Visita inesperada

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—No es un asunto de querer o no, mi niña, son reglas que cumplir.

—¿Qué más da si lo reveláis ahora o en dos semanas? Va a ser lo mismo: me cabrearé y lloraré de rabia.

—Trata de tener paciencia —sugirió mientras parpadeaba—. Es lo único que puedo decirte.

—Mira a Castiel, parece que está tratando de protegerme de alguien —espetó Shayza, gimiendo, y apuntó hacia la nada—. Después habláis en murmullos, así que no me pidáis que tenga paciencia. —Colocó ambas manos en sus sientes y cerró los ojos—. Joder, papá. Esto pudo haberse evitado con decírmelo antes o al terminar la universidad.

En la ventana tras ella apareció una figura con el rostro cubierto por una capucha, haciendo que Aitor retomara su compostura y su rostro se endureciera. Shayza no fue capaz de notarlo, solo sintió una corriente que la estremeció al oír que Castiel regresaba. Este entró a la habitación y cerró las cortinas, dejándolos solo con la luz del interior. Esto llamó la atención de la joven y se giró para comprender el porqué su protector actuaba así. La luz parpadeó igual que el reloj de cada electrodoméstico; sin embargo, Shayza nada más se percató de la luz sobre su cabeza.

—¿No lo he dicho? —expresó ella—. Todos sois ra...

Castiel le cubrió la boca.

Shayza puso mala cara ante su atrevimiento. Cuando trató de apartarse, él la aprisionó contra su cuerpo. Ella se sacudió para librarse, pero sentía que él era una gran anaconda que la enrollaba.

Aitor se quedó inmóvil en su lugar, atento a cualquier ruido. Shayza quiso ver qué demonios había allí como para que ellos tuvieran tal actitud. Al no poder hacer nada, relajó su cuerpo, desganada y poniendo los ojos en blanco. Esperó y esperó, aunque no parecía que algo fuera a cambiar.

De pronto la puerta principal se abrió, y varias pisadas hicieron crujir el suelo de madera.

—Siempre tengo que limpiar vuestras cagadas. De verdad que sois descuidados —avisó un hombre con acento americano. El dueño de aquella voz dejó ver su larga melena rubia y ojos oscuros—. ¿Esa es la hija del jefe?

Todos se quedaron viendo al chico, hasta que Shayza consiguió librarse y empujó a Castiel. Entre los tres hombres y de espaldas contra la estufa, dijo:

—¡¿Qué coño os pasa?! ¿Y quién es este tío?

El americano sacó un cigarrillo del bolsillo interior de su chaqueta y lo encendió, restándole importancia a que hablara sobre él.

—Es Eliot, señorita —respondió Castiel, y la obligó a sentarse.

—Imagino que si no hubiera aparecido... de improvisto, vosotros no me habríais dicho nada —reprochó Shayza, e intercambió miradas con Castiel y su padre adoptivo—. Vosotros estáis...

—¿Dementes? —completó Eliot, y exhaló el humo por la nariz.

—No consumas esa porquería aquí —pidió Castiel.

—¿Por qué? Para vosotros esto no es nada. —Eliot salió de allí, mientras Shayza se dirigió a Castiel.

—¿Qué dice? —inquirió ella, pero igual que siempre, no recibió respuesta al instante, y llegó a la conclusión de que se vería forzada a buscar las respuestas por sí sola.

«Algo tiene que haber en la cabaña. Algo que me diga qué demonios esconden estos capullos», se dijo.

—Es hora de irnos —avisó Castiel, y capturó la atención de Aitor y Shayza.

—De vuelta a la cabaña de los secretos —refunfuñó ella, y tomó al gato.

Eliot observó cómo ella salía de la casa sin hacer algo para impedirlo, esto provocó que Castiel lo mirara de mala manera antes de ir tras la joven.

Sangre maldita 1Where stories live. Discover now