VIII

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Entonces su pequeño infante regresó, no era el mismo niño de mirada inocente y cabellos blancos, era oscuro, poderoso, corrompido.

Pero incluso en esa oscuridad, el joven le sonrió calidamente a su ama, lo había logrado, ahora él podía ser un arma, una herramienta útil para su madre.
Muy diferente a su anterior vida.
Esta vez será distinto, no sería golpeado, marcado o amenazado.
Será amado, amado incluso si es inútil, los mimos nunca faltaron, nunca careció de canciones de cuna o de una rápida lección de defensa ortodoxa.
Nunca, desde ese momento, le faltó madre.

El tiempo avanzó y se oían las carretas en el bullicio pueblo, en esas, un joven rubio buscó escape, buscó piedad, una oportunidad.

Alguna familia.

Alguien que parecía haber caído del cielo, sin temerle a nada, detuvo el latigazo.

Me pertences –declaró la palida mujer.

El joven no temió y la siguió, sin importarle los murmullos, sin importarle las malas lenguas o los gritos de sus anteriores maestros.

Entendió el poder y autoridad que se le atribuía a esa compasiva silueta, fuera de su belleza, fuera de su ración.

El primer hijo se volvió menor, el reciente era el mayor.
Extraño.
El hijo de la noche lo acepto, no muy conforme, pero cedió.
Su hermano era otro pilar, otro peón.

Un compañero guerrero para matar al león.

Su familia se volvió de tres, que ángel más dichoso pensaba ella.

Pero vinieron ellos.
Se llevarían a su hijo denuevo.
Abandonaría a otro.

La dejarían sola en la oscuridad.

AsfixiaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant