Capítulo 33

7.7K 1.3K 1.3K
                                    

Amar a Matthew Belmont era complicado. No cualquiera podía hacerlo.

Me pregunté cuál era mi razón para seguir tras de él, qué hacía que no deseara nuestra separación. ¿Su aspecto? ¿Su voz? ¿Los recuerdos de la infancia? ¿La melancolía de nuestro inicio romántico? Si todas las respuestas eran afirmativas, en ese caso, ¿por qué buscaba revivir un pasado que jamás volvería?

Eso era fácil de concluir, ya que él se convirtió en la primera persona ajena a mi familia que expresó y comprobó que me amaba. Y que, a pesar de todas las adversidades —incluso las actuales—, no había dejado de hacerlo.

Cuando se montó el escenario que Matthew solicitó, los dos aparecimos ante los espectadores, solos, sin saber muy bien qué decir. Los reflectores nos señalaban, igual que los ojos de mi familia y la suya. De nuevo las altas temperaturas se sintieron en mi cuerpo, provenientes de toda la iluminación y el nerviosismo.

—¿Qué es lo que necesitas de mí, Thomas? —Se paseó como un león enjaulado por los siguientes tres metros.

Matthew le dijo a Keira que ya no apareciera en escena. La chica no se negó porque, según lo previsto, ya contaban con un plan que yo desconocía.

—Hablar seriamente contigo —Fruncí el entrecejo y me acerqué a él—. ¿Casarte? ¿Acaso te has vuelto loco?

Comenzamos como se debió; siendo nuestros personajes y apegándonos al contexto de la obra tal y como practicamos el último mes.

Me palmeó el hombro con una sonrisa divertida, mirándome a los ojos sin expresar nada con ellos. De inmediato, se aproximó a uno de los pequeños sillones de madera y se recargó cómodamente en él. Me invitó a hacer lo mismo con una seña, pero lo rechacé. Seguí de pie a lo lejos, juzgándolo negativamente.

—¿Alguna vez sentiste lo que es el amor verdadero, Tom? —Sus gestos continuaron intactos. Ni siquiera me moví—. Es lo más maravilloso que existe.

Me explicó por el siguiente par de minutos lo maravillosa que era Charlotte para él y lo que le hacía sentir. Se puso de pie mientras hablaba, me rodeaba por la espalda como si fuese una futura víctima suya, buscaba que comprendiera la perspectiva de su personaje.

—Prometimos que nunca caeríamos ante una mujer. —Me defendí a sus excusas—. Y ahora que lo haces, tiras a la basura toda una vida que construimos juntos.

Tampoco quise decir nada que pudiera tener un doble sentido para los dos, pero Matthew encontró en mis palabras cierto apego a nuestra realidad. Yo lo capté después que él, irónicamente.

—Ella es de esas mujeres que nunca se atrevería a traicionarme por el amor que me tiene —atacó con suavidad—. No puedo decir lo mismo de mis amigos.

La segunda oración ofendió a mi personaje. A Carven lo ofendió la primera. Si ya hacía un calor sofocante sobre el escenario, el enojo repentino aumentó esa molestia.

—Me conoces de toda la vida, a Charlotte solo pocas semanas. —Me mostré dolido tanto en voz como en gesticulación—. Vivimos mucho juntos. Fiestas, viajes... Te tendí la mano cuando la pediste.

Asintió ligeramente a cada punto que le expuse. Lució pensativo.

Rememoré en voz alta una serie de inventos de la vida de los protagonistas. Todo sonó muy convincente, como si formara parte del guion. Isaac me enseñó paso a paso cómo crear historias al momento, darles forma y sentido. La ayuda que me brindó fue demasiado útil; cada vez exponía más razones lógicas por las que no debía casarse.

—No sé si lo recuerdas, Thomas, pero ya tenemos edad para hacer de nuestras vidas algo más productivo —Noté la irritabilidad en sus facciones, pero no supe si quien se comenzaba a molestar era Matthew o Chris—. Deberíamos dejar de holgazanear y preocuparnos por lo que de verdad importa.

El final que deseo [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora