¿Camarote o bodega? (Isla Hibisco parte 2)

137 0 0
                                    

Llevo aquí no se las horas ya. Llegué por la mañana y perdí un duelo contra una mujer. La mujer más ardiente que he visto jamás. Pequeña pero con carácter y con curvas de infarto; dirige la tripulación de "El Medallón" ella sola desde que el capitán Liedray murió.
Había oído hablar de ella en tabernas y puertos. Se decía que el capitán Liedray llevaba con ella a una bruja que le protegía pero nadie la había visto. Y si lo habían hecho, nadie pudo contarlo. Excepto yo. Connor Midley había sobrevivido a Sara Liedray.
Aunque todavía desconozco la razón. Ojalá apareciera ella a responder todas las dudas que asaltan mi mente. Aunque yo preferiría asaltarla de otro modo. Desnuda conmigo detrás de ella y yo embistiendo sus caderas. Ojalá poder tenerla así...gozando conmigo. Pero eso no sucederá, probablemente ella me mate antes.
Es ya de noche y el vigilante de esta bodega duerme como un maldito tronco. Podría aprovechar y escapar de aquí pero lo veo difícil estando en alta mar. Así que prefiero ponerme cómodo para intentar dormir.
Me desabrocho la camisa y los pantalones. Dejo a un lado mis botas cuando oigo pasos cerca de donde me encuentro. No puede ser el vigilante porque sigo oyendo sus ronquidos. Decido quedarme sentado y quieto por si veo que alguien aparece.
Me sorprende distinguir en la oscuridad la melena rojiza de mi capitana preferida.

"Eh, Midley" me dice cuando se para frente a mi celda improvisada. Se ve malditamente sensual a pesar de la oscuridad y aparecen en mi mente esos pensamientos de su cuerpo desnudo disfrutando conmigo. Empiezo a sentir como me despierto. Solo me basta con verla. Cualquiera diría que esta mañana pretendía matarla. Probablemente sería porque no la había visto.

- Oh, la capitana Sara Liedray. ¿A qué debo el honor de su visita en esta noche tan fría? -le pregunto sentado en la otra punta de la celda. Desde luego hace frío, pero basta con que la capitana aparezca para que comience a hacer calor.

Sara Liedray viste la misma ropa de esta mañana. Una blusa blanca entreabierta y unos pantalones negros ajustados junto con sus botas de tacón para ganar algo de altura. Esos pantalones no hacen más que realzar sus curvas. Con gusto me perdería por ellas. Y no olvidemos el sombrero de capitana que mantiene a raya su melena ondulada y rojiza.

La veo acercarse desde mi sitio en la celda, deseando saber qué es lo que quiere de mí. No parece que pretenda matarme. Esto puede ser divertido.
Sara me llama por mi nombre y yo por el suyo. Suena bien mi nombre en sus labios...ojalá que en algún momento la escuche gritarlo mientras llega al orgasmo.
Me pide que me acerque a los barrotes porque quiere preguntarme algo. Me pego a los barrotes y acerco mi oreja a un hueco como si ambos fueramos a compartir un secreto.

"Connor, ¿cuánto estarias dispuesto a complacerme?" Su voz sensual me derrite y la pregunta me descoloca totalmente. Pero no voy a hacérselo ver. No estoy dispuesto a que siga venciéndome así.

- ¿Qué te hace pensar que quiero complacerte, Sara? -le pregunto con total tranquilidad, aunque por dentro ardo. Al escuchar mi pregunta Sara me mira a los ojos y baja la mirada a mis pantalones.
Por si alguien aún lo dudaba, sí, estoy excitado. Y Sara lo sabía. Pero no estoy dispuesto a rebajarme ante ella. Bastante tiene con tenerme aquí encerrado como un perro. No se lo voy a poner fácil si es lo que piensa.

- ¿Vas a convertirme en tu esclavo sexual sólo porque me excitas? - le pregunto sin reparo. Si algo me caracteriza es que me gusta ser directo. Y este es el mejor momento para serlo.

Sara me mira. En la oscuridad puedo distinguir que se sonroja un poco. He conseguido sorprenderla. Pero en décimas de segundo vuelve a su forma de capitana con ganas de dar órdenes. Aunque se limita a darme una advertencia: "Mañana, al atardecer, llegaremos a Isla Hibisco. Tienes hasta entonces para decidir"

Y esas son sus últimas palabras para mi. Se gira y parece que se marcha por donde ha venido. Y yo vuelvo a mi sitio en la celda. Pero no se va, ese no es su estilo. El poco tiempo que he tenido para conocerla me ha hecho darme cuenta de que esa no es su forma de hacer las cosas. Se parece demasiado a mi.

Sara vuelve a los barrotes y me hace señas para que me acerque otra vez. Hago lo que me pide. Y cuando mi cara esta casi pegada a los fríos barrotes ella me acaricia con su mano derecha y me acerca más aún para poder darme un beso. ¡Maldita capitana que quiere dejarme con las ganas! Lo peor es que lo consigue. Vaya si lo consigue. He tenido la oportunidad de estar con muchas mujeres en muchos puertos. Pero ninguna ha conseguido dejarme así solo con un beso. Su lengua juega con la mia, como si estuvieran hechas la una para la otra. Menos mal que no llevo los grilletes...porque así puedo pasar mi mano a través de los barrotes y acercarla más a mí. Si quiere guerra, eso es lo que tendrá. Pongo una mano en su cintura y la otra un poco más abajo. Tenía ganas de sentir esa figura entre mis dedos. La acerco para que de verdad sienta como me tiene. Ardiendo y deseándola, pero con unos barrotes de por medio porque es lo que ella quiere.

Ese beso fugaz pero eterno y apasionado a la vez termina. Tengo que soltarla a pesar de que solo tengo ganas de tenerla encima de mí entregándose. Y se marcha. Yo vuelvo a mi sitio esta vez de verdad y quiero pensar que he tenido el mismo efecto que ella ha tenido en mí. Mi erección no baja y aunque quiero hacerla bajar, no tengo intención de hacerlo. Sin ella no.

No sé cuanto rato ha pasado. Me he calmado un poco, pero la imagen de Sara iluminada por la poca luz que entra en esta bodega no deja de perseguirme. Empiezo a pensar que me he vuelto loco. Que me ha hechizado o algo así. Porque no hago más que oír su voz. Es algo casi imperceptible pero estoy seguro de que es su voz gimiendo. En un momento, en el que estoy apoyado en la pared, la oigo más fuerte que antes. Acerco mi oreja a la madera y ya no tengo dudas. Esa voz de sirena que tiene la capitana no viene de mi cabeza, si no de esta pared.

No me imaginaba que el camarote de capitán podría estar al otro lado de una bodega. La curiosidad me puede e intento buscar un agujero en la madera por si puedo asegurarme de que no estoy soñando del todo. Pero nada, no hay agujero alguno. Solo me queda su voz. Basta con oírla para saber que está haciendo eso que yo me negaba a hacer sin ella. Pero que con lo que oigo solo quiero hacer lo mismo. Cada vez está más duro. Va a romper mis pantalones solo con sus gemidos.

No hago otra cosa que escuchar como disfruta la condenada mientras yo estoy aquí, negandome a mi mismo calmarme sin ella. Aunque, tecnicamente, si yo ahora mismo decidiera autocomplacerme no estaría solo, sería ese sensual canto que sale de su voz el que me haría compañía. Con este pensamiento decido quitarme este calor que esa bruja ha logrado provocarme.

Me pego todo lo que puedo a la pared, para escuchar su voz lo más nítido posible mientras dejo caer mis pantalones, que ya estaban desabrochados. Una vez que mi erección se ha liberado, comienzo a acariciarme al son de sus gemidos. Imagino como gime para complacerme y poco a poco voy subiendo la velocidad. Intento no hacer ruido por no despertar a ese guardia que sigue roncando, pero parece como si Sara me oyera...porque la intensidad de su voz también sube.

Sigo escuchandola como si estuviera en la misma posición que yo, de espaldas a mi, metiendose un dedo o, incluso, dos, mientras continua pegada a la pared. Aunque mi cerebro se la lleva más allá. En una playa caribeña, desnuda, mientras puedo disfrutar de esa figura que solo con verla me hace perder el sentido, y con ese carácter fuerte que quiero dominar. Aunque, nunca lo reconoceré ante nadie, me divierte su juego de quién domina más.

Puedo sentir el vaivén de sus caderas, a pesar de que sea mi mano la que se mueve y acaricia mi glande. La voz de Sara grabada en mi cerebro hace que cualquier ilusión pueda parecer realidad.

El calor se va extendiendo a todo mi cuerpo, mientras el movimiento de mi mano no se interrumpe y ese canto que tanto me atrae se sigue haciendo más y más intenso. Desearía, de verdad, que esta pared no estuviera en medio para gozar y disfrutar de esta mujer que me vuelve loco y logra torturarme así solo con escucharla. Puedo escuchar con nitidez un último grito a la desesperada cuando termina. ¿Puede ser que haya gritado mi nombre o solo me lo he imaginado? Sea lo que sea lo que haya gritado ha servido para que yo suba tanto la velocidad, que acabemos casi a la vez.

Limpio un poco lo que que ha salido de mi con un trapo que encuentro tirado por la bodega. Sigo sin poder borrar su voz de mi mente. Y ahí es cuando tomo una decisión: Dejaré que me domine hasta que la haga mía para siempre.

Love, Sex & MagicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora