Capítulo 18

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        Paul la guio por medio de los oscuros callejones de la ciudad. Habían bajado del tejado rápidamente y anduvieron en el auto del joven un largo rato, hasta estar a una distancia razonable del refugio. Ahora que Natasha iba más tranquila, pudo observar más el auto del guardián. No había notado que era tan limpio, casi ni parecía que fuera usado normalmente. Cuando le hizo ese comentario a Paul él le respondió que debía cuidarlo, después de todo trabajó varios años para poder comprarlo; Natasha quiso preguntar en qué había trabajado para conseguir esa cantidad de dinero, pero cuando iba a formular la pregunta el chico estacionó y le ordenó que se bajara.

        Desde entonces habían estado caminando en silencio, Paul parecía concentrado en algo que Natasha no comprendía. El chico caminaba mirando hacia todos lados, Natasha lo comparó con uno de esos felinos salvajes que había visto en la televisión: la manera en la que se movía, silenciosa y firme, le hacía parecer peligroso. Aunque claro, pensó la chica, Paul en realidad es peligroso.

—Están cerca —le dijo este de repente—. Debemos escondernos. Ven, quédate a mi lado.

        Natasha lo siguió, ambos caminaban de espaldas a la pared. La chica se sonrojó un poco cuando Paul le tomó la mano. Se sentía bien, aunque al mismo tiempo extraño.

—Míralo —le susurró el chico.

        Un rastreador, todo vestido de negro, estaba de pie debajo de un poste. Parecía confiado, como si la ciudad le perteneciera. Natasha le notó un abultamiento en su cintura, llevaba un arma; sin embargo, no actuaba como si estuviera en una persecución, parecía que tenía un tiempo libre.

—Es solo uno —dijo Natasha, recordando que Tara le dijo que siempre estaban en grupo.

—Mira más de cerca —le aconsejó Paul.

        La chica lo hizo, le costó unos momentos localizar a los otros, pero después de un tiempo fue capaz de percibirlos. Uno estaba detrás de él, escondido entre las sombras del callejón del frente; el otro se posaba despreocupado en el poste de una cuadra más adelante.

 —Entonces ¿cómo crees que deberíamos atacar? —le preguntó Paul.

—¿Salimos y los golpeamos? —dijo Natasha en un tono inseguro.

—Tienes tanto que aprender —le respondió el chico sonriendo—. Ven, lo haremos a mi manera.

        El chico salió del callejón, su mano sosteniendo aún la de Natasha, caminaron al frente del rastreador. Quien no les tomó importancia. La chica estaba sumamente nerviosa y sus manos comenzaron a temblar.

—Actúa natural —le ordenó Paul—. Los rastreadores duran alrededor de cinco minutos en detectar nuestras esencias. Y eso es cuando nos tienen como objetivo, para ellos en este momento no somos nada.

—¿Entonces debo actuar como si fuéramos una pareja cualquiera en una cita tonta?

—¿Acaso no somos una pareja cualquiera en una cita tonta? —le respondió el joven con una sonrisa pícara en el rostro.

—Sigue caminando —le dijo Natasha poniendo los ojos en blanco.

—O no —respondió el chico mientras ponía a Natasha contra la pared, muy cerca del rastreador.

—¿Qué haces? —le preguntó ella.

—Hacer que nos noten.

—¿Eso no es temerario?

—Sí, y es precisamente lo que lo hace entretenido.

        Y al terminar de decir eso el chico la besó. Fue un beso intenso, demasiado intenso para el gusto de Natasha, quien no pensó que se parecía a ninguno de los besos anteriores que le había dado Paul.

Peligro (la mentalista #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora