Capítulo 47

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Toso, mi garganta esforzándose para liberarse del ardor, las lágrimas se acumulan en mis ojos y respiro forzosamente.
—¡Jackie! ¡Jaqueline! —Detrás mí, mi hermana grita.
Me giro hacia ella sin poder dejar de toser, sintiendo que incluso los pulmones me duelen.
Lo primero que noto de mi hermana es una abertura en su ceja que emana sangre.

Intento recuperarme, intento volver a la normalidad.

—¡Es el señor Greten! ¡Les dió la orden de matarnos y peleamos! ¡están heridos, Jackie! ¡los chicos están heridos! —Siento como mi corazón palpita por encima de cualquier ruido y la sangre me arde en las venas.
Mi hermana comienza a correr y la sigo, llegando a los chicos en pocos metros.

Recostados en el suelo, Ethan y Josh tratan de curar sus heridas. El moreno tiene una brecha en la pierna y trata de practicarse un torniquete. Mientras que el castaño tiene cortes en la cara y los brazos. Me agacho junto a él, notando un quemazón en mis piernas heridas al tocar el suelo.

Sudoroso y agitado, Ethan alza la mano para tocar mi mejilla.
A su alrededor, un reguero de cadáveres.

En cuanto sus dedos tocan mi piel, cierro los ojos por el dolor.
—Se acabó. —Susurro.
Él asiente y pongo mis manos en su pelo para abrazarle en el suelo.
Destruidos y todavía no a salvo. Pero juntos y vivos, es todo lo que importa ahora.

—Tenemos que llegar al castillo de Lebah. —Nos recuerda la rubia, ayudando a Josh a ponerse en pie y poniendo el brazo del moreno alrededor de su cuello.
—No tenemos caballos ni comida o agua. —Habla éste. Trago en seco.
—Podemos hacerlo, chicos. —Les animo o al menos trato de hacerlo.

—No tenemos otra opción.
—Imito la acción de mi hermana y ayudo a mi soldado a ponerse de pie.
Me tomo un instante antes de ponernos en marcha para mirar a nuestro alrededor.

Veo caras en el suelo, todas caras que había visto antes. En el improvisado campamento e incluso en el palacio.
Todos matones de Greten, todos enviados para asesinar a mi familia.
No siento pena por ninguno de ellos.
Por mucho que mis padres me hiciesen, no merecían un final tan indigno.
Ni mucho menos Elalba o yo.
Sigo contemplando sus pálidos rostros.
Sin embargo, ninguno de ellos es el hombre moreno del bigote.
Ha escapado y eso significa que todavía no estamos ni cerca de estar a salvo.

Comenzamos a caminar, vamos demasiado lento.
Josh tiene una pierna herida y Elalba está librando una ardua pelea por sostener su peso.
Yo sostengo a Ethan pero también estoy herida y el escozor de mis extremidades inferiores va creciendo según el sudor se mezcla con la sangre y se adentra en las aberturas.

Me duele el pecho, me quema desde adentro. Siento que el corazón me da punzadas y también la cabeza lo hace.
De vez en cuando mi vista se nubla y uso la manga de mi vestido para librarme del líquido rojo.

—Por allí. —Me indica el ojiazul. Su voz está quebrada, agotado por la pelea, roto física y mentalmente.

Apenas avanzamos un kilómetro por hora, yendo cinco veces más lento de lo que iríamos en una situación normal.
Trato de aligerar el paso y en seguida dejamos atrás al soldado y la ojiverde.

Pero Ethan no resiste ese ritmo por mucho tiempo y volvemos a aminorar.
Con la boca seca y sintiendo que la piel de los labios se me abre más y más, los repaso con la lengua.
Las punzadas en mi corazón aumenta y siento que desfalleceré en cualquier momento.

A lo lejos observo una casa. Sonrío y la mandíbula me duele.
Hemos llegado a la población.
¡Hemos llegado a la población!

—¡Vamos! —Exclamo con fuerza girando el cuello para mirar a mis amigos.
Con una oleada enérgica, empiezo a caminar más deprisa.

—Jackie... Jackie. —Susurra el soldado y tira de la tela de mi vestido, llamando mi atención. En seco me detengo, siendo consciente de que me he olvidado por completo de él.
—Vamos Ethan, sólo un poco más. —Ruego, juntando mis manos a la altura de mi boca.
—Ve, Jackie. Vamos, ve. —Me alenta a continuar por mi cuenta y al principio me niego.
Pero sintiendo que no tengo más opciones, acabo por aceptar su propuesta y dejarle atrás.

Con un inesperado brío, casi troto.
Aprovecho ese escaso momento de fuerza pues sé que no durará mucho y no tardaré en volver a decaer.

Hago una respiración controlada. Respirando dos veces por cada paso y dejando salir el aire con calma.
El estómago me ruge. No he comido nada desde temprano esta mañana y está a punto de caer la noche.
Pero sobre todo, no he bebido absolutamente nada. Tengo la boca pastosa y necesitada.
La sangre y el sudor me han hecho perder líquidos.

Sintiendo ya los efectos de la deshidratación, trato de distraer mi mente y no pensar en ello.
En el hambre que siento, en la sed.

Ha llegado un punto donde las piernas me duelen tanto que he dejado de sentirlas.
Ahora no son más que un peso muerto que arrastro, siguiendo las nubladas órdenes de mi agotado y aletargado cerebro.

No encontrando ni una sola alma en la población, sigo caminando.
De vez en cuando me giro, tan sólo para comprobar que mis amigos me siguen y que ninguno ha desfallecido todavía.
Me pregunto cuanto tardaremos en recuperarnos de esto.
O si es que alguna vez nos recuperaremos de esto.

Veo el final de las casas y allá donde mi vista alcanza, veo el comienzo de los barracones de los soldados.
Dejo escapar una risa nerviosa, ansiosa y desesperada.

Sin embargo mantengo la cautela y me detengo un par de segundos.
Cuando el último soldado se adentra y abandona su posición, veo la oportunidad más que perfecta para encaminarme y pasar por delante de los barracones sin ser vista.

A lo lejos ya puedo distinguir las torres del castillo y la tonalidad rosada de sus paredes.

Atravieso los barracones y unos metros más allá, me giro.
Elalba y Josh son los primeros en detenerse.
Mi hermana se para junto a un árbol y se dejar caer de espaldas al suelo. Su rostro antes paliducho está totalmente rojo y contrasta con el color claro de su pelo y sus ojos.
Josh lo intenta unos metros más pero sin el apoyo de la rubia, no logra avanzar nada.

La verja abierta del palacio está frente a mí, un jardín florido y una entrada con dos soldados custodiando la puerta.

Ethan es el siguiente en detenerse, se dobla sobre sus rodillas y lucha por no desmayarse por la falta de oxígeno.
Pero yo no puedo hacerlo, no ahora que estoy tan cerca.
Incluso cuando sé que estoy a pocos minutos de perder la consciencia, no puedo parar.

Porque todo lo que he querido está frente a mí. Mi futuro, mi inocencia, mi libertad y mi vida.
Todo lo que siempre he deseado y anhelado se abre paso ante mi y no puedo parar ahora.
No cuando he luchado y perdido tanto para llegar hasta aquí.

Recorro los últimos metros, atravesando el jardín y observo que los dos guardias de la puerta se ponen en formación, dispuestos a atacar si es necesario.
Pero más que tener miedo, me hace sentir aliviada.
Porque sé que estaré protegida una vez que el Rey Lebah me vea.

Pongo mis pies en el primero escalón, notando las múltiples marcas moradas sobre mi blanquecina piel y las piedras aún incrustadas en ella.
Doy otro paso, subiendo el segundo escalón.
Pero mis fuerzas no dan para más y mi pie choca torpemente contra el último, haciéndome caer sobre mis rodillas.

Alzo el brazo y me aferro a la tela del pantalón del guardia.

—Soy Jaqueline Marianne y soy inocente.
Soy Jaqueline Marianne y soy inocente... —Y luego todo se vuelve negro a mi alrededor.

Las reglas de la princesaWhere stories live. Discover now