━ 𝐈𝐈: Toda la vida por delante

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—Le ha pedido a Lagertha que lo acompañe a Wessex. Al parecer, quiere volver allí para vengarse por la destrucción de nuestra colonia —expuso con una sonrisa melancólica embelleciendo sus facciones. Aún recordaba como si fuera ayer la primera vez que pisó suelo cristiano. Tendría más o menos la misma edad que Drasil.

Ante ese último comentario, los orbes de la joven brillaron con emoción.

—¿Y ella ha aceptado? —quiso saber, presa de la curiosidad.

Kaia bebió de su jarra antes de contestar:

—Lagertha tiene obligaciones que la atan a Hedeby. —Se secó las comisuras de los labios con el dorso de la mano y volvió a clavar la vista en el exterior, en las colinas que se alzaban más allá de aquel estrecho ventanuco.

Drasil frunció el ceño, poblando su frente de arrugas. ¿Cómo podía haber rechazado semejante propuesta? Por muchas vueltas que le diera, su parte más infantil e inocente no lograba comprenderlo... Pero enseguida su parte madura y racional le dio la respuesta: Ragnar Lothbrok ya no era el ávido guerrero del que todos habían oído hablar años atrás. Su momento de gloria había acabado. Lo hizo en el instante en que dejó Kattegat, a su actual esposa y a sus hijos, así como el derecho a ser rey. Ahora todo había cambiado, y nadie iba a dejar sus propias ambiciones de lado para acompañarlo a un sitio que ya había sido saqueado varias veces.

—Pues yo me hubiese ido con él —apostilló, dejando el hueso que había estado arrebañando en el plato. Se terminó la cerveza que le quedaba y miró también por la ventana.

Al escucharlo, Kaia sonrió. 

No podía culparla ni recriminarle nada, puesto que en ese aspecto era clavadita a ella. Su hija había heredado su espíritu aventurero, al igual que la curiosidad y las ansias de conocimiento de su padre. No era la primera vez que insinuaba que quería conocer mundo y explorar lugares inhóspitos, y estaba segura de que no sería la última.

—Ya llegará tu momento —pronunció, ocasionando que los ojos de Drasil, aquellos que había heredado de Søren, se clavasen en ella con tanta intensidad que, por unos segundos, creyó estar viendo a su difunto esposo—. Solo debes tener paciencia. Aún eres joven, tienes toda la vida por delante. —Extendió un brazo y estrechó su mano con cariño.

Drasil no pudo hacer otra cosa que sonreír, confiando en que así fuera.

Drasil no pudo hacer otra cosa que sonreír, confiando en que así fuera

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—Amo a Ragnar Lothbrok. —La dulce voz de Astrid, pupila de Lagertha, además de su amante, inundó aquel recóndito lugar en el que el silencio tan solo era perturbado por el sonido del agua en constante movimiento—. Tendríais que haberlo visto —añadió con una sonrisa risueña en los labios. A su lado, Drasil y Eivør, quienes también estaban sentadas en el suelo, muy cerca de la orilla del río, la miraron con una ceja arqueada.

 A su lado, Drasil y Eivør, quienes también estaban sentadas en el suelo, muy cerca de la orilla del río, la miraron con una ceja arqueada

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