—No vas a poder creerlo. —comencé, y eso le encendió la cara como si abriera un regalo de navidad—. Apenas le mostré los anuarios a Solae, las fotos cambiaron. ¡Ahora Anton aparece en todas las fotos!

—¡Zaaaaa! —soltó Paula con incredulidad, empujándome con fuerza mientras se reía de mí—. ¿Ahora tú te estás burlando de mí? —Maldije no haber traído ningún anuario para mostrárselo como prueba.

—Paula, esto no es una broma. Si quieres te los traigo, pero tendrás que esconderte mientras voy por ellos.

—¿Esconderme por qué? ¿Qué temes que me pase? —De solo pensar en decirlo en voz alta, me avergonzaba de lo tonto que sonaba, pero no se me ocurría otra explicación.

—Creo que Anton, no me preguntes cómo, le modificó la memoria a toda mi clase, haciéndoles creer que siempre ha sido nuestro compañero, y...

—Me habías dicho que los había engañado, pero ¿En verdad piensas que...?

—Yyy... —remarqué esta vez en voz más alta para que no me interrumpiera—. no bastando con tener la capacidad de borrar la memoria de las personas y modificar los registros del colegio, ahora comprobé que también es capaz de cambiar recuerdos físicos como las fotos.

Paula seguía intentando decir algo, pero la callé haciéndole una señal con la mano. —Si es que estoy en lo cierto y se da cuenta que eres mi hermana, y que además me estas ayudando, podría borrar también tu memoria.

La cara de póker con la que me miraba Paula era indescifrable. No sabía si estaba sorprendida, asustada o si se esforzaba por no reírse en mi cara.

—OK. Muéstrame esos anuarios. —sentenció. Seguramente no me creería nada hasta ver esa prueba.

—Iré a buscarlos ahora, pero necesito que te quedes acá. ¿Me harás caso, verdad? —Paula sacó su celular y le dio un vistazo a la hora.

—Ya, pero apúrate, que queda poco para regresar. —Y tomé su consentimiento como señal de partida para correr una maratón hacia mi sala. Subí las escaleras, saltando peldaños y casi tropezándome al llegar arriba. Entré, tomé un par de anuarios, los escondí bajo mi brazo, envolviéndolos con mi chaleco y emprendí el regreso sin prestarle atención a nadie.

Sin tiempo para recuperar el aliento, me dirigí de vuelta hasta el rincón donde había dejado a Paula, pero apenas a pasos de llegar, dando vuelta a la esquina, me encontré de golpe con la espalda de Anton contra la que casi quedo incrustado. Junto con Solae, compartían un snack de chocolate, en el peor lugar que podrían haber escogido para hacerlo.

—¿A dónde vas tan apurado? —me preguntó Solae divertida.

—Parece que ya te sientes mejor. —añadió Anton girándose hacia mí y fijando su mirada en el bulto que sostenía bajo el brazo. ¿Qué hacían ellos justo aquí? Por detrás de su hombro, pude divisar cómo mi hermana, ajena a nuestra presencia, seguía revisando cosas en su celular.

Al notar mi distracción, Solae se giró a ver hacia dónde se dirigía mi mirada.

—¡Uuuuh! ¿Vas a encontrarte con una chica? —dijo al avistar a mi hermana. Su descubrimiento me generó un breve microinfarto.

—¡No! Solo me confundí de camino. —Eso no me lo creía ni yo, pero no se me ocurrió nada mejor para redirigir su atención.

—No seas, así. Preséntanos a tu amiga —dijo ahora Anton rodeándome con su brazo, mientras me forzaba suavemente a avanzar junto a ellos hacia donde estaba Paula.

Esto no podía estar pasando. Me obligué a considerar que quizás estaba exagerando. Quizás él no tenía poderes y todo solo estaba en mi cabeza. Tal vez Anton no estaba interesado en mi hermana. Es lo que quería creer ahora. Ahora que no me quedaban más alternativas, ni ideas para arrancar de la situación.

No me conoces, pero soy tu mejor amigo ¡En librerías!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora