3. Errores. | Hirving Lozano

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3.

Valeriadelondra

advertencia: ninguna.

género: jelous/amor

— ¡Vamos Valeria, se nos hace tarde! — gritó Carlos saliendo por la puerta principal.

Corrí por la escaleras detrás de él. Carlos Vela, el chico del seleccionado mexicano era mí hermano, y vivía con el desde los 19. Ambos nos cuidamos mutuamente, por eso tan cercanos. Lo único odioso de estar bajo su mando, era, tener que acompañarlo a todos lados, entrenamientos, entrevistas, viajes, etc. Al principio era divertido, conocí a muchos de sus amigos de la selección y me agradaban. Cómo Raúl, que desde que lo ví, supe que tenía que ser mi mejor amigo.

Incluso llegué a conocer al “amor de mi vida” allí. Lozano, y como si se tratara de karma, un buen compañero de Carlos. Estuvimos juntos por mucho tiempo, 9 meses de relación se habían ido a la basura por nuestras discusiones, aunque siempre fué él.
Siempre me recordaba que no tenía que estar tanto tiempo con Raúl o simplemente hablar con algún otro chico. Sus celos se habían apoderado de él los últimos meses, hací que decidí por mí que teníamos que terminar.

Cómo cualquier otra cosa, me dolió. Pasamos mucho tiempo juntos, nos conocimos muy bien. Y apesar de todo fué un buen chico, hasta que pasó eso. Recuerdo haber tenido un bajón emocional, Carlos me regañaba siempre que me veía triste, muchas veces me había advertido de él. Pero no sabía que llegaríamos a tanto.

En fin; ya habían pasado algunos meses más sin saber de él ni de los demás chicos, y hoy era un típico viernes de fiesta para ellos porque se volvían a ver.

Incluso yo con él, Carlos me había dado un fuerte abrazo, sabía que muy en el fondo íba a sufrir si él se me acercaba. Creí estar preparada para esto.

Ambos bajamos de su auto que dejó en el estacionamiento. Íbamos a un restaurante-bar. Sabía lo emocionante que sería verlos a todos, siempre pláticaba con ellos por chat, pero obviamente no era lo mismo. Se volvieron como mis hermanos.

Entramos al enorme restaurante y buscamos la mesa que tenían reservada. Carlos hablaba por teléfono con su novia, ella dijo que vendría más tarde. Los divisé desde lejos riendo, se veían con onda para comenzar su propia fiesta.

— ¡Hey, que hermosura viene ahí! — gritó Raúl, todos voltearon igual que él y reí.

— Ya sé lo mucho que extrañaban, no tienes porqué decirme así... — le respondió Carlos con tono afeminado. Nos volvió a hacer reír, me acerqué a cada uno de ellos para saludarlos. No estaba toda la plantilla pero si los que necesitaba.

Me dió un alivio tremendo no ver a Hirving en esa mesa. Aunque sabía que en algún momento llegaría.

Al parecer Raúl me tenía un asiento guardado a su lado y lo tomé. Yo estaba muy feliz y ellos demasiado bromistas.

— Al chile, si es cierto. — río Jesús Corona. — No le hemos dicho a Vela, el último en ponerse borracho, paga la cuenta de todos.

— Estás bien pendejo, wey. — río mi hermano. Andres y Jesús me miraron con los ojos abiertos, sabía que lo hacían porque yo estaba allí, pero ya me había acostumbrado a sus groserías.

Siguieron hablando y yo prestando atención hasta que sentí un brazo por lo hombros, a mi lado sólo estaba Raúl. Le miré de inmediato, y se acercó un poco más a mí rostro.

— Allí... viene... — me susurró sin abrir la boca. Entendí a la perfección, en ese momento quería salir corriendo, no estaba tan preparada como pensé. Estaba nerviosa.

Con mucho disimulo heché una mirada al frente, era él, con unos pantalones de mezclilla, una camiseta blanca y su típico peinado, sin faltarle esa sonrisa de lado.

Carlos al verlo también me miró con preocupación. Intentaba relajarme pero hace mucho que nisiquiera nos veíamos.

— Eja, Raúl... — le llamó Diego. Ambos lo miramos. — Sé que Vale es tu amiga, pero porqué tan cerca. — río.

Mis mejillas se ruborizaron. Los demás reían por mí acción pero él sólo rodó los ojos y se apartó un poco de mí. Hirving se acercó a preguntar porqué la risa, Diego le contó y alcancé a ver una mueca de su parte. Con mucha seriedad saludó a Raúl y al final a mí.

Me levanté del asiento y le ofrecí mi mano.

— Hola Valeria. — sonrió.

— Hirving... — su contacto con mi mano me hizo estremecer.

— ¿Qué tal estás? — agarró una silla a mi lado y tomó asiento. Iba a pasar toda la noche con él a mí lado, que incómodo.

— Muy bien, gracias por preguntar. — mentí. Su mirada no se quitaba de mí, no me molestaba pero ya no era de confianza.

— ¿Estás soltera aún? — siempre tan entrometido. Tenía suerte de que todos los demás no estuvieran atentos a mi charla con él.

— Sí. — musité.

— Oye Vale, déjame ser sincero, ¿de acuerdo? — mi corazón latía a mil cuando tomó mi mano debajo de la mesa. Abrí mis ojos con sorpresa, él era muy directo.

— Hiriving, no es el momento.

— Se que no, pero de verdad te necesito, al menos escúchame...

— Hey chicos vamos a bailar por ahí. — habló Diego. Asentí, solté la mano de Hirving y me aseguré de que no nos vieran sospechosos. Raúl se levantó de mi lado molesto. Todos los demás se habían ido lejos por diferentes lados, me sentía tranquila. Creo que de verdad era hora de hablar con él.

— Valeria sigo enamorado de tí. — me giré a verle la cara. — No puedes negar que tú ya no sientes lo mismo

— Claro que no. — susurré, entrelazó nuestras manos.

— ¿Entonces que esperamos? — preguntó.

— No, que esperas tú para comenzar de nuevo. — reí, tomó mis mejillas y me dedicó una sonrisa de manera muy dulce y se acercó con lentitud a mis labios. Los nervios y las ganas de volver a besarlo me comían el corazón. Aún estábamos tontamente enamorados.

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