| | «C a p í t u l o 34» | |

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I

La especie humana es una de las más antiguas del planeta, esto lo digo con convicción porque los he visto desde sus comienzos. Sus orígenes se remontan mucho más atrás que el de la mayoría de las criaturas que se conocen hoy en día. Y, sin embargo, son los únicos seres vivos que no entienden el concepto de paciencia. Su falta de temple me causa desasosiego.

Me he visto forzado a domar los impulsos de Dorian y de Sibyl varias veces durante el atardecer. Ninguno de ellos ha sabido comprender que el momento ideal para actuar llegaría tarde o temprano. En reiteradas ocasiones asieron sus armas. Mi protegido parece un felino al acecho, listo para saltar sobre su presa en cualquier instante y sin previo aviso. La joven Vane busca con desesperación una sombra o un rincón que le permita escabullirse entre los descuidos de los criminales para recuperar lo que le han quitado. Él quiere atacarlos y obtener, de paso, un buen botín; ella actúa como una madre a la que le han arrebatado a sus hijos y que solo desea abrazarlos una vez más.

El momento ideal se acerca. Lo presiento.

Ya ha anochecido y el grupo de criminales se prepara para celebrar sus atracos. Han tenido la osadía de tomarse un día completo de descanso antes de continuar con su camino. Por lo que he leído en sus mentes, llevan casi una semana estacionados en esta zona y, ahora que tienen todas sus jaulas llenas, pueden ir a vender las criaturas en el mercado negro de la capital. Temen que los dueños del circo del que tomaron las presas mayores los rastreen, pero confían en que les queda suficiente tiempo como para descansar esta noche y partir al amanecer.

Beben.

Sin abandonar sus posiciones, los siete criminales celebran su victoria con premura. Disfrutan de una noche de algarabía antes de lanzarse a los peligrosos caminos del reino. Si tienen tanta experiencia como sospecho, no se permitirán caer en la ebriedad. Sin embargo, el sueño con alcohol en la sangre es más pesado que el normal.

O quizá no, a decir verdad, es algo que no sé con seguridad, sino un detalle que he observado y analizado a lo largo de los siglos.

—Ya casi —susurro un rato más tarde desde mi posición. Es mi turno de montar guardia. Lo hago solo porque no confío en el temperamento de Dorian ni en la falta de experiencia se Sybil.

Dos de los criminales dormitan. Sus cabezas caen lentamente hacia alguno de sus lados. Un chico de no más de quince años y con el cabello blanco como una nube es el primero en desvanecerse entre sueños de grandeza que jamás alcanzará. Poco después sucumbe un hombre en sus treinta años, calvo y lleno de tatuajes. Parecía a simple vista el más rudo del montón, pero la bebida ha logrado aligerar su conciencia con prisa.

Faltan cinco de ellos: el líder, sus parientes y un guardia. Si mis cálculos no fallan, podremos actuar en no más de una hora.

A veces el destino y sus imprevistos se tornan de pesadilla a sueño placentero. En ocasiones como esta, lo que podría haber sido una tragedia —la caída de Dorian— se convirtió en un crimen y luego en una nueva puerta abierta para nuestro viaje. Robarle la mercadería a quien la hurtó primero nos facilitaría muchas cosas. Y las adquisiciones serían excelentes, gratuitas y exóticas. Claro que no toda bestia enjaulada sirve para montura, pero lo que no sea apto para el catálogo de los Gray puede obsequiarse o donarse como acto de caridad para enaltecer la figura pública de mi protegido y su honor.

Sí, ha sido una jugada excelente de mi parte. Tengo que admitirlo con orgullo. Gracias a mi travesura, ahora la situación es más que favorable. ¡Dorian debería estar agradecido! Retrasé el viaje y puse a todos en riesgo, pero gracias a eso obtendremos más de lo que buscábamos hallar en un comienzo.

Corromper a Dorian Gray  (CDLH #1) (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora