Capítulo 19.

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La luz del sol entraba por la ventana esté lugar era muy hermoso, se escuchaba como caía el agua de la regadera supuse que era Nathan.

Tome una camiseta de mi maleta me quedaba demasiado larga así que no puse nada debajo.

Nathan salió poco minutos después y por poco me da un ataque cardíaco se veía tan sexi, pequeñas gotas caían por su pecho y abdomen, tenía los músculos muy definidos, su cabello estaba mojado y sólo lo cubría una toalla.

— ¿Quieres que me quede aquí todo el día o prefieres tomar una foto? - se estaba burlando de mí.

No conteste ya que mi celular comenzó a sonar y no sabía dónde estaba, prácticamente comencé a vaciar la mochila que tenía hasta que salió el celular. Al ver el nombre una sonrisa apareció en mi rostro.

Hola - contesté.

Hola preciosa, ¿donde estás? - extrañaba tanto su voz.

En Bali.

¿Ese idiota te trata bien? - comencé a reír después de todo aún me cuidaba.

Sí, ¿porque?.

Porque si no lo hace no me molestaría cambiarle el lugar.

A mí me encantaría que lo hicieras - no mentía lo quería conmigo.

Elizabeth.

Sí.

Te extraño - me sentía tan feliz con sus palabras, me aleje un poco más ya que Nathan no me dejaba de ver.

Yo también te extraño demasiado.

¿Cuando vas a regresar?

Aún no lo espero y sea muy pronto.

Te estaré esperando - a lo lejos se eschuaba una voz sabía perfectamente quien era.

Elizabeth, me tengo que ir te estaré llamando o enviando mensajes de acuerdo.

Sí.

Adiós Elizabeth.

Adiós Mateo.

Corto la llamada, en esté momento me sentía tan estúpida me emocioné por una llamada que terminó cuando Alondra lo llama, siento que soy su diversión.

Tome un baño rápido me vestí muy simple y baje, Nathan ya estaba desayunando.

— ¿Señora gusta que le sirva el desayuno? - Susana era muy amable.

— Sí, por favor - pocos minutos tenía enfrente a mi el desayuno.

No tenía mucho apetito y sólo picaba todo o llevaba pequeños trozos de comida a mi boca, Nathan en varias ocasiones me venía y en otras parecía que iba a decir algo pero sólo callaba y seguía desayunando. Mi celular sonó y vi la pantalla Carolina envió un mensaje tome el celular y lo bloque.

— No era quien esperabas.

— No te interesa.

— Claro que me interesa quien habla con mi esposita - le encanta ponerme de malas.

— Pues que está vez no te importe.

A mi también me encantaría, te extraño - repetía lo que yo había dicho hace unos momentos.

— ¿A caso estas celoso Nathan? - si quería molestarme yo haría lo mismo.

— Eso quisieras.

— No es lo que quiero, es lo que parece.

— Ya quisieras que al menos sintiera algo por ti.

— ¿Qué no estás enamorado de mí?, yo pensaba que lo nuestro era especial - fingi un pequeño sollozo y limpié una lágrima falsa.

— Lamento romper tus sentimientos de adolescente enamorada.

— ¿Qué tienes con la edad?

— Nada sólo que ahora estoy desayunando con una niña en lugar de una mujer.

— ¿Al menos sabes cuántos años tengo? - lo que dijo me hizo molestar.

— 8 tal vez 10 - tenía una sonrisa que podía enamorar a cualquiera pero a mí no lo haria.

— ¿Te gusta molestarme verdad?

— No sabes cuanto, lo disfruto demasiado - comenzó a reír como si fuera muy gracioso.

No tenía ánimos de soportarlo así que sólo me levanté de la mesa y pensaba salir.

— ¿Que son esos modales en la mesa niña, nunca te enseñaron a comportarte? - corrió hasta estar enfrente de mí.

— Nathan hoy no estoy para soportar tus estupidos juegos de mal gusto - en realidad estaba muy molesta.

— Problemas amorosos en la adolescencia son lo peor y más para las niñas como tú - se estaba burlando de mí incluso hasta reía.

— Sí claro como digas - iba a caminar pero me detuvo.
— ¿Ahora que quieres?

— Que me digas a donde vas.

— ¿Porque tengo que decirte?

— Porque eres mi esposa - me tomo de la cintura y me acercó a él tenía un aroma muy característico.

— Tú piensas que con eso vas a tener control sobre mí y voy a hacer lo que tú quieras.

— Claro que sí - había una sonrisa en su rostro.

— Eres un idiota, alejate de mí - lo intentaba alejar de mí pero me abrazo.

— Te dije que es un error llamarme así - su voz y su mirada era desafiante.

— No te tengo miedo - su mano iba bajando hasta mi trasero.

— Deberías, no sabes quién soy - sus labios estaban muy cercas de los míos.

— ¿Que haces? - me levanto y mis piernas rodeaban su cintura.

— ¿No puedo cargar a mi esposa? - esto era incómodo.

— Ya deja de jugar y déjame en paz - me miró de una manera muy seductora y sexi.

— Que te parece si está vez jugamos los dos - besaba mi cuello, esto se siente tan bien.

— Nathan - no quería hacer esto o sí.

— Se que lo deseas tanto como yo, tu cuerpo te delata tal vez tu voz diga lo contrario - sus labios me encantan.
— Quiero hacerte mía.

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¿Elizabeth aceptará?🔥

Casada Con El SexoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora