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Lapis se encontraba en la tienda de antigüedades atendiendo a un joven desaliñado que pretendía llevarse algunos discos vinilos a mitad de precio, según él, porque “les hacia un favor, que de todos modos ya nadie usa de esos”, nada que no pudiera atender por sí misma.

Ese día Perla se encontraba de viaje viendo algunos viejos artefactos que podían ser interesantes para la tienda, pero Lapis no necesitaba de la supervisión de esta para no ser estafada, ella sabía negociar muy bien, a su manera.

- Pues si ya nadie usa de esos, no veo razón para que quieras llevártelos ¿no? – Le dijo Lapis despreocupada.

- Lo que pasa es, soy amante de lo antiguo – Le dijo el chico muy seguro de sí mismo – Déjamelos ¿sí?  Y si quieres podemos escucharlos juntos uno de estos días, en casa tengo unos grandes parlantes conectados al tocadiscos, y un viejo vino añejo de 1740 ¿sabes? – Dijo guiñándole a Lapis – Las cosas antiguas pueden ser muy excitantes si les das la oportunidad.

Lapis estaba a punto de responder, cuando ambos escucharon una voz al otro lado de la tienda.

- Si eso piensas, conozco un asilo de ancianos a unas cuadras de aquí, las mujeres de ahí están sedientas de emoción, y vaya que rebosan antigüedad, excitante, ¿no? Deberías tratar ahí- Dijo Peridot altaneramente.

- Vine aquí, buscando antigüedades, no estatuillas de duendecillos chillones – Le respondió él, provocando una risa involuntaria por parte de Lapis, lo cual ganó una mirada desaprobatoria por parte de la rubia, haciendo a esta reaccionar.

- Como sea, señor, no se llevará ni un disco por debajo del precio en la etiqueta, así que, si no comprara nada, creo que lo mejor es que tome el consejo del “duendecillo chillón” y vaya a buscar “viejas” a otro lado  Dijo Lapis dejándole claro al cliente que no, no tenía la razón.

- ¡Oye! – Dijo la rubia ante el comentario que hizo Lapis.

- Como sea, yo me voy – Dijo el sujeto enojado, saliendo de allí.

- No creí que vinieras a la tienda solo a buscar pelea con todos los clientes que vienen, Peri – Dijo Lapis, una vez que el sujeto cerró la puerta de la tienda.

-  Oye, no es mi culpa que, en solo unas horas, cuatro sujetos ya hayan tratado de ligarte – Dijo la rubia un poco apenada - ¡Y no vuelvas a llamarme “duendecillo chillón!!

- Ya, ya, deja de chillar Peri – Dijo burlándose la peli-azul, provocando que la rubia cruzara los brazos un poco molesta – Eres tan tierna cuando te pones celosa, en serio debes quererme mucho jajaja.

- ¡No es eso!! – Se apresuró a responder – Solo no me gusta que traten de molestarte, solo yo puedo hacer eso.

- ¿Me quieres solo para ti, Peri-celosa?

- Yo, no… - Dijo insegura, para después darse la vuelta para no ver aquellos lagos azules que le hacían ahogarse, y bajar su voz – Solo no te rías ¿sí?
No se esperaba aquellos brazos rodeando su cuerpo y el mentón de la peli-azul apoyado en su hombro, y se esperaba todavía menos tener que sentir un pequeño temblor al sentir la respiración de Lapis tan cerca de sus orejas.

- Sabes que yo también te quiero, tonta – Dijo la peli-azul haciendo a la otra sonreír deseando que aquel calor matizado de un atardecer, durara más de lo que era posible.

Últimamente esta era una escena recurrente en sus vidas, desde aquel día en que Lapis había aparecido de improviso en el apartamento de Peridot, haciendo que esta gritara un par de cosas, para ser callada por el abrazo de la otra, y para que, por fin después de varios días malos, pudieran hacer las paces y por fin sonreír al sentir los sentimientos de la otra correspondidos. Unos días después ya se hallaban juntas riendo como habiendo olvidado lo sucedido, y a pesar de la felicidad de saberse queridas, aun como tan solo amigas;
simplemente no se habían puesto a hablar de aquello, les bastaba con esa sensación de “estos son los buenos tiempos” que les rodeaba cuando tenían a la otra cerca.

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“¡Que mierdas haces aquí, Lazuli?!! – Grito Peridot al darse cuenta que esta acababa de irrumpir en su apartamento, después de días sin saber de ella.

- Peridot, yo solo quiero hablar, Perla vino a decirme lo que paso y…

- ¡Esa tonta! Le dije que no metiera las narices donde no debía, ¡Se lo dije a Perla, y te lo digo a ti también!! Ya no me importa, nada de esto importa, tu y yo no tenemos que hablar así que
mejor vete.

- Peridot, por favor escúchame, yo he sido una tonta y…

- ¡¡Vete!! No quiero escucharte, solo déjame… - Lagrimas empezaban a escapar de sus ojos.

- Peridot discúlpame, no puedo solo dejarte – Dijo Lapis abrazándola – Te quiero demasiado como para solo dejarte ir… sé que te dejé en el peor momento posible, pero créeme que lo
hice porque de verdad te quiero, no he sabido bien cómo manejar esto, no quiero dejarte, no quiero – Ambas lloraban ahora y se sostenían fuertemente a la otra como esperando que ese abrazo volviera a juntarlas como antes.

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Muchas cosas se perdonaron ese día. Y ya habían pasado 2 semanas desde entonces.

Ya de vuelta en casa, Lapis decidió entrar a la cocina para preparar algo para cocinar, no era la gran cocinera, pero al menos se defendía, y definitivamente quería cocinar algo para aquella rubia, le gustaba verla feliz cuando probaba sus platos y aseguraba “Lapis, es la mejor comida
que he probado en mi jodida vida”, incluso cuando había uno o dos partes ligeramente quemadas.

Mientras Peridot, por fin había logrado empezar con aquel libro que tanto esfuerzo le costaba, y ya avanzando algunos capítulos, se dignaba a asegurar “será una maldita obra maestra, Lapis, ¿escuchas? Una maldita obra maestra”, llena de orgullo, ese día no era la excepción, y además acababa de ocurrírsele unas buenas ideas para la trama, las cuales decidió grabar en aquella vieja grabadora que siempre llevaba consigo, era mejor así, a menudo era muy olvidadiza.

Lo hizo en un costado de su habitación, muy escondida, muy cuidadosamente, no se arriesgaría a que pasara lo mismo de ayer. Lapis estaba a punto de escuchar las grabaciones, y la rubia tuvo que quitarle la grabadora desesperadamente, le dijo que quizás le dejaría escucharla algún dia, pero no ahora, la peli-azul no tuvo problema con aquello. Había dos razones para esto: No quería que nadie supiera detalles del libro que escribía hasta acabarlo, y definitivamente la vergüenza se la tragaría si Lapis descubriera que la mayoría de grabaciones allí, eran sobre los pensamientos de la rubia respecto a la peli-azul, los cuales mostraban a Peridot demasiado cursi, demasiado enamorada.

Cuidame ~ LapidotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora