Hacemos Clic

179 5 2
                                    

"Pies muertos. Pies muy muertos." Tenía la oportunidad de pensar en lo bien que me lo podría pasar ahora con eso de que acabábamos de llegar de noche a la habitación. Te tenía para mi sola después de horas rodeada de gente y estrés. Y ahora solo podía pensar en mi dolor de pies después de haber pasado mucho tiempo caminando.

Fue entrar a la habitación y buscar algún modo de mojar mis pies con agua fría. El bidé me serviría. Lo llené de agua, me deshice de mis sandalias y metí los pies en el líquido fresquito y transparente.
Tu te pusiste a mi lado. Estabas preocupado por mí y por mis pies. Hablábamos de tonterías. Por fin estábamos solos manteniendo una conversación sin que nadie molestara o nos pudiera oír. Te acercas a mi y besas mis labios con dulzura mientras vas a la cama para esperarme mientras seco mis doloridos pero algo más relajados pies.

La cama. Por fin. Para ti y para mí. Hacía unas horas habíamos estado allí mismo con amigos cenando y riendo. Aunque ojalá haber podido continuar aquel beso que te dí porque decían que no me atrevería. Lo habría continuado y me habrían tenido que denunciar por escándalo público.
Me tumbo a tu lado con el vestido aún puesto. A estas alturas, ya me da igual que se arruge. Y tu estás acariciando mi espalda descubierta. Es una de las cosas que más me gustan en la vida: sentir tus manos recorriendo mi espalda de arriba a abajo.

Me pides que me siente encima de ti, con lo que abro mis piernas y apoyo las rodillas junto a tus muslos. Me abrazo a ti. Aquí todo va despacio. No es eufórico. Necesito que sea así realmente. Sentirte despacio para que parezca que el tiempo no pasa tan rápido.
Me acerco a tu oído y empiezo a entonar y susurrarte la canción más sensual que se me ocurre. Quiero que sueñes conmigo, poner tus labios en los míos y volverte loco. Hasta que te pido que me desnudes y que empecemos un juego: ser la perdición que tu quieras poseer.

Desabrochas los dos botones de mi cuello y la tela roja desciende por mi torso mientras mi pecho queda descubierto. Bajas también la cremallera al final de mi espalda y me aparto de tu cuerpo un instante para deshacerme por completo del vestido. De vuelta en la posición inicial, comienzo a soltar botones de tu camisa uno por uno mientras me deshago en atenciones a tus orejas. Te hago cosquillas con mi lengua y cada vez que pego un pequeño mordisco a tu lóbulo gruñes del gusto y a mi me pone cada vez más escucharte así.

Te quito la camisa y continuo con mi trabajo en tus pantalones. Desabrocho el botón y me aparto de nuevo para que te los quites. Ahora tenemos igualdad de condiciones.
Lleno tu cuerpo de caricias todo lo que puedo. Me encanta hacerlo. Colocas tus manos en mis caderas para que me pegue a ti lo máximo posible y comienzas a subir tus manos por mis costados en una caricia muy sutil pero que a mi me derrite el corazón. Llegas a mis tetas y me miras como si necesitaras mi permiso. Yo me limito a asentir y cerrar mis ojos para disfrutar de las sensaciones que me provocas con tus caricias mientras a mí todo me da vueltas, igual que tus manos.

Paras un instante y te miro a los ojos. No sé explicar el sentimiento que me invade. Me preguntas que me pasa y me sale una risa tonta. Tus ojos me han mandado una descarga de amor y deseo que han encajado a la perfección. "Mi cerebro ha hecho clic" te susurro con una sonrisa que ya nadie puede quitarme. Así lo defino: un clic que hace que ya no solo sea mi cuerpo el que reaccione, ahora mi mente está en sintonía con la tuya y quiero demostrártelo.

Ya no te quedas en las caricias...bajas la cabeza y tu lengua se enreda alrededor de mi pezón mientras yo deslizo mis dedos entre tus rizos abrazando tu cabeza. Lo único que quiero es que no dejes de hacer eso, para poder sentir esa descarga eléctrica directa a mi vagina.
Al otro pezón, le prestas la misma atención y yo me desarmo pero quiero seguir hasta el último punto.
Ahora soy yo la que siente que necesita permiso. Quiero volver a mirarte a los ojos y saber que lo deseas tanto como yo.

Tengo mi respuesta en tu sonrisa a lo que empiezo a deslizarme encima de tu miembro despacio haciendo un poco de presión. Ambos cerramos los ojos entregándonos a la sensación que tenemos de puro placer. El ritmo va subiendo y ya no quiero que sea despacio. Necesito subir el ritmo. Te miro a los ojos y estás ahí admirándome, sonríes y te muerdes el labio y a mis ojos eres la persona más sexy del universo.

Paro un instante y me acerco a tu boca... 4 palabras: "Cómeme los morros, nene" y eso haces. Hasta ahora, solo nos separaba un par de trozos de tela. Me había llegado a olvidar de eso pero ahora es tu mano la que empieza a deslizar mis bragas por mis piernas y yo hago lo propio con tus calzoncillos.
Nada de ropa nos queda, solo un trocito de plástico para evitar embarazos no deseados, y tu miembro está dentro de mi. La sensación me desarma y apenas necesito moverme un poco para alcanzar el orgasmo.

Demasiado pronto. Ahora me toca consentirte. Y es mi boca la que se desliza desde tu cuello hacia abajo por tu torso al completo. Hasta llegar a pene que sigue levantado. Me invaden unas ganas locas de pasar mi lengua por él y no me contengo. Paso mi lengua por tu miembro y lo meto en mi boca lo más profundo que puedo. Mi boca es pequeña y no tengo aguante con lo que mi mano se convierte en la mejor opción para darte placer. No paro hasta conseguirlo. Hasta conseguir que te corras.
No importa lo mucho que me manches. No importa que tengas una carga tremenda de días esperándome. Yo me tumbo, triunfante, a tu lado en la cama. "Te quiero" me dices mirándome a los ojos otra vez. El deseo está consumido pero el amor está intacto en el brillo de tus ojos.

Love, Sex & MagicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora