Capítulo 2

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Para la mayoría de las mujeres gerudo, el despertar de este poder inmenso en las inmediaciones del castillo de Ganondorf pasó completamente desapercibido. Dentro de la fortaleza, estaban demasiado ocupadas corriendo de un lado a otro llevando alimentos, vigilando los estrechísimos pasillos y cuidando a los prisioneros, cautivos en habitaciones sin ventanas. Sin embargo, hubo una sola mujer que sí se percató de ello, aunque no sabía exactamente lo que esa sensación significaba. La sintió como una luz poderosa que iluminaba su corazón y la llenaba de determinación y paz, pero que apenas duró un par de instantes para luego desvanecerse en el viento corrosivo del desierto. No obstante, Nabooru desconocía que este despertar inesperado sería la preocupación del Rey de Hyrule durante los siguientes meses. Sentada al pie de una de las escasas ventanas de la fortaleza de piedra, afilaba su espada curva con una roca áspera. Mientras lo hacía, admiraba su reflejo en la reluciente hoja plateada, reflexionando acerca de que si lo que hacía era o no lo correcto. Jamás había estado del todo de acuerdo con las ideas del líder masculino de las ladronas del desierto, pues eran radicales y sanguinarias, pero hasta el momento no había tenido más opción que obedecerlas, pues también velaba por el bienestar de su gente y el castigo por la traición era la muerte.

Al cabo de un rato, se escuchó un revuelo fuera de la imponente estructura, que al parecer era causada por la llegada de alguien. La joven líder no le tomó al principio demasiada importancia, y se limitó a escuchar lo que las guardias decían sin asomarse por la ventana hacia el exterior.

-Tengo un mensaje para la señorita Nabooru- declaró una voz masculina, ronca y cortante.

-Vaya, pero si es Sheik- respondió una voz femenina.

-¿A qué se debe tu visita?- respondió una voz diferente

-¿Al fin te decidiste a darnos una hija?-

-Vengo con órdenes directas del amo Ganondorf. Exijo ver a la señorita Nabooru ahora- respondió Sheik con voz firme.

-Qué pesado. Deberías ser más cortés, pues es nuestra líder a la que te refieres-

-Sí, si aún estás con vida es por la gran benevolencia que nuestro rey ha mostrado para contigo-

-Quienes parecen no tener cortesía alguna son ustedes- declaró Sheik

-¿Qué dijiste?-

En ese momento Nabooru se levantó y asomó la cabeza por la ventana.

-¡Alto!- ordenó a sus guardias, quienes ya estaban a punto de lanzarse contra Sheik armadas con lanzas -¿Así tratan a uno de nuestros aliados? Déjenlo pasar- desapareció y bajó por los pasillos hasta la habitación principal de la fortaleza, iluminada por la luz de las antorchas que estaban colgadas en las paredes.

-Déjenlos solos- ordenó una vez más, y acto seguido las dos guardias que escoltaban al joven sheikah se retiraron.

En una pequeña mesa que se había preparado de forma improvisada había una jarra de barro, dos pequeños recipientes para beber y una pieza de pan. La líder de las gerudo le hizo un gesto con la mano a su invitado para que se sentase en el piso, donde había dispuesto un cojín de tela fina. El joven se sentó ceremoniosamente con ambas piernas cruzadas.

-¿Qué es lo que has venido a decirme Sheik?- preguntó Nabooru con seriedad.

-Nuestro rey ha mandado una orden directa. Quiere que vigile la pradera de Hyrule las 24 horas del día- declaró el joven sirviente extendiéndole a la gerudo una carta firmada por el rey en persona sin reparar en el agua que se le ofrecía. Era rara la ocasión, pensó Nabooru, que Sheik descubría su rostro.

-Quiere mujeres gerudo a caballo registrando a toda persona que cruce los campos de Hyrule- dijo mientras Nabooru pasaba la mirada por el papel que se le había entregado

-Suena como si estuviésemos buscando a alguien-

-En efecto. Estamos buscando a alguien-

-¿De quién se trata?-

- El Héroe del tiempo- la joven líder contuvo aire como un gesto de sorpresa.

-¿Es real? Pensé que sólo era una leyenda-

-No lo es. Es real, y ha despertado ya-

-Entonces supongo que de encontrarlo...-

-Hay que asesinarlo- declaró Sheik con suma seriedad.

-¿Al menos tienes alguna idea de cómo luce? ¿Qué estamos buscando exactamente?-

-No sabría decirle cómo luce, pues jamás lo he visto, pero lo que sí puedo decir con certeza es que debe de llevar una espada distinta a cualquier otra que hayas visto alguna vez. Es una espada que repele el mal. Ninguna persona con un corazón impuro puede tocarla-

-¿Es decir que...?-

-Si tocas su espada, le quemará como si tocara metal al rojo vivo- los ojos del joven adquirían una bella tonalidad anaranjada cuando la luz de las antorchas los iluminaba, dándole una apariencia muy severa.

-Ya entiendo. Pero pudiste haberme dado más información, es decir, ni siquiera sabemos cómo luce- declaró Nabooru, extrañada de que la información del joven sheikah estuviese inconclusa, pues si había alguien que pudiera averiguar cualquier cosa, sin duda era él.

-Me disculpo por ello honorable líder. Es todo lo que sé por ahora - concluyó.

-Bien. En ese caso, ahora es mi turno de hablar-

La declaración de la ladrona aturdió al joven servidor, dejándolo a la expectativa.

-Te agradeceré que no armes una pelea cada vez que vienes al desierto, pues solo consigues ganarte la desconfianza de mis hermanas- Hubo una pequeña pausa donde el joven sólo asintió con la cabeza, con ciertos signos de molestia e indiferencia.

-También os pido una disculpa, pues no es común que haya un hombre con tu porte dentro de la fortaleza- esta última declaración molestó notoriamente al sheikah.

-Disculpa aceptada. Por el momento he de retirarme, pues tengo otros asuntos que atender. Le agradezco enormemente por el tiempo que me ha otorgado- dijo Sheik al tiempo que inclinaba la cabeza ligeramente a manera de reverencia. Se dio la media vuelta y se dirigió hacia la salida. Nabooru lo siguió, y cuando estaba a punto de salir del perímetro de la fortaleza notó que iba a pie, cuando había arribado al lugar montado en un caballo.

-¡Hey ojos rojos! ¿No se te olvida algo?- preguntó irónica.

-No lo necesito a donde voy- gritó Sheik, y al segundo siguiente desapareció en un parpadeo lanzando una Deku Nut al suelo.

La ladrona y el héroeWhere stories live. Discover now