12.2- La declaración de Eliza

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[Parte 2

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[Parte 2. Alexander]

Alexander mentiría si dijera que no había notado la manera en la que Eliza lo veía cuando creía que él no se daba cuenta; y le asustaba tener que pensar que esos ojos negros estuvieran enamorados de él. Porque estaba seguro de que le iba a romper el corazón.

Y no estaba preparado para perder a una amiga. Quizá nunca lo estaría.

Por eso entró en pánico cuando Eliza le pidió verlo al anochecer en la arena de la playa. Nunca había sido mucho de chicas.

—Oye, John —le dijo a su mejor amigo.

Los dos estaban en su cuarto mientras veían la televisión, hace poco habían bajado todos juntos al restaurante del hotel a cenar.

Querían aprovechar la última noche en el hotel.

Mañana tendrían que regresar a sus trabajos en sus aburridas vidas según Hércules.

—Mande —respondió el pecoso desviando la mirada de la pantalla para ver a moreno.

—Tengo que salir un rato. No tardo —le dijo sonriendo.

Antes de que el menor pudiera soltar otra palabra, Hamilton ya estaba fuera de la habitación.

Apenas iban a dar las 10 de la noche, pero la luna ya estaba en su máximo esplendor.

Apenas puso un pie descalzo en la arena alcanzó a ver a Eliza cerca de las olas del mar. A pesar de la luna, la marea estaba muy baja.

—Buenas noches, Eliza —le dijo llegando a su lado.

—Hola, Alex —sonrió la chica.

—Yo... eh, bueno... ¿qué necesitabas? —le preguntó nervioso evitando a toda costa el contacto visual.

Eliza no estaba mejor que Alexander. Sus manos temblaban y forzaba su voz para que no saliera entrecortada por su nerviosismo.

—Te tengo que decir algo.

Por favor, no lo hagas.
Rogaba Hamilton en sus adentros.

—Dime.

—Me gustas —soltó sin más. Sin comodines y sin cuentos, directo al punto.

Alexander sintió como un golpe en su pecho.

Oh, no.

—Eliza —comenzó a buscar las palabras apropiadas—, la verdad es que yo...

—Lo sé —le cortó la menor con lágrimas en sus ojos y una sonrisa triste.

Alexander se confundió.

—¿Qué?

—Lo sé, Alex. Te he visto —comenzó riendo tristemente—. Te miras triste cuando piensas que él no puede verte.

Sintió como su corazón se estrujó un poco, pero escucho el desgarro del corazón de ella.

—Lo lamento mucho —dijo Alexander.

Acababa de romperle el corazón a Elizabeth Schuyler. Y se sentía mal porque en realidad no se lo lamentaba tanto.

Alxander sabía la verdad; y esta era que Eliza merecía a alguien mejor.

Merecía a alguien que la amara como ella amaba a Hamilton.

Porque Alexander Hamilton ya tenía a alguien más en su corazón, y era John Laurens.

—Yo lo siento más —respondió ella.

—¿Por qué? —preguntó.

—Por esto —Eliza se dio impulso y besó a Alexander. Un pequeño roce de labios que no duró mucho, pero que estaba cargado de sentimientos de su parte —. Es la despedida, Alex.

Hamilton se había quedado sin habla.

—Las chicas no son lo mío —respondió.

—Lo sé —rio Eliza.

Cuando regresó a la habitación se notaba triste. Vio a Laurens, estaba sentado en el piso hecho un ovillo.

—¿Por qué lloras, John?

—¿Por qué lloras, John?

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