortinas de hilo gris semitransparentes. El loft estaba pintada de ese color, y dominaba la estancia una gran cama con sábanas de color gris oscuro. A su alrededor había un armario y una cómoda, y dos mesitas con lámparas con pantalla a juego con los tonos de la habitación. Al otro lado, había una pequeña cocina con barra americana y taburetes, un sofá y una televisión colgada de la pared. Bear buscó a tientas el interruptor, pero entonces Ayla le susurró algo al oído:-No enciendas la luz.-su voz era sensual y excitante. Bear se mordió el labio inferior cuando ella le rozó la oreja con la boca.Se descalzaron dando patadas a las zapatillas, que quedaron distribuidas desordenadas por la estancia sobre la moqueta sedosa que silenciaba sus pasos. Ayla se deshizo de la camisa de cuadros, dejando a la vista su pecho altivo y juvenil, visiblemente marcado por la camiseta de tirantes ajustada, empapada por su baño en la fuente. Sus hombros estrechos y el atractivo tatuaje en forma de tres dragones que le recorría parte del brazo y del hombro izquierdo. Ella le quitó la camiseta bruscamente por encima de la cabeza, le agarró de la nuca bruscamente y le besó en la boca con pasión e incluso llegó a morderle. Después descendió por el cuello y acarició con labios y dientes cada uno de aquellos músculos potentemente trabajados, Bear se dio cuenta al fin de que tantos años de duro entrenamiento por fin habían valido para algo. Acarició con firmeza sus brazos, deteniéndose en el tatuaje en forma de cruz, que presionó con fuerza y le rodeó la espalda ancha y musculada, con la palabra Extreme grabada a fuego sobre los hombros.Era una imagen perturbadora a la vez que perfecta, ideal para escenificar un cuadro de Klimt. Ambos tenían más o menos la misma altura, siendo él algo más alto: Bear tenía el cabello lacio y rubio y los ojos oscuros. El pelo de Ayla se ondulaba graciosamente y era de color castaño rojizo, mientras que sus ojos eran verde oliva de otoño. El cuerpo de él, de piel ligeramente tostada y músculos esculpidos en puro mármol envolvía con cuidado el de ella, más frágil y con provocativas curvas en pecho, cintura y cadera.Las manos de Bear se deslizaron por su cintura, y mientras ella se debatía para desabrocharle el pantalón, intentó subirle la camiseta.-No.-respondió ella seca-Déjala así.Y sin hacer ningún movimiento brusco más lo empujó contra la cama. Torpemente y con poca destreza se quitaron los vaqueros mutuamente. Ella llevaba una prenda basta, de color negro y de algodón. Había soñado con ese momento, los muslos flácidos de Ayla le envolvían una pierna, sentía su calor, su excitación, sus ganas... Intentó desnudarla de nuevo, pero ella se negó otra vez a quitarse la camiseta. La dominó con relativa facilidad y se inclinó sobre ella para besarla con pasión. Le besó el pecho y le descubrió el ombligo y el sugerente tatuaje para succionárselo mientras ella reía. Un suspiro de excitación se le escapó de la boca cuando él, con manos sudorosas y entre temblores le mordió la cara interior del muslo. Ella lo apartó de ahí inmediatamente, pero Bear insistió e introdujo sus dedos callosos en el interior de ella: la notó húmeda y dispuesta, sus músculos se contraían nerviosos ante aquella presencia extraña. Resultaba excitante. Rodeó su cintura con las piernas mientras se las ideaba para desnudarse cuando ella le detuvo otra vez colocándole la mano en los labios.-Hay condones en el cajón de la mesilla.Bear la miró desconcertado. Y entre la oscuridad, abrió el cajón que ella le indicaba, con mirada pasiva y el pelo revuelto por sus pasionales caricias. Cogió el plastiquito rosa, pero estaba tan nervioso y las manos le sudaban tanto que se le resbaló. Se mordió el labio histérico y cerró los ojos deseando que eso solo fuese una horrible pesadilla.Una mano suave se posó sobre su brazo, cubierto de escaso vello rubio.-¿Necesitas ayuda?-le susurró Ayla al oído mientras agarraba el plastiquito y lo rasgaba con los dientes. Se sentó sobre él y Bear tuvo que esforzarse por controlarse mientras ella le acariciaba en aquella parte tan íntima.Igual que había hecho con la camiseta, tampoco se deshizo de la ropa interior, únicamente se la apartó un poco para dejarle entrar. Lo único que sintió él fue un molesto roce y una extraña sensación cuando sintió que estaba dentro de ella. El rostro de Ayla tampoco manifestó deseo alguno, ni placer, ni siquiera asco o repulsión, es más, estaba ausente, perdida, como si estuviese pensando en otra cosa, o en otra persona. Intentó besarla, envolverla con sus brazos para entrar en calor, pero lo único que consiguió fue que un amargo sabor a bilis le surcase la garganta y cuando intentó que sus manos se colasen por el interior de su camiseta, ella lo apartó de nuevo bruscamente."Déjame verte, por favor, necesito verte".-pensaba él en la oscuridad algo que no se atrevía a pronunciar en voz alta por miedo al rechazo de aquello que deseaba con tanta ímpetu.El resultado fue desastroso: Bear se había hecho tantas expectativas con aquel momento que lo había idealizado demasiado. Además, la insistencia de Ayla de no desnudarse y la impotencia que sentía él por no poder verla totalmente en su plenitud. Tocar sus pechos, morderlos y recorrer con sus manos las voluptuosas caderas y reseguir hasta la depresión de la cintura. Todo aquello le volvió loco. Ayla se resistía a sus caricias, a sus besos y aunque no demostró repelús en ningún instante. Él la sintió lejos, muy lejos de allí, casi tan lejos como sentía a Alaska, y ya solo podía verla cuando cerraba los ojos y se imaginaba como el gélido viento le rasgaba los labios, como los dedos de Ayla le acariciaban el rostro. En su mente, seguía aquella despedida:-Si tuviese corazón, podría verte amado.-Ahora lo comprendía: podía besarla hasta inundar su boca con su lengua, o hacerle el amor con todo el cariño y la pasión del mundo, pero Ayla nunca sería suya, porque no podía poseer su corazón, ella jamás se lo entregaría, porque ya lo había entregado a otra persona.Y es que Ayla Hurst era un saco de piel y huesos por fuera, un trozo de carne que cualquiera podía catar, pero su interior, su auténtica esencia, aquella solo la reservaba para una clientela muy selecta. Y aunque se lo pasasen muy bien juntos, para ella, no sería más que un pasatiempo carnal. Pero, pensándolo mejor... ¿No era aquella una buena solución?-pensó Bear mientras Ayla le daba la espalda y se acurrucaba entre las sábanas.* * *Bear despertó a la mañana siguiente, a primera hora, justo cuando los rayos de sol se empezaban a colar entre las cortinas de las ventanitas arqueadas. Se frotó los ojos y se pasó los dedos por el pelo liso y dorado, intentando recordar lo que había sucedido la noche anterior. Había sido un sueño. Había sido todo un maldito sueño... Alargó la mano entristecido hacia el otro lado de la cama, para encontrarlo frío y vacío. Acarició el aire como si de verdad allí hubiese estado una persona durmiendo a su lado, sin tocarse, con los ojos vidriosos y la nariz enrojecida y aquella sonrisa entre tierna y pícara. Incluso las sábanas mantenían el inconfundible aroma dulzón de su pelo. Si él pudiese, también guardaría el olor de Ayla. La mano de Bear se movió suavemente en el aire, como si le acariciase los rebeldes mechones y se los colocase tras la oreja. Se incorporó ante una habitación muy luminosa, pintada de gris claro que daba vueltas y más vueltas en su cabeza. Tenía miedo de intentar recordar lo que había sucedido la noche anterior. Quería irse a casa, no a California, sino a su verdadera casa.Intentó recordar donde había dejado su ropa. Vio su camisa de camuflaje junto a la puerta, los zapatos estaban dispersados en direcciones contrarias. Ni rastro de sus vaqueros, pero sí de unas deportivas húmedas y desgastadas... "Este es el apartamento de Ayla". Bear Brown saltó de la cama de un salto y se puso la camisa y en un intento rápido de localizar el resto de las prendas de ropa, la escuchó hablar tras él...Ella estaba sentada en la barra de la cocina, al otro lado del loft, llevaba puesto un pantalón corto elástico de color gris oscuro y una camiseta de algodón blanca. Su pelo estaba recogido en un moño mal logrado, estaba de espaldas a él, con el teléfono móvil pegado en la oreja:-Me alegra oír tu voz.-le susurró con dulzura a su interlocutor- Parece que ya estás mejor... ¿cómo va esa gripe?A Bear no le costó darse cuenta de que era su hermano Matt el que se encontraba en la otra parte de la línea telefónica. Silencioso como un cazador se sentó delante de Ayla, había preparado el desayuno para ambos, (bueno, probablemente lo hubiese ido a buscar a la cafetería). Había café en un vaso desechable para ella y una botella de zumo de naranja para él: dos platos de papel con huevos revueltos y beicon prefabricado y una bolsa con rosquillas glaseadas. Bear se bebió el zumo mientras Ayla terminaba de hablar por teléfono:-Ojalá estuvieras aquí. Te echo mucho de menos... ¡Sí! Bear y Gabe me dieron una gran sorpresa. Es genial tenerlos por aquí, correteando como niños y haciendo mil preguntas mientras molestan a mis empleados.-se rio- Me han ayudado a desconectar un rato del trabajo.-Ayla hablaba en tono alegre y nostálgico a la vez. De verdad que añoraba a Matt- Yo también tengo ganas de verte, te prometo que en cuanto pueda despejo un fin de semana y me planto en Los Ángeles. Ya sabes que tú eres bienvenido aquí siempre que quieras... -Bear retorció la botella de zumo entre sus fuertes manos-De acuerdo, está bien. Te extraño mucho Matt... Y yo a ti... Adiós.-Ayla colgó el móvil con las manos temblorosas y se encaró a Bear con el rostro lleno de rabia, la mandíbula contraída y los ojos enrojecidos.- ¡No puedo ni mirarte a la cara!-le escupió- ¿Cómo pudiste Bear?-¿Qué cómo pude? Fuiste tú la que me besó en el patio y me hizo subir aquí.-sonrió. Estaba muerto de miedo, pero aun así sonrió y eso provocó que Ayla le mirase con más repugnancia.-Estaba borracha.-su rostro estaba tremendamente pálido y dos bolsas negras cubrían sus ojos inyectados en sangre.-Me dijiste que no lo estabas.-¿Es que no sabes que eso es lo primero que uno dice cuándo va borracho? Podrías haber hecho algo:-le reprochó ella-decirme que no, impedirme que te besara."¿Qué te dijese que no? ¿Es que acaso no sabes que no sueño con otra cosa desde hace un año?"-se moría por gritar Bear.Ayla se llevó las manos al rostro y un río de lágrimas empezó a surcar sus pómulos rosados. Incluso resacosa, despeinada y recién levantada, a Bear Brown le parecía una muchacha realmente hermosa.-¿Cómo he podido hacerle esto a Matt? Es el hombre de mi vida... Estoy enamorada de él.-parecía que se estuviese auto convenciendo de ello-Quiero vivir con él, quiero formar una familia con él...Se levantó de su taburete y se acercó a ella, quiso abrazarla, consolarla, pero Ayla estaba tan destrozado que si la tocaba sería capaz de arrancarle el brazo de un mordisco.-Escúchame.-dijo él poniéndole una mano en la rodilla- Sé que le amas, créeme que lo sé. Lo de anoche solo fue un error estúpido que no se va a volver a repetir, porque tú estabas borracha y yo no hago otra cosa que hacer tonterías.Podía escuchar los "te lo dije" y ver la cara de decepción en los rostros de Bam y Noah en aquel mismo instante.Sin darse cuenta ya estaba invadiendo el espacio personal de Ayla. Ella se había vuelto a perder en sus ojos, le gustaba cuando hacía eso, porque entonces y durante el rato que ella estuviese allí perdida, podían estar juntos.-Tienes razón-dijo enjuagándose las lágrimas con el dorso de la mano-ha sido una estupidez y no va a volver a suceder. Matt no tiene por qué sufrir por esto.-Sí, tienes razón, sería una tontería hacerlo sufrir por algo así.-dijo Bear en un tono extrañamente calmado para él, aunque su interior fuese un remolino de emociones intensas. Tenía más ganas que nunca de trepar a un árbol, allí arriba, los problemas como aquel, eran motas de polvo que se las llevaba el viento.-Y no volverá a pasar. Nunca.-concluyó Ayla solemne.Los dedos de él, huesudos y repletos de callos y heridas le acariciaron la mejilla suave y sedosa. Apenas la rozó con las yemas, pero le bastó para percibir el frío que le envolvía el alma.-No, no volverá a pasar.-negó él con la voz grave invadiendo el espacio personal de Ayla e intentando capturarla de nuevo en su mirada.Escasos segundos después, Bear despejó la barra de mármol de una brazada violenta. La comida cayó al suelo y el café se vertió entero por la moqueta. Para entonces, ella ya estaba sentada en el lugar donde momentos antes desayunaban, con las piernas entorno a la cintura de Bear y el pecho de él apoyado sobre la respiración agitada de ella. Sus manos se enredaban en su pelo, las de él hurgaban bajo la camiseta, mientras sus labios se buscaban desesperadamente.

Tierra Mojada (una historia de Alaskan Bush People)Where stories live. Discover now