2. ¿Qué está pasando?

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—Oh, mierda...

Pude ver cómo Solae, por un instante me miró para luego seguir charlando como si yo no estuviera presente, pero no podía culparla. Acababa de darme cuenta de lo idiota que había sido con ella el otro día, al rechazar dos veces la invitación de ir a su casa el fin de semana.

Entre las mil peculiaridades de mi amiga, una bien particular era celebrar su cumpleaños solo a partir de la hora en que nació, lo que era a las seis de la tarde, y había dejado estatizado que nadie podría saludarla antes de esa hora, so pena de muerte o alguna sentencia de severidad similar. Cada año celebrábamos juntos el inicio de su cumpleaños y por eso me había invitado sutilmente a su casa a "estudiar" ese día. Y yo no solo lo había olvidado por completo, sino que además le había gritado que no podía y mejor ni hablar de mi inexistente regalo de cumple-disculpas. Me esperaba lo peor.

—Vayan sentándose rápido, que no tengo todo el día.

Nuestra profesora jefe, la corpulenta señorita Alicia, alias Big Alicia, hizo su entrada a la sala cerrando la puerta bruscamente tras de sí, con su semblante estricto y seco de siempre.

—¿Señor Alex Romandi, sería tan amable de sentarse para permitirnos comenzar la clase?

Ante su llegada todos habían corrido a tomar posiciones, siendo yo el único idiota que aún figuraba parado junto a mi puesto, con la mochila todavía en mi espalda. Me apresuré a sentarme, entre un par de risas de fondo, mientras que Solae, a mi derecha, me seguía ignorando olímpicamente. Parecía que esta vez en verdad estaba muy enfadada.

Como de costumbre, la clase dio inicio con nuestra profe pasando lista de asistencia, pero fue antes de llegar a mi apellido que se detuvo en un nombre que yo jamás había escuchado y al parecer, por su cara, ella tampoco.

—¿Ris-sey... Anton? —preguntó mirándonos con el ceño fruncido, para que nos dignáramos a responderle—. El señor Anton Rissey. —repitió, y esta vez todos nos miramos con extrañeza. Busqué la atención de Solae, pero ella miraba hacia el otro lado, sin darse por aludida.

Big Alicia repitió el nombre por última vez, golpeando su escritorio con impaciencia y cuando ya, molesta, iba a pronunciar el siguiente nombre, en ese momento se abrió la puerta del salón.

Sin siquiera pedir permiso, el misterioso chico rubio que había visto un poco antes en el pasillo, hacía su entrada triunfal a la clase. No pude evitar compadecerme un poco de él, por su desafortunado atrevimiento.

Al verlo ahora de frente, su apariencia de pronto me resultó extremadamente familiar, haciéndome escarbar entre mis recuerdos más recientes. ¿Dónde más lo había visto? Más alto que cualquiera de nosotros, cabello con corte de ídolo pop, cara digna de aviso publicitario y demasiado guapo para ser hombre. ¡El idiota que había chocado contra Solae el otro día!

—Presente, Señorita Alicia. —dijo el chico rubio, que al parecer se hacía llamar Anton, sonriendo con despreocupación—. Por favor disculpen el retraso, tuve un problema en el camino. —añadió, ahora dirigiéndose a nosotros, mientras nos saludaba con la mano.

—¿Un problema en el camino? ¡Si todo este tiempo estuvo afuera de la sala! —musité para mis adentros, pero al parecer su descaro solo me molestaba a mí, ya que las hormonas de mis compañeras (y alguno que otro compañero) parecían dispararse sin disimulo.

Por su parte, Miss Alicia aún no reaccionaba ante la interrupción. Se había quedado perpleja, como si alguien le hubiese apretado pausa. Pero luego de unos segundos, como si nada extraño estuviese pasando y, muy al contrario de lo que haría con cualquier otro alumno, amablemente lo invitó a entrar.

—Claro, Anton, no hay problema, por favor ve a tu asiento. —le indicó, apuntando hacia un puesto desocupado.

Anton se internó en la sala y se instaló donde en efecto había un asiento libre a la derecha de Solae, el que extrañamente nunca antes había notado. Una vez sentado y luego de colocar su mochila detrás de su silla, se inclinó hacia Solae y le dijo algo en voz baja que no logré escuchar. Solo sé que la sonrisa que le dedicó no me gustaba nada.

Para mi sorpresa, después de esta insólita interrupción, la clase continuó con total normalidad. Incrédulo examiné a los demás buscando reacciones similares a la mía, o al menos la atención inicial de mis compañeras al verlo, pero ahora todos estaban inusualmente atentos a lo que fuese que estuviera hablando Big Alicia. Ni Solae, ni ningún otro compañero comentaba nada, ni le ponía particular atención.

¿Pero qué demonios acababa de pasar? ¿A nadie le extrañaba la presencia de este tipo? ¿Por qué la profe no lo presentó? Y sobre todo, ¿Por qué llegaba un compañero nuevo a estas alturas del año? ¿Me estaban jugando todos una broma?

—Solae. ¡Solae! —traté de llamar su atención hablándole en voz baja para no alertar a la profe, pero seguía sin mirarme. Resignado me dirigí a José Tomás, que se sentaba a mi izquierda.

—¡Joto! —lo llamé en voz baja— ¿Qué está pasando? ¿Sabes quién es ese tipo? —Joto, que al parecer estaba medio dormido, me miró confundido, sin entender a qué me refería.

—El tal Anton. ¿Sabes de dónde salió? —le repetí para quitarle la cara de pregunta.

—¿Anton? ¿Te refieres a dónde vive o algo así? —parecía confundido, quizás aún no despertaba del todo.

—No, idiota ¿Sabes por qué no nos presentaron al compañero nuevo?

—¿Qué compañero nuevo? —me preguntó a medio bostezo, mirando hacía los lados. La ineptitud de Joto para entenderme me estaba colmando la paciencia.

De repente, Big Alicia dejó de hablar y miró en nuestra dirección buscando el origen de los murmullos que interrumpían su clase. Fue suficiente señal de advertencia para enderezarme de golpe y quedarme callado. Arriesgando un castigo mayor, pero no soportando la incertidumbre, saqué ahora mi celular con disimulo y continué con el interrogatorio a través de mensajes.

—"¡Hablo de Anton, el rubio que acaba de llegar atrasado!"

Joto dio un mini brinco al sentir la vibración de su celular en su bolsillo. Al ver el mensaje, se rascó la cabeza y a continuación se puso a tipear su respuesta, con una lentitud exasperante.

—"Anton está con nosotros desde primaria. No sé de qué compañero nuevo me hablas."

Si Joto era parte de la broma, la estaba representando demasiado bien. En verdad parecía convencido de lo que me estaba diciendo. Big Alicia también continuaba con su clase como si nada fuese diferente. No podía ser que con lo seria que era, fuese cómplice de una broma tan rara. Definitivamente había algo que no estaba entendiendo.

Miré de nuevo a Solae y le hice gestos con la mano. Su inusual atención hacía la pizarra me sugería que me seguiría ignorando y que no tenía sentido seguir intentando. Cuando mi vista se enfocó un poco más allá, justo a su derecha, me encontré de frente con los ojos del famoso Anton. Me miraba sonriente y me guiñó un ojo para terminar de incomodarme. Desvié la vista automáticamente hacia la pizarra haciendo una mueca de disgusto.

Definitivamente todo esto parecía ser parte de una horrible pesadilla y sería mejor dejar de insistir por el momento. O al menos hasta que terminara la clase.


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