Capítulo treinta y uno

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✶  VACÍO ✶

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✶  VACÍO ✶


El tiempo se detuvo, y lo que en un principio me pareció una simple caja rectangular, cobró sentido en mis memorias una vez que el candado se soltó de la tapa, cayendo sobre los tablones del escenario.

El sencillo baúl quedó tambaleándose, completamente abierto y dispersando un leve vapor que emergió de su interior. No tenía grabados de ningún tipo, convirtiéndose en el origen de que el sinnúmero de arañazos —sobre todo en el interior de la tapa—, se notaran a simple vista.

Ashton lo miraba casi sin pestañear. Y como nunca antes quise saber en qué pensaba. Ni si quiera pude hacerme una idea de cómo se sentía, sin embargo sus hombros estaban contraídos, tenía la mandíbula tensa y las manos mucho más blancas de lo normal, casi parecían temblarle. Tal vez era enojo, tal vez por asombro. No lo sabía. Tan solo esperaba que no estuviese rememorando ese imponente momento. Pero algo me decía que se le dificultaba salir del trance que la execrable sorpresa le había provocado.

Avancé hasta su lado y no pareció inmutarse, o eso es en lo que pensé hasta que pude tomarlo de la mano y me miró al instante. Me quedé muda, presenciando una condición que nunca me imaginé si quiera ver.

Fácilmente pude distinguir lo que pasaba: miedo, Ashton tenía miedo. Por primera vez lo vi reflejado en sus ojos. Y aunque duró muy poco, fue suficiente para apesadumbrar y reconcomer a cualquiera.

—Está bien. —Me sorprendió la seguridad que pude brindarle, cuando ni yo misma estaba segura de qué estaba sucediendo. Apretó mi mano, y mientras lanzaba un suspiro entrecortado su postura se iba relajando de a poco—. Está bien. —Volví a decir.

—Espantoso, ¿o no?

Y las sorpresas no parecían interesadas en ponerse un límite.

Tuve la impresión de que el mundo se detuvo. Podría haber reconocido esa voz a un kilómetro de distancia, no solo a los pocos metros que actualmente se encontraba de nosotros. Tampoco nos percatamos de cómo y cuándo llegó.

Mi reacción fue tardía, torpe y muy lenta. La idea de que solo hubiese sido mi imaginación me asaltaba la cabeza. Mi mano resbaló de la Ashton entretanto volteaba en compañía de un inconcebible ardor de garganta y un nudo en el estómago.

Me paré como un robot al haberse quedado sin baterías. Mis ojos recorrieron cada centímetro de su cuerpo, aún sin ser capaces de creer lo que estaban mirando. La impresión de verle pudo conmigo, conmocionándome de tal forma que solo pude gesticular:

—¿Thomas?

—No podría ser más... perfecto, al fin.

Me volví a hacia el escenario, esta vez de un solo brinco. Demoré en distinguir la figura sentada sobre la orilla del baúl, pero al notar las estrellas y rayas blancas, supe instantáneamente de quién se trataba.

El circo de Ashton #1 ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora