Incorruptible Redención

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Damien y él eran diferentes.

No amaban igual, no se expresaban de la misma manera, tal vez fuesen demonios, pero no procedían con patrones similares.

Damien y él no eran iguales.

Sus ojos se posaron en Craig, completamente rendido en el sueño. Cualquier mortal debía encontrar un atractivo como este de forma dolorosa de admirar por demasiado tiempo. La piel ligeramente bronceada, el cabello negro, corto pero lo suficientemente largo en la parte superior para volverse desordenado si era necesario. El rostro alargado se parecía demasiado a las estatuas romanas, a las que vanagloriaban a la masculinidad elegante y nada tosca, pero tampoco andrógina. Tweek acarició la amplia frente de su amante, la nariz alargada y los labios firmes. Lo tocó como si recorriese tierras conocidas, pero siempre adoradas. El sueño de Craig era profundo y agotador. Lo amaba, Tweek lo sabía, lo amaba hasta la agonía y tenía sentido. Ambos habían surgido al mismo tiempo, con los mismos deseos y el mismo propósito. En el momento en que habían surgido su propósito había sido estar juntos. Lo amaba. Lo hacía de forma tan natural como respirar o necesitar beber algo helado en un día caluroso. Simplemente lo hacía, sin segundos pensamientos. Pero amarlo era lo mejor y lo peor que los humanos necesitaban, así que, si tardaban en encontrarse, era irremediable que la sociedad se doblase y luchase para que estuviesen juntos. En cada reencarnación necesitaba entrelazar sus caminos. Los humanos necesitaban la lluvia para vivir, la invocaban con danza y música que recreaba el sonido de los truenos para atraerlo, pero también podían terminar perdiéndolo todo si la intensidad del amor que se profesaban en la tormenta perdía el control.

Ahora que sabía la verdad de quienes eran, no le extrañaba que todo South Park hubiese conspirado para juntarlo con Craig, estaba en su naturaleza mortal.

Otros en su lugar cuestionarían sus sentimientos al saber que eran comandados por algo superior. Pero Tweek había vivido demasiado, el amor que sentía por Craig era de las cosas que en lugar de debatirlas las festejaba. Aunque llevaba poco tiempo de regreso al plano mortal, sentía su vida demoniaca como algo distante. Si, era un imp, pero lo que había vivido en el Infierno se empequeñecía fácilmente al sentir que la mano de su pastor estaba ahí para tomar la suya cuando la deseara. Entre más tiempo compartía con Craig, más sentía que esa era su única vida, la que realmente tenía sentido, con él a su lado, protegiéndose y velando por el otro. El propósito de ambos para no ser separados era irremediablemente e irrevocablemente natural. Lo amaba con ese tipo de intensidad. Cuando los alejaron en la infancia, lanzándolo como un cordero al sacrificio, solo habían iniciado una serie de eventos catastróficos. Porque era natural que Craig hiciera lo que fuese para recuperarlo, porque era irremediable que él usara todas esas cosas en su infancia fueron consideradas debilidades y volverlas sus mejores armas.

Pero eso no lo hacía igual que Damien.

Si, era consciente que su naturaleza demoniaca intervenía en sus acciones, que la ternura o calma que debía proporcionarle el amor no lo alcanzaban. Él amaba como un demonio, con el cuerpo y lleno de deseo. Aun cuando se alimentaba con gula del alma de pecadores, siempre terminaba escabulléndose para enredarse entorno a Craig, para besarlo hasta que sus afilados dientes lo lastimaran, sus garras se aferraran a él, sus alas los ocultasen de cualquier realidad y se desbordase de placer. Esa era la forma de amar que su naturaleza demoniaca tenía y a Craig no le molestaba, lo adoraba y se ajustaba a él. Porque así era el hombre que amaba, capaz de erguir un matadero para él y saber que el tiempo de acurrucarse y ver televisión había quedado atrás, que ahora todo el amor que había se reflejaba en la piel.

Pero era diferente a Damien...

Y como para probarlo se estiró sobre la cama, completamente desnudo, admirando el cuerpo de héroe romano y hombre de fe que descansaba junto a él y solo besó su frente. Lo amaba. El aroma a palo santo y lavanda se había impregnado en la piel de Craig, en el cabello negro y hasta en las pestañas masculinas, seguramente por la última liturgia que había realizado antes de reunirse con él en la privacidad de la alcoba. El aroma le recordaba a su infancia, a ese tan lejano tiempo en que aún había sido humano, con padres que creía lo amaban y una vida relativamente simple. Le recordaba al tiempo en que de niños se acurrucaban en su cama armando alguna nave espacial con legos. Si, podía amarlo con dulzura. Tal vez haciendo un esfuerzo, controlando a la bestia que simplemente se despertaba ante la dicha de saberse amado.

Inconciliable Destino «South Park» [Creek]Where stories live. Discover now