Señorita Cabello

Todo lo que quiero

"Eso sería cuatro dólares".

Lauren entregó el pago al cajero y tomó la bolsa de coles, entregándola a Esteban para que la llevara al automóvil. Miró a su alrededor para atrapar esa veta de morena brillando bajo la luz amplia que el sol compartía. Esa morena fue encontrada en medio de flores, pero Lauren estaba segura de haber pensado que Camila venció la belleza exhibida por las flores, permaneciendo sola en todo el encanto de un paraíso que solo una mujer puede poseer. 

No te dejaré caer, a menos que te enamores de mí. 

Y Lauren había dicho las palabras con toda honestidad. Ella lo había dicho en serio. Sin querer, su mano se posó en sus labios, labios que casi habían sido otorgados al sabor de Camila. 

Lauren casi se rió cuando Camila no pudo tomar los mensajes subyacentes de lo que le había dicho antes. Y en este momento, ver a Camila todos los días le hacía suplicar fervientemente al destino, a los cielos o a cualquier otro todopoderoso que estuviera arriba que le diera un solo ejemplo favorable que sus labios y corazones tuvieran que encontrarse, y para entonces Camila sabría, que Lauren sentía el movimiento del magma debajo de su piel, que progresó con tanta sinceridad y verdadero esfuerzo emocional. Estaba bordeando su corazón, ¿O ya había llegado al destino que había deseado conquistar? 

Lauren solo quería bromear con lo lejos que estaba al darse cuenta de lo que realmente sentía. Pero estaba claro para ella ahora, estaba claro que se estaba moviendo hacia Camila todo el tiempo, y Camila hacia ella. Aunque ninguna de las dos se había dado cuenta al principio, ambas se bañaron en su propia ignorancia, pero el universo las había sostenido a ambas como sus cometas, viajando en direcciones opuestas alrededor de un planeta, solo para colisionar al final de su largo viaje. Todo este tiempo viajaban la una hacia la otra. 

Una vez más, sin vergüenza, trajo su vista para instalarse en Camila, solo para encontrar a la morena desaparecida de la tienda. De puntillas, Lauren elevó su visión para buscarla, moviendo la cabeza de un lado a otro para encontrarla. Frustrada en los intentos de ver a la mujer, Lauren estaba a punto de vagar por el mercado. 

"¿Disculpe, señorita?" Lauren conocía esa voz demasiado bien. Sus labios se levantaron en una sonrisa casi automáticamente. Se giró para mirarla cuando sus siguientes palabras fueron atrapadas en su garganta. Ella miró a Camila. Era la misma cara, el mismo cuerpo que ella había conocido, pero ella estaba sosteniendo una taza de café y un jacinto púrpura. 

De repente, las olas de su pasado trajeron un lejano recuerdo a las costas de su mente. Era una mañana en un café en San Francisco cuando fue recibida con café y una flor después de que desvió su atención de su libro. El mismo café preparado, la misma flor.

La naturaleza del recuerdo estaba forzando al cuerpo de Lauren a temblar y su cara a calentarse. 

"¿Cómo?" Camila solo podía sonreír y mirar hacia abajo. 

"Después de que terminé las cosas con Mateo, encontré un trabajo en el café. Cuando lo besaste, supe que eras su esposa. La flor no arreglaba nada pero pensé que tal vez podía ser un buen comienzo." 

Y por un tiempo incontable, todo se presentó a una perspectiva nueva y diferente. Camila había estado luchando desde el principio, peleando incluso cuando la estaba lastimando, peleando incluso cuando no la conocía. 

"Eres tan gentil conmigo aún yo siendo tan venenosa". Lauren se estremeció, su visión comenzaba a nublarse debido a las lágrimas que amenazaban con salir en cualquier momento. 

"Eres demasiado amable."  

"Para ti. Siempre para ti". (Mis Yellow feels) 

Cuando Camila sostuvo su mano abierta hacia el lugar y la flor, ella la trató como si estuviera destinada a romperse al más mínimo toque. Esta nueva verdad era demasiado para asimilar en un mercado público.