17. Habitación 216

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—¿Tú también eres religiosa?

Jill frunció el ceño.

—No —respondió—. En realidad, nunca en mi vida había rezado antes. Pero lo hice el viernes, cuando la ambulancia te sacó del instituto, porque tuve miedo.

—Jill, no reces por mí —rogó él, arrugando la frente—. No quiero vivir.

Por un momento temió que los cielos hubiesen oído sus súplicas y el Dios en el que no creía le estuviese alargando la vida. Sin embargo, al decirlo, vio los ojos de Jill cuajarse de lágrimas.

—Dave, tienes que ponerte bien —murmuró—. Tienes que salir de aquí, que...

—No quiero salir de aquí —la interrumpió Dave—. ¿Dónde está Marta?

—Con su novio, supongo.

A Dave no le sorprendía.

—Pues haz como ella —contestó— y vete. No podemos ser amigos, ya te lo dije.

—¿Por qué no? —quiso saber Jill, frustrada, y se echó hacia atrás—. Quiero ayudarte.

—No, Jill. Ni siquiera lo intentes —repuso él, igual de impotente—. Lo mejor es que te vayas antes de que yo te meta en un puto lío. Jill, que yo esté aquí significa que todo acaba de empezar.

—No me vas a meter en...

—¿Por qué te cuesta tanto entenderlo? —exclamó él al fin—. ¡Vete y haz que no existo!

—¡Pero me gustas!

Un escalofrío erizó el vello de los brazos de Dave. El corazón le rebotó tan fuerte contra el pecho que pensó que sería su último latido. Miró a ambos lados, como si hablara con otra persona, porque se le había secado tan rápido la garganta que le dio miedo tragar.

Los ojos de Jill relampagueaban.

—Sí, Dave, desde primer año. ¿No te habías dado cuenta? —dijo, aunque sus cuerdas vocales amenazaran con quebrarse. Le dolía verlo ahí tendido y tan empecinado en estar solo, aislado, sin confiar en nada ni nadie—. No, porque nunca me habías notado, pero me gustas mucho y no sabía cómo acercarme.

Dave quiso echarse a llorar. Dejó caer la cabeza hacia atrás, sobre la almohada. Era precisamente aquello lo que había querido evitar.

—No, Jill. —El nudo en su garganta dolía—. No puedo gustarte, no está bien. Enamórate de otro, de algún chaval bueno. ¿Conoces a Enrique Padilla? El tío es guapísimo, estudioso, un máquina en el fútbol...

—Dave, hablo en serio.

El muchacho cerró los ojos y se limitó a sentir el miedo hacerse bola en su estómago. Aquello era peor de lo que Jill pensaba.

—No te arruines la vida y vete, por favor.

No quería sonar dramático, pero tenía el cadáver de su hermana y el rostro tuerto de Nora grabados a fuego en la mente. Era amigo de Marta porque Marta tenía novio y no se metía en su vida privada, pero a Jill jamás la destrozaría.

—No te estoy pidiendo que te enamores de mí —suplicó Jill, sintiendo sus ojos inundarse de lágrimas; estaba forzando la garganta porque se le había tensado—. Solo quiero que sepas que me importas y que me tienes para lo...

—Vete, en serio —la cortó él, señalando la puerta con su brazo sano—. Aunque no lo entiendas, vete y no vuelvas a pensar en mí.

Su voz gutural sonó tan fría que el rostro de ella demudó la expresión. Quizá tenía razón. No conocía bien a Dave ni sabía qué escondía cada uno de sus golpes. Lo único que entendió en ese momento fue que era un chico egoísta que nadie lograría hacer cambiar.

𝐃𝐚𝐯𝐞 (EN FÍSICO)Where stories live. Discover now