Mi jefe (Ian Somerhalder)

8 (Final)

La luz que traspasa los ventanales de la habitación me despierta.
Entreabro los ojos y siento que un brazo me rodea la espalda.

Abro los ojos por fin y observo a Ian durmiendo.
Se ve tan adorable... incluso inocente e indefenso.
Aunque después de lo que hicimos anoche, me cuesta pensarlo.

Un montón de pensamientos me vienen a la cabeza.
¿Que pasará ahora? Solo quiero que esto salga bien.
Decir que no ha conseguido conquistarme es mentirme a mi misma, y pensar que no estoy enamorada de él también.

Es increíble lo mucho que a cambiado desde que lo conocí.
Antes era frío, tenía miedo y rabia reflejado en sus ojos, claro que no me extraña con la vida que a tenido...
Yo estoy dispuesta a mejorarla, y sobretodo, ha hacerle feliz.
Se lo merece.

Mueve la cabeza y parpadea.

—Buenos días Amy.
—¿Amy? -Sonrío.
—Diminutivo de Amanda. ¿Te gusta? -Me pregunta frotándose los ojos.
—Sí, me gusta.

Sonríe.

—¿Que hora es? -Pregunta desorientado.

Miro el móvil.

—Son las diez.
—Vale, creo que deberíamos ir preparándonos si no queremos llegar a Nueva York de madrugada.
—Bien, pues voy a vestirme.

Le dejo un beso en los labios y me levanto de la cama.
Cojo mi maleta y entro al baño dispuesta a cambiarme.

Decido ponerme el vestido color rosa palo que me regaló Ian.

Cambiándome pienso en lo rápido que se ha pasado el viaje.
Y en todo lo que ha sucedido.
Me resulta alucinante que esté en una relación con mi jefe.

El mismísimo señor Somerhalder, el cual hace unas semanas apenas había tenido la oportunidad de ver cuatro veces contadas.

Me pongo unos zapatos negros, me peino un poco mirándome al espejo y salgo del baño.

—Ya estoy.

Está sentado en la cama.
Se levanta, se acerca a mí y me besa poniendo sus manos en mis caderas.

—Estás preciosa.
—Gracias. -Sonrío.

Vuelvo a besarle y acaricio su pelo negro.

Me siento en la cama mientras él va a cambiarse.
Hecho un vistazo a la habitación y recojo todo en mi maleta.

Un buen rato después, sale del lavabo como un pincel, perfectamente peinado con un traje negro y gris formal, pantalones grises y zapatos negros.

—Parece que vayas a una boda. -Suelto.

Se ríe.

—Me gusta vestirme formal, para los viajes, reuniones, para el trabajo... osea siempre.

Y dice la verdad, pasa casi todo el tiempo trabajando o viajando por negocios.
Pienso que quizá seguir su ritmo de vida será complicado, pero es algo que ya asumí cuando acepté ser su secretaria.

Que vayamos a todos sitios juntos facilitará mucho las cosas.

—¿Tienes todo listo?
—Sí, ya está todo. -Digo mientras echo una última mirada a la habitación.
—Entonces, es hora de irnos.

Asiento triste y cojo la maleta.
La arrastro a la puerta detrás de él.

Bajamos en ascensor hasta el vestíbulo y salimos del hotel.
Observo por última vez la espectacular entrada y la piscina donde nos vayamos el otro día.

Este viaje a sido realmente alucinante.

Caminamos hasta la carretera y hay una limusina negra esperándonos.
Que buenos recuerdos me trae esa limusina.