| | «C a p í t u l o 38» | |

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I

Dorian se toma su tiempo y yo, sin nada mejor que hacer, analizo en mayor detalle el circo; me entretengo con la curiosa organización de estos humanos.

Dejo que mi cuerpo físico se esfume y me camuflo con el viento que sopla en el gran claro. Me esparzo con la brisa hasta cubrir la distancia que deseo, como si mi esencia fuese un manto invisible que se cierne sobre el bosque. No sigo un orden particular, sino que busco diversos focos de atención, curiosidades con las que ocupar las tediosas horas que le quedan a la jornada.

Las limitaciones que me autoimpuse para jugar a la mortalidad son incómodas, pero necesarias. Y a veces, como en estos momentos, requiero del romper mis propias reglas y contenedores.

Observo todo y nada a la vez. Pongo el foco en nimiedades y en elementos importantes por igual. Permito que la curiosidad sea mi guía.

Descubro, quizás un poco tarde, que al espectáculo le llaman La comarca de los sueños, un nombre bastante simple y poco atractivo, pero que posiblemente nadie se detiene a leer. Se lo ve en un letrero de madera si uno se esfuerza por comprenderlo. La pintura de colores brillantes se ha ido esfumando con el paso de los años y la exposición al clima.

De allí, bajo el arco de bienvenida, parten seis caminos recientes. Asumo que Kadenntia los ha mandado a construir. Por lo que comprendo, cada uno de los senderos conduce a un poblado cercano. Luces y flechas de colores indican el recorrido para los espectadores.

Esto me hace pensar que deben permanecer bastante tiempo en un mismo sitio, ¿una temporada quizás? El trabajo de montar las carpas y abrir los caminos les debe tomar casi una semana. El poblado más cercano se encuentra a apenas cuatro kilómetros. El más alejado, a casi setenta.

Seis pequeñas caravanas aguardan en un establo improvisado. Diversas bestias tiran de ellas. Si la lógica no me falla, con estos vehículos el circo llega a los pueblos, anuncia su función y ofrece transporte al público que esté dispuesto a pagar por ello. Es una buena táctica para la complejidad del territorio, aunque cada caravana tiene espacio para apenas unas dos decenas de humanos.

Me encanta sentir que hay preguntas a las que no puedo darle una respuesta segura salvo que me inmiscuya en la mente de alguien. Cuando uno lleva tanto tiempo como yo en el mundo, los pequeños misterios son los que hacen que la existencia misma se vuelva tolerable.

Admito que subestimé el tamaño del claro y del circo, también la cantidad de miembros que conforman al grupo.

El lugar es enorme, para estándares humanos, claro. El terreno ocupa casi la mitad que el territorio de la familia Gray. La carpa central se monta justo en el medio del campamento. A su alrededor, varios puestos de madera, que ahora están cerrados, dibujan una avenida en el perímetro. Algunos ofrecen comida de varios rincones del mundo, otros invitan a jugar por grandes premios. Hay un espacio reservado para adivinación y otro para que un dibujante retrate a los espectadores. La variedad es sorprendente. Un pequeño escenario anuncia un espectáculo de magia, otro de fortaleza física y un tercero que ya es ilegible.

Más allá de ahí están los cuarteles privados. Carpas de distintos tamaños y colores que se alzan por doquier sin un orden particular. Las cuento, son más de treinta.

No tengo ganas de revisar una por una, así que asumo también que no todos tienen aposentos personales, sino que varios de ellos se comparten porque hay más de cincuenta personas en el circo.

Al fondo, detrás de la carpa central y donde el público no tiene forma de curiosear, se encuentran las jaulas y el depósito colmado de barriles y de cofres con suficientes provisiones como para una semana. Si alguien les trae los alimentos o si ellos los compran en pueblos es otro misterio.

Corromper a Dorian Gray  (CDLH #1) (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora