—No te preocupes Alex. Si te tienes que ir, te acompaño hasta la puerta. —intervino ella, robando un sorbo de refresco del vaso de Anton.

Quizás el que interpretaba mal las señales era yo. Y ahora estaba a punto de ser expulsado por mí mismo (¡Bravo!). Pero es que Solae, estuvieran o no sus padres, siempre me había despachado antes de las diez de la noche. Siempre con miedo a que su hermana la delatara o que sus padres la castigaran, pero hoy no parecía importarle nada de eso. ¿Es que Anton tenía convencida a su hermana Tamara, bajo su influencia? ¿Era por eso que Tam no se aparecía?

—¿Pero tus papás no dirán nada por estar sola a estas horas, encerrada junto a dos chicos en tu habitación? —pregunté.

¡Agh! que mal había sonado eso. Definitivamente por preguntas de ese tipo era que mi vida social tenía menos actividad que crayón blanco.

—No sé. ¿Es que acaso tienen pensado hacerme algo? —me preguntó en tono sugerente, ladeando su cabeza hacia mí. Para suerte mía, en ese momento el celular de Solae vibró sobre la cama. Se levantó a tomarlo y luego de leer el mensaje, con fastidio hizo el amago de lanzarlo lejos y con rabia (cosa que no concretó).

—Bueno Alex, parece que tienes razón. Ya es demasiado tarde y es hora de que se vayan. —dijo Solae, echándonos con desgano.

Anton se veía sorprendido, al parecer no se esperaba esa reacción de su parte.

—¿Pasó algo? ¿Tus papás vienen para acá? —le preguntó, pidiéndole el celular para ver el mensaje.

—No. —le respondió, escondiéndolo detrás de ella, sin intenciones de pasárselo—. Es solo que recordé que mañana me tengo que levantar temprano. Ya sabes. Por el paseo familiar. —dijo, mientras empezaba a recoger y amontonar las cosas sobre una bandeja. Por lo visto no me iría solo y eso me aliviaba.

Anton se ofreció a llevar la bandeja con las cosas y Solae, aceptando su ayuda bajó las escaleras detrás de él.

—¡Voy a pasar al baño! —me disculpé de seguirlos, mientras me dirigía por costumbre al baño que estaba en ese piso. Al acercarme a la puerta vi que la habitación de Tam tenía la puerta entrecerrada.

—Dale. El baño está frente a la habitación de mi hermana. —escuché que me gritaba Solae desde abajo cuando yo ya estaba prácticamente dentro. Se me olvidaba que yo no tenía por qué saber dónde estaba el baño (aunque tampoco debería saber cual era la habitación de Tam).

Encendí la luz y comprobé que al menos el baño se veía igual que siempre. Comencé a limpiar las manchas de salsa de mi pantalón, cuando recordé la inusual reacción de Solae al recibir el mensaje y luego la de Anton. Por primera vez me daba la impresión de que las cosas no le habían resultado como él las esperaba. Al igual que yo, él debía sospechar que el repentino cambio de actitud de Solae escondía algo más. Yo tampoco sabía qué le habían escrito, ni quién había sido. Solo sabía que a esa persona se lo agradecía enormemente. Todo esto me daba a entender que quizás Solae no estaba totalmente bajo el control de Anton después de todo.

Me lavé las manos, apagué la luz del baño y al salir me encontré con el segundo piso en penumbras, a excepción de la franja de luz que se colaba por la puerta semi abierta de Tam. Ahí estaba ella, asomada en el umbral, observándome mientras sostenía el celular en su mano.

—¡Tam! —la llamé. Sin responder, se encerró de un golpe en su pieza, como si acabara de ver un fantasma.

Pensé en llamar a su puerta, pero no tenía sentido. Ella no me recordaba y tendría que dar demasiadas explicaciones. Probablemente no esperaba encontrarse con un desconocido y por eso se asustó. Pero, ¿Y si había sido ella quien le escribió el mensaje a Solae? Aunque de ser así, ¿Por qué no había entrado ella misma a la habitación, haciendo su típica advertencia de que se nos acababa el tiempo y poniendo el tope de puerta para evitar que la cerráramos del todo?

—¿Alex, ya estás listo? —me llamó Solae desde abajo.

Dejando mis pensamientos de lado, me aseguré de que traía todas mis cosas y me apresuré a bajar las escaleras.

—Sí ¡Ahora voy! —respondí. Tenía que asegurarme de que Anton se fuera conmigo.



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