—Idea del novio de mamá. —Cristina se cruzó de brazos cuando él lo tomó—. No debería habértelo traído después de lo mal que te has portado.

—Ese tío me da asco.

—Ni siquiera le conoces.

—No necesito conocer a Santos para saber que es un cerdo.

—¡No compares! —se horrorizó ella—. Es la pareja de mamá. ¡Déjala vivir!

Dave cerró la puerta.

No tragaba a Tribuno Egea y durante días tuvo que soportar que Cristina se riera de todo lo que decía él; su hermana y el novio de su madre hablaban tanto de patinaje como de ballet, siempre estaban de acuerdo, él aceptaba el punto de vista de la niña, la escuchaba.

Lo que su padre real nunca hizo.

Dave se callaba, comía y se iba sin mirarlo. Odiaba que su madre los obligara a comer juntos si no se habían criado así.

Un día, después de que Cristina hubiese resumido su mañana en el instituto, Tribuno se giró a Dave y le preguntó por su día.

Dave no lo miró.

—No te importa —murmuró, paseando el tenedor por los macarrones.

Egea se rio, como siempre.

—A ti te educaron a medias, ¿verdad?

Fue una especie de indirecta que logró calentar al muchacho.

—Y una mierda. A mí me educó mi madre —replicó el chico— porque a mi padre se le hizo tarde.

—Para cambiar nunca es tarde.

Fue Dave quien se tuvo que callar.

・❥・

El sábado, Dave se quedó en su habitación como siempre mientras que su madre llevó a Cristina de compras y a inscribirla en clases de ballet.

Gracias a que Tribuno Egea trabajaba también los fines de semana, la economía de la casa había dejado de ser un preocupación.

Un par de horas después, la niña subió loca de contenta y con más de diez bolsas en las manos al cuarto de su hermano.

—¡Sal de aquí! —gritó él cuando Cristina entró a punto de tropezar y matarse.

—¡Mira lo que he comprado!

Sacó presurosa cada blusa, sudadera y vaquero, y dejó las prendas una a una sobre la cama de Dave.

Entusiasmada, le dijo que nunca había comprado tanto en su vida y Dave ni siquiera entendió de qué marcas de ropa le hablaba.

—Vale, ya lo he visto, vete.

Cristina, tan feliz hacía unos segundos, no pudo evitar cambiar el semblante.

—Solo quería enseñártelo —murmuró, bajando la cabeza, y lentamente empezó a recoger.

Dave respiró por la nariz con fuerza.

—¿Para qué, Cris? ¿Quieres que vea cuánto dinero tiene ese tío?

—Quiero que veas que está pendiente, tonto —respondió su hermana, brusca—. ¿Alguna vez me ha comprado papá ropa? ¿Sabía si me hacía falta? ¿Y tenis para ti? Siempre los tenías rotos y él nunca se daba cuenta. ¡Así que ahí tienes!

De malos modos arrojó la caja de zapatillas de deporte sobre la cama y Dave se mantuvo rígido. La sangre se le había puesto mala de pensar en su padre.

𝐃𝐚𝐯𝐞 (EN FÍSICO)Where stories live. Discover now