—¿Qué quieres conseguir con todo esto? —Le pregunté molesto, dirigiéndome a ella.

Todos me miraron de tal forma que ya me estaba arrepintiendo de haberlos interrumpido.

—¿Alex? —me preguntó Solae con cara de estar perdida, como si recién se diera cuenta que yo estaba ahí.

—Si todo esto es porque no te saludé por tu cumpleaños... —continué, mirando la reacción de todos y luego la de ella, pero todos me miraban como a un bicho raro al que no sabían si pisar o perdonar la vida por lástima.—...pues, quise saludarte ayer, pero...

No sabía qué me estaba pasando. De pronto me sentí extremadamente tonto e inseguro, a diferencia de cómo era siempre frente a ella. Iba a continuar con mi punto, pero para mi alivio, Solae me interrumpió.

—¡Ay Alex, no te preocupes! Gracias por acordarte. Es muy tierno de tu parte.

A continuación me dedicó un abrazo rápido, que se tradujo más bien en un par de palmadas en la espalda, para luego seguir hablando con nuestros amigos, como si nada.

Debo admitir que esperaba que en su agradecimiento hubiese un tono de voz cargado de ironía y resentimiento por mi olvido. Algún grito de odio, o alguna reacción que tuviera por objetivo castigarme también habría estado bien. Pero quedé sorprendido al ver que no parecía enojada en lo absoluto. Aunque quizás, lo que más me desarticuló, fue su abrazo tan impersonal y que me tratara como si fuera cualquier otro compañero de clase.

Si no estaba enojada conmigo, ¿Qué significaba esa repentina indiferencia hacia mí? ¿Era esto también parte de su plan de venganza?

El grupo se alejó de mí, continuando con su cuchicheo animado, mientras yo me preguntaba de qué me estaba quejando. Después de todo ¿No era acaso esto lo que había estado deseando todo este tiempo?


*    *    *


El resto del día transcurrió con normalidad, si es que se le podía llamar normal a que Solae no me hablara y a tener un completo desconocido haciéndose pasar por compañero de nuestra clase sin que a nadie más le sorprendiera. Incluso los otros profesores de las clases siguientes lo saludaban y lo trataban como si lo conocieran de toda la vida.

Yo aún sospechaba que todo esto, en el fondo, se trataba de una broma de Solae para llamar mi atención y castigarme. Mi amiga solía ser muy creativa, sobre todo si de bromas y venganzas se trataba, pero esta vez yo estaba casi maravillado de su impecable actuación y la de todos sus cómplices (que en realidad era toda la clase). Incluso me habían hecho plantearme, por un instante, la remota posibilidad de que Anton en verdad hubiese sido siempre nuestro compañero y que yo fuese quien estaba perdiendo parcialmente la memoria, me estuviese volviendo loco o me hubiese trasladado a alguna especie de realidad alternativa. Pero por sanidad mental, prefería descartar esas opciones. Al menos por ahora.

Terminaron las clases y todos nos apresuramos a salir. Ya afuera de la sala, vi a Solae esta vez conversando a solas con Anton en el pasillo. ¿Desde cuándo se conocían y en qué momento se pusieron todos de acuerdo para planear todo este engaño?

Si me detenía a pensarlo, nada tenía mucho sentido. Solae apenas había tenido tiempo para prepararlo todo, a menos que me conociera tan bien como para prever que me olvidaría de su cumpleaños y así elaborar una venganza solo por si acaso. Sí, sonaba demasiado absurdo y rebuscado, pero Solae a veces era así, impredeciblemente absurda. ¿Pero para qué tomarse tantas molestias? Definitivamente tenía que haber algo más.

Disimuladamente me apoyé en el balcón del pasillo y pretendí navegar en mi teléfono, procurando estar lo suficientemente cerca de ambos como para poder captar algo de su conversación sin que sospecharan. Si es que ellos estaban atentos a lo que yo hacía, debo decir que no se les notaba.

—No, a Tam le dan lo mismo esas cosas. Tú sabes cómo es ella. —le decía Solae a Anton, de lo que deduje que también conocía a Tam, la hermana menor de Solae.

—Bueno, si a ella tampoco le importa, yo no tengo problema con pasar hoy después del cine y mañana en la tarde. Así lo preparamos bien.

¿De qué están hablando? ¿Qué cosa van a preparar bien? Acaso seguirían con esto por otros dos o tres días más? Me acerqué unos pocos pasos más, para lograr escucharlos mejor.

—Claro que no. Además solo vamos a estudiar. A mi hermana no le tendría porque preocupar lo que haga o deje de hacer. —le respondió Solae, acomodándose un mechón de pelo rebelde que se escapaba de su cabello, que siempre llevaba recogido en una cola de caballo.

Al parecer estaban hablando del examen del viernes. El mismo para el que Solae me había pedido ayuda el otro día. ¿Es que ahora ellos iban a estudiar juntos? ¿Es que acaso Anton iba a seguir en nuestra clase durante todo el resto de la semana?

—¿Todo bien, Alex?

La repentina interrupción de Joto me sobresaltó tanto que casi dejo caer mi teléfono por el balcón del tercer piso. Aunque Joto y yo no éramos los mejores amigos, podría decir que era la segunda persona con la que solía interactuar más de la clase, después de Solae.

—¿Qué te hace pensar que no? —le pregunté enojado por perder el hilo de la conversación entre Solae y el rubio.

—Pues como sigues acá, pensé que te pasaba algo. Por lo general siempre te retiras apenas terminan las clases y evitas hablar con nadie.

Lo que Joto me decía reflejaba muy bien lo que me hubiese gustado hacer apenas terminaban las clases, pero Solae nunca permitía que aquello ocurriera. Eran muy pocas veces las que recordaba haberme ido solo a mi casa sin contar con su no solicitada compañía.

—No sé por qué dices eso, Joto, si yo siempre me he ido con Solae.

José Tomás entrecerró los ojos mirando hacia ningún punto en particular, como si intentara evocar algún recuerdo que corroborara lo que le decía.

—¿Con Solae? Pero si ella siempre se va con Anton. De hecho es raro siquiera verte conversar con ella.

¿Pero qué mierda estaba diciendo Joto? ¿Es que acaso quería confundirme aún más?

Me giré hacia Solae, pero vi que ya bajaba las escaleras junto a Anton rumbo a la salida del colegio.

—No sabía que te interesaba tanto Solae. —me dijo José Tomás, luego de ver mi decepción al verlos irse.

No tenía ganas de discutir con Joto, que parecía empecinado en tomarme el pelo. Nunca me imaginé que él también participaría tan abiertamente en una broma de ella. Ignorando su comentario, bajé las escaleras para salir yo también. Anton y Solae ya iban camino hacia el paradero de buses, por lo que deduje que lo del cine iba en serio.

Aceptando las nuevas circunstancias, me devolví caminando a mi casa, solo y esforzándome por disfrutar esta inesperada libertad que tanto había deseado.


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