3.

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Era quizá más allá de media noche, donde se suponía que debía estar durmiendo, donde se suponía que debía estar dentro de casa bajo las cobijas abrazado en un cómodo calor, sin embargo, estaba en su jardín, acostado boca arriba sobre el húmedo césped que le ocasionaba frío por toda su espalda.

Podría ser una cómoda escena de descanso al final del día, donde mira a las estrellas tras sentir que todo lo que ha hecho es lo correcto, donde él solo disfruta del momento después de tanto tiempo, pero siendo él Do KyungSoo, le es casi imposible no pensar absolutamente en nada, no pensar siquiera en alguien.

Y por ser Do KyungSoo, se maldice eternamente.

Habían pasado ya tres días desde el accidente en su trabajo, tres días en los que vio a un Oh SeHun preocupado y a un Kim JongIn agobiado. Solo eran pequeños días en los que esperaba que una mirada le fuera recibida a lo largo de su estadía en la escuela, sin embargo, nada de lo deseado paso, ni por mucho que lo rogara.

Ni una mirada, ni un pequeño seguimiento; solo cabezas bajas e ignorancia rotunda.

« ¿Ésto es sentirse rechazado? »

Durante toda la vida, KyungSoo había sentido que el ser alejado de las personas era normal, pues creía que no a todos les podía agradar en su totalidad; sabía que no podía congeniar con todos siendo él mismo, ya que no todos deseaban tener a un pequeño niño callado a su costado. Y se había acostumbrado a esto, estaba lo bastante cómodo siendo él y solo él apartado de todos, sin embargo había llegado el momento, donde ahora reflexionaba y se arrepentía.

Tener a Kim JongIn de seguidor, no estaba totalmente mal en realidad, incluso le llegó a alegrar en ocasiones el saber que había alguien a su alrededor siempre miradole con cariño, pero sin importar que, al final del día siempre le terminaba aterrando, le aterraba demasiado que hubiera alguien al que realmente le importará.

« ¿Y si se aburre de mi? » Fue su primera cuestión al mirarle con detenimiento cuando este le observaba uno de los tantos días en la biblioteca. Tan guapo, elegante y totalmente servicial, KyungSoo no pudo evitar el temer su rechazado, el temer su olvido. Fue ahí cuando temió, cuando se horrorizó y dio el golpe con su libreta en la mesa para salir huyendo de ese lugar molesto consigo mismo.

Le empezó a odiar, empezó a odiar a Kim JongIn, sin razón aparente lo hizo, aborreciendolo totalmente cada vez que este le dirigía una mínima mirada de cariño o le saludaba siquiera. Lo odiaba, lo despreciaba tanto solo por temer el ser olvidado, solo por temer que algún día sería nadie en la espectacular vida de Kim JongIn.

Pero ahora, él no odiaba a Kim JongIn en realidad, ahora él simplemente se odiaba como odiaba toda la existencia ajena, con fuerza y brutalidad, llevando sus manos al rostro propio cubriendo su derrota ante el cielo oscuro con firmeza. Y gime, de dolor y tristeza, estando en la culmine de la desesperación y el enojo mismo. Un grito hueco sale bajo sus palmas apoyadas en su boca, uno ahogado que termina por devastarlo.

« ¡Estúpido! »

No es hasta que separa las manos de su rostro cuando realmente nota lo débil que es, lo cobarde que llega a ser solo por proteger su pequeño corazón inexperto; es ahí, cuando el frío viento choca contra su rostro que se da cuenta que las lágrimas escurren por el costado del mismo, picando sus mejillas tras secarse sobre estas al tacto del aire helado.

Llora, sin un fin aparente solo busca la liberación en sus fluidos, busca una pequeña estabilidad mientras una encantadora sonrisa se crea al cerrar los ojos, cree que una encantadora mirada le recorre con cariño, porque recuerda como era que JongIn le miraba todas las mañanas, porque recuerda perfectamente la primera vez que le sonrió con calma y justo aparecen sus manos sobre su cuerpo, tratando de ayudarlo a levantarse, porque ha caído, ha caído en el ridículo sentimiento negado al menor.

Su móvil vibra, su móvil suena aun costado de sus caderas, iluminando el oscuro cielo nocturno, donde todo se vuelve pesado.

Guarda silencio, evitando soltar esos gemidos dolorosos tras el llanto de su corazón roto. Suspira, con fuerza tras ver aquél nombre en la pantalla de llamadas entrantes.

¿Do KyungSoo?

Es Byun BaekHyun, es el mismo chico que solo le pedía las tareas, el que ni siquiera le llamaba por su nombre, el que sólo iba a comer a su casa porque su madre era amiga de la del contrarío. Es el más cercano a un amigo. Es su único amigo.

— Baek-BaekHyun.— murmura llamando al mayor, en un ahogado sonido que el mismo en la línea contraria no pasa por desapercibido.

KyungSoo no tiene palabras en realidad, la sorpresa de una llamada ni siquiera le golpea, menos cuando el reloj marca la una de la madrugada, menos cuando su corazón golpea contra su pecho tras recordar al decaído Kim JongIn en el pequeño pateo de su trabajo tras ser básicamente alejado de su vida para siempre. Y trata de concentrarse en la voz de Byun al otro lado de la línea, sin embargo no puede, porque ni siquiera le esperaba ni siquiera sabía que aún le recordaba.

La realidad parece distorsionarse.

¿Estás llorando?— pregunta BaekHyun, sonando preocupado tras escuchar el sorber del menor.— Sé que ha pasado tiempo y es muy malo de mi parte llamar así como así, pero... ¿Quieres contarme?

Suena sincero, suena tan veraz que incluso quiere llorar más, porque ni siquiera su madre le es honesta en realidad, porque nadie está con él porque realmente quieran y Byun llega, dándole paso a una pequeña amistad olvidada, dándole ese cálido confort que necesita.

Se hace bolita en el césped, dejando su móvil aun costado sobre la hierba fría antes de soltar un quejido de dolor. Es patético, pero eso es lo que siempre ha sido al negar a JongIn, un estúpido chico que se hace del rogar porque Kim JongIn es mucho para él.

— No sé que he hecho... Simplemente le dije no.

Una Cita. [kaisoo] Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ