Incorregible Desuso

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Maravillado.

El sueño se escapaba de su mente, pero la consciencia aún se encontraba adormilada. Cada uno de sus sentidos iban llenándose de la realidad y aun así su cuerpo se negaba a moverse. Todo en él había perdido sentido y orientación. No era dueño de sí mismo, no tenía control. Solo se dejaba llevar.

Lo sentía...

Las largas garras deslizarse por su espalda, entre sus alas angelicales. Los dedos apretar su trasero con posesividad antes de volver por el mismo camino. Ese tacto nunca lo dejaba. Él era su posesión, su premio más grande, su prisionero. Los largos dedos escalaron por su columna, erizándolo y se enterraron en su nuca. Lo tomó del cabello con firmeza. Lo llamaba sin palabras. Suyo. Le pertenecía. En cada extensión de su piel magullada y enrojecida, hasta su sangre y entrañas. Él podía hacer lo que deseara sin pedirle permiso. Él podía tocarlo siempre que quisiese y a pesar del tiempo, parecía no agotarse. Rara vez lo dejaba libre de su tacto y lo despojaba de todo lo que hacía a Pip un individuo.

El calor de su cuerpo lo relajaba. Al ser un ángel no sufría por los cambios de temperatura, pero se había acostumbrado a su cuerpo caliente. Siempre descansaba mejor cuando estaba cerca. Lo había condicionado a eso. Lo había hecho depender de él. Le pertenecía y era consciente que no sabía cómo podría vivir sin él. La simple idea lo aterraba.

- ¡Abran su corazón a la Salvación!

La femenina voz sonaba distante. Damien contuvo una sarcástica risa y volvió a tocarlo entre sus alas, sobre la columna vertebral. Círculos. Círculos con sus garras. Él se estremeció. Gimió ahogadamente.

- Un demonio vestido como monja a quien llaman Dios. La fe es una broma.

Ese argumento hizo que abriera los ojos. Pero al estar boca abajo, había girado el rostro para apoyarse sobre su regazo, directamente en la unión de la cadera y la pierna de su Amo. El áspero jean rozaba su mejilla, sentía la finísima y costosa tela oscuro de una camiseta contra su nariz. Jadeos de sorpresa sonaron desde el televisor, llamando su curiosidad así que giró el rostro y miró.

El interior de un templo. Una mujer pelirroja vestida como pastora religiosa. Y bajando desde lo alto un demonio de alas rojas transparentes y cabello como el oro. Un demonio vestido con el hábito de una monja pero que gracias a un corte lateral hasta la cadera en la prenda, una pierna de porcelana completamente desnuda se lucía para el público, mostrando unos zapatos de tacón negro, afilados y seductores. Pip sintió las mejillas rojas. El demonio era hermoso y celestial, podía ver en el televisor que era adorado y amado por los humanos. Sus ojos buscaron a Damien, quien miraba la escena con una sonrisa ladeada y un orgullo posesivo.

Mío.

Eso lo tensó y quiso separarse, ponerse a gatas y cubrir su desnudez como rara vez hacía. Porque la mayoría del tiempo su Señor exigía de él completa desnudez, el derecho de tomarlo cuando deseara y tocarlo sin restricciones. Pero la mano del príncipe del Infierno lo sostuvo ahí, contra el regazo, lo apretó contra el pantalón. Aun así, esa mirada dedicada a otro le aguijoneó. No era la primera vez que se preguntaba si Damien lo agotaba en todo sentido y luego se iba a buscar otro cuerpo que saciara su pecaminoso deseo. En ese momento lucía como un hombre, elegante, dominante, recreándose al ver sus cosas. El mundo era suyo. Pip era suyo. Y al parecer el demonio de la televisión también lo era.

- Le dicen Salvación. Le rinden culto. Todos esos herejes han jurado sus almas para él. –Damien bajó la mirada, ojos como carbones encendidos lo clavaron en su lugar- Y por ende a mí.

Inconciliable Destino «South Park» [Creek]Where stories live. Discover now