Tierra

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Vivimos escondidos en el sótano de un edificio antiguo reformado recientemente. Mientras subimos con el ascensor me dedico a observar a mis compañeros y repaso mentalmente todo lo que sé de ellos.

Kayla. Diecinueve años. Alta, esbelta y morena. Vivía con su padre, que murió a manos de los idos.

Zeck. Veintiuno. Bajito, fuerte y pelo azul. Trabajaba en una tienda de tintes. Tenia una hermana pequeña, de siete, a su cargo. Ni la niña ni la tienda existen ya.

Kael. Diecisiete. Pelo negro, alto y fibrado. No sé nada de su vida anterior, y él no parece dispuesto a compartirlo.

Y, por último, Gyoto. Veinte. Pelirroja, alta y con pecas. Le dió un golpe de calor y no pudo asistir al examen. Toda su familia se salvó. Ahora está sola. Como todos.

Eso significa que soy la pequeña.

Genial.

Llegamos al primer piso. Afuera, la noche lo engulle todo. Al cruzar el umbral, me paso la mano por la cadera, donde llevo la pistola. 

El aire huele a muerto.

Al cerrar los ojos veo a mis hermanos. Veo a Nora y a Marc echados en la acera, uno con los pies sobre la cabeza del otro, sin expresión. Tan pequeños... Con una mancha roja en la mejilla.

Y les recuerdo jugando, riendo, pidiéndome que les leyera otro cuento más. Sólo otro más.

Abro los ojos y los vuelvo a cerrar.

Ahora veo a Joseph. Lo veo junto a mí, mirando los cadáveres de nuestros hermanos, pálido. Me oigo gritarle que corra, que corra tan lejos cómo pueda y después se esconda, porque vienen los idos. Me oigo decirle que estaré bien, que estaremos bien. Que iré a buscarle en cuanto pueda. Me oigo decirle todo eso y me odio por esas mentiras. No me es difícil imaginármelo muerto, en algún rincón perdido. Pero cuando estoy a punto de derrumbarme, veo su sonrisa, y me niego a creer en su muerte. Aprieto más los ojos, y aunque lo intento evitar, una lágrima resbala por mi mejilla.

-Henna, vamos, es por aquí.- Es Zeck. Parpadeo y le sigo al aire cálido de la noche.

-Dónde vamos?-Pregunto. 

-A por comida- Responde Gyoto.

-Probaremos con un supermercado que había aquí cerca.- Añade Kayla.

Durante cinco minutos, nadie habla. Nos limitamos a caminar, atentos a cualquier movimiento.

Algo me cae encima y suelto un grito. Es algo grande y pesado. Sacudo la cabeza y cae al suelo. Un pájaro. Aunque al principio lo parece, al rodearlo todos vemos que no está muerto. Agoniza. Nos quedamos parados todos un instante, hasta que Kael rompe el círculo y recoje el pájaro con una delicadeza sorprendente. Le rodea el cuello con las manos y, en un gesto brusco, el pájaro muere. Lo deja en el suelo, donde estaba, se gira sin decir nada y sigue andando. Lentamente, uno a uno, le seguimos.


Las luces de neón del supermercado zumban y parpadean y le dan un aire lúgubre al lugar.

Entramos.

- Tendremos que darnos prisa, falta poco para el alba.- Avisa Zeck.

-Qué hora es?- Pregunta Gyoto.

-No lo sé.- Contesta él- Todos los relojes se han vuelto locos, porque funcionan por imantación terrestre, y ahora el sol es un imán mucho más potente que la tierra. Me guío por el calor y la claridad.

-Bién.-Dice Kayla.- Nos dividiremos. Se dirige a la cadena de carritos y dispara a las cadenas que los unen.- Cogeremos cuatro, Gyoto irá conmigo. Coged todo lo que podáis que no esté podrido. Si os metéis en problemas, gritad. Si no podéis gritar, disparad tres veces. Nos vemos aquí.

Me adentro en un pasadizo de comestibles. Cojo cinco paquetes de arroz, tres de espaguetis, cuatro de macarrones y seis de otras pastas diversas como fideos o letras. Encuentro una estantería llena de botellas. Agarro siete de agua y las meto en el carrito. Están calientes. Cojo una de vino para desinfectar heridas. Giro a la derecha y me encuentro en un pasadizo de dulces. Reviso las cajas de chuches. Están recalentadas, pero bien. Cojo tres bolsas llenas hasta el tope y tres más llenas de frutos secos como pipas, kikos o cacahuetes. Van bien para recobrar energía. A mi lado tengo las cajas de cereales de desayuno. Añado cinco al ya lleno carrito, y continúo andando. Encuentro otro pasadizo con productos farmacéuticos. Esto vendrá bien. Cojo cuatro paquetes de compresas, y, para acabar de llenar, Agrego cinco desodorantes de espray y dos pastillas grandes de jabón. Cojo gasas esterilizadas, tiritas, y unas tijeras, y me lo guardo en la riñonera que  me sirve para aguantar la pistola. Cuando voy a coger alcohol de farmacia, veo que no queda. Debe de haber-lo cogido Zeck, pienso. Entonces me doy cuenta. Este es el pasadizo de Zeck. Lo recorro hasta el final y encuentro su carro volcado, con apenas un par de cosas dentro. Saco la pistola. Voy al pasadizo de Kael. Ni rastro de él. Al caminar unos pasos distingo su carro también, de pie y medio lleno, como si acabara de alejarse para traer más comida.

-Kael?- Susurro. Mi voz resuena y sólo el eco me responde.

Giro la esquina y identifico a éste cómo el pasadizo de Kayla y Gyoto. El esqueleto metálico de su carrito, volcado y vacío, se distingue al fondo. Siento cómo el miedo se desliza y sube por mis piernas hasta mi garganta cual agua helada, obligándome a soltar un sonido a medio camino entre gruñido y sollozo. Mis manos sudadas agarran con más fuerza mi carro y me pongo en movimiento.

Voy a buscar a mis compañeros.

Voy a buscar a mis amigos.

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⏰ Last updated: Jun 11, 2018 ⏰

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