Sonó el timbre dando inicio al primer recreo, pero las risas y cotilleo de las chicas que habían optado por quedarse en la sala platicando no me dejaban concentrarme en lo absoluto. Pesqué mis cosas y me dirigí al patio del Cupido (como le llamaba ahora al patio de los naranjos) a buscar algo de tranquilidad. Pero linda sorpresa me topé al llegar a la fuente y divisar a Anton y Solae sentados en una de las bancas. Resignado, decidí que lo mejor sería buscar otro lugar.

—¡Alex! —Anton levantaba su mano, indicando que fuera para allá.

No muy seguro de por qué me llamaba a mí, me quedé parado, aún decidiendo qué debía hacer. Necesitaba estudiar, pero también necesitaba aprovechar la oportunidad de acercarme a ellos. Sin embargo, el examen estaba antes, así que tenía que establecer prioridades.

—¡Alex, por favor ven! —Esta vez era Solae quien me llamaba, agitando sus dos manos. Una vez más cerca, note que sobre sus piernas tenían algunos apuntes y, al costado, el libro de biología.

—¡Por favor sálvanos! —Solae solía exagerar las cosas—. Anton me dijo que biología es uno de tus fuertes. ¿Podemos repasar contigo? ¿Poooorfi?

Miré a Anton con recelo. Era cierto que biología era una de mis materias más fuertes, pero no entendía cómo era que él sabía eso. ¡Es que parecía saber todo acerca de mí! Tampoco sabía por qué quería que compartiera junto a ellos cuando todo el tiempo tenía la sensación de que su intención era alejarme lo más posible de Solae.

—¿También venías a estudiar, o no? —preguntó Anton al ver que sostenía los libros bajo mi brazo. ¿En verdad quería ayudarme? Miré a Solae, sin acabar de convencerme de sus buenas intenciones, y ella me devolvió una cálida sonrisa mientras asentía, quizás adivinando mi escepticismo.

—No veo por qué no. —accedí por fin, no pudiendo creer en mi suerte. Estaba matando dos pájaros de un tiro. Me dispuse a sentarme junto a Solae, pero Anton se adelantó, y apegándose a ella, me hizo espacio para que me sentara a su otro costado. No reclamé, tenía claro que tenía que ganármelo primero a él.

Comenzamos el repaso y, quizás por el hecho de estar compartiendo junto a Solae como antes, por fin conseguí relajarme y empezar a concentrarme en el estudio. Anton empezó a hacerme preguntas sobre cosas que no les habían quedado muy claras, y me sorprendí de recordar más de lo que creía respecto a ciertos temas. Una vez resueltas sus dudas, comenzaron con el repaso y las preguntas que habían estado preparando durante la semana. Semana que perdí tonteando por culpa de ellos dos. Este repaso definitivamente me lo debían.

—¿Y entonces cuál es la clasificación de las mutaciones según el tipo celular que afectan? —nos preguntó Anton, aunque su mirada se dirigía a Solae. Ella se mostraba orgullosa de haber podido responder bien la mayoría de sus preguntas, pero esta última parecía escapársele de la memoria.

—A ver. Están las mutaciones somáticas, y las mutaciones... —y Solae me miró para que la ayudara. Y yo la sabía. Sabía que la sabía, pero no estaba realmente concentrado en la respuesta.

Viéndolos interactuar más de cerca, no me cabía duda que existía química entre ellos dos, y no podía evitar preguntarme si era efecto de la influencia de Anton o si ella siempre había sido así y hasta ahora no lo había notado.

No. Definitivamente Solae se veía diferente a cómo era cuando estudiaba conmigo. Había algo distinto a cuando éramos amigos. Observé cómo su cabello, aún suelto, empezaba a secarse gracias al calor de la mañana y comenzaba a formar unas ligeras ondas que enmarcaban su rostro de una forma que no lograba describir. Aquel detalle de su pelo que siempre había pasado desapercibido; escondido detrás de su aburrida cola de caballo y que ahora le sentaba tan bien...

No me conoces, pero soy tu mejor amigo ¡En librerías!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora