Capítulo 3: La vida en la escuela, la vida en la casa.

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    Se fue hasta la última fila y se sentó en el tercer pupitre, ahí era donde le gustaba sentarse, junto a la ventana. Tenía su vista dirigida hacia el campo donde entrenaban los de americano, justo estaba a lado de ese edificio.

    A ella no le llamaban la atención esos jugadores, para nada, pero el área donde solían estar era grande y muy verde, con árboles alrededor. Ver eso la hacía sentir tranquila de ratos.

    De un momento a otro se preguntó el porqué Perla no estaba ya en el aula, pero recordó que faltaría por un problema familiar.

    —Oye —volteó rápidamente al oír ese golpe en su pupitre y la voz de un chico.

    —¿Qué?

    Se trataba de un chico tonto, un junior. Lo sabía muy bien, todos en ese grupo ya lo conocían bastante a pesar de llevar sólo un poco más de un mes cursando ese semestre.

    —¿Qué?

    —Di que eres una idiota —la chica de cabello oscuro y piel pálida junto a él le pidió eso.

    Lapis miró aburrida a los dos y luego al otro alto que empezó a grabar con su teléfono.

    —Soy una idiota.

    —Ay, así no funciona —se quejó y rodó los ojos—. De verdad que eres muy aburrida, Lappy.

    —Por favor no me digas así —tomó asiento.

    —Aburrida —le dio un pequeño golpe en la frente.

    —¿Qué te pasa? —Lapis se hizo para adelante y tomó el cuello de la camisa del chico.

    —No lo toques, idiota —la chica jaló una de sus mangas.

    —Tú no lo defiendas, ¿o acaso es una nena?

    —Ya, ya, perdón —dijo en un tono burlón.

    —Ya deja de estarme molestando —lo soltó bruscamente y se hizo para atrás.

    —Vámonos —habló el alto—. Hay otros que pueden caer en las bromas.

Los otros asintieron y se fueron a otra fila.

    —Parece que tienen diez años.

    —¿Ah? —miró a la chica morena y de cabellos cortos y oscuros que estaba detrás de ella—. Rutile... pues sí, parece que no maduran ni un poco.

    —A veces son insoportables —rió.

    —Ya sé, espero que este semestre acabe rápido —se cruzó de brazos.

    —No, no, no quiero que la preparatoria se vaya tan rápido. La juventud, Lapis.

    —Ah, sí, la juventud —sonrió y rodó los ojos.

    Cuando la pelinegra dirigió su vista a la puerta del aula el profesor de artes iba llegando, con su característica sonrisa, portafolio y botella de coca-cola.

    —Buenas tardes, muchachos.

    Y un "buenas tardes" se oyó por parte de la mayoría.

    —Vamos a ir rápido, hoy sólo tenemos una hora clase —tomó asiento—. ¿Quién pasa a decir el poema que se encargó la semana pasada?

    Y como casi nunca pasaba en aquel lugar, todos se habían quedado en silencio.

    —¿Nadie lo hizo? —el señor de edad algo avanzada empezó a sonar enojado—. Vamos a checar la lista...

Temores | LapidotWhere stories live. Discover now