14. Qué bien, lo primero es quererse a uno mismo

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—Hoy vas a estar preciosa —dice Nati, acercándose a mí a pasos largos.

Me muestra en una mano su amplio secador y, en la otra, un cepillo con el que no querría que me diera en la cabeza. En fin, tendré que confiar en ella. No me queda otra opción.

Me obliga a tomar asiento y a relajarme. Comienza a sacarme conversaciones absurdas, supongo que intentando meterse en el rol de peluquera de barrio, aunque juraría que Marica —la peluquera de toda la vida de mi madre— es menos cotilla.

Me habla de Belén Esteban y no sé qué historia de su hija, con la que por cierto comparto nombre, ¡Oh, yeah! También me menciona algo de Supervivientes y yo me limito a hacer sonidos guturales como si me interesara un montón su tema de conversación.

—Desde que se operó está todavía más fea —expone.

Asiento, sin tener ni idea de quién habla. Qué más me da.

Me impide que me pueda ver en el espejo y eso me frustra. Aunque sé que lo hace por mi bien —y por el suyo, ya que me pondría en modo pesada insoportable—.

Tras una tortura y media de conversaciones insignificantes me deja levantar. Me apresuro a poner la vista sobre el espejo y sonrío como una idiota cuando veo el resultado del suplicio.

—¡Te quiero! —exclamo, observando mi recogido con una amplia sonrisa. Escucho la risa suave de Nati y otra que me provoca un pequeño sobresalto detrás de mí.

—Qué bien, lo primero es quererse a uno mismo —expone Cris, con tono de voz jocoso.

Hago el amago de decirle que me refiero a Nati pero... ¡Bah, también me quiero a mí misma! Me lanzo un beso de forma teatral antes de ver como cierra la puerta del baño.

—Tienes que contármelo todo —expone Nati, tal como si la maldita cena fuera un sueño para cualquiera.

Me siento tentada a decirle que si quiere puede ir en mi lugar, pero me contengo. Ahora quiero lucir mi hermoso peinado.

—Te dejé la ropa encima de la cama —grita mi amigo desde su habitación.

¿Qué me dejó lo qué? Me giro indignada hacia la puerta semi abierta. ¿Qué tiene de malo mi ropa? ¿Es qué acaso piensa que voy a hacerlo quedar mal delante de sus más que pijos e insoportables compañeros? Me muero de ganas de protestar, pero me calmo como puedo.

«Un, dos, tres» respiro. «Cris no es el enemigo» me digo a mí misma.

Cuando entro me encuentro con una caja sobre la cama. Dios, ¡me siento como Pretty Woman! Me río ante mi ocurrencia. Nati entra detrás de mí y observa la caja todavía más sonriente que yo. Creo que reconoce la marca que la serigrafía, ya que da pequeños saltitos como si fuera un canguro. Me río inevitablemente, pero cuando pongo la vista de nuevo sobre la caja un pequeño torbellino me recorre de cabeza a pies. Creo que lo único en que me parezco al resto de personas del sexo femenino es en que amo la ropa. Bueno, y los complementos: los zapatos y los bolsos me pirran.

No importa que lluevaWhere stories live. Discover now