Incorregible Desuso

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Entonces ese demonio era de aquellos que le pertenecían exclusivamente a Damien. Si, era suyo, pero su esperanza le hizo creer que solo de forma indiferente y platónica. Damien estaba obsesionado con las almas, con poseerlas. El alma de ese demonio era suya, por ende. Pero no su cuerpo ¿Verdad? Aunque cada vez que lo dejaba, podía pasar días en el Infierno, con un harem y para Pip apenas habrían pasado unos minutos. Por eso no le gustaba estar solo. Lo necesitaba. Lo había vuelto dependiente y él no había luchado.

Una mirada de desprecio inundó la expresión de Damien y él bajo la mirada. Los dedos del hombre tocaron sus alas, rasgó sus plumas sin lastimarlo, pero pudo sentirlas caer sobre su espalda. Esas alas blancas eran el signo absoluto de que Damien podía encadenarlo a su cama, agotarlo de infinitas maneras, pero que su alma le pertenecía a Dios.

Satán había sido un ángel. Damien insistía en que él podía hacer lo mismo, que podría corromper su alma hasta que fuese abandonado por Dios. Pero él no podía. Pip era un mensajero de Dios, formaba parte de los ángeles bajo el mandato del arcángel Gabriel. En su rol, era muy difícil revelarse, destruirse y corromperse. Como un ángel, el mensaje de Dios vivía mientras él existiese. Y eso ponía en conflicto a Damien. Lo enojaba.

El príncipe del Infierno lo jaló para que se sentara a su costado, los dedos de Damien acariciaron su cuerpo desnudo, pero dejó de mirarlo. Furioso. Resentido. Porque Damien odiaba perder, había crecido para demostrar su fuerza y no dejarse empujar por los arrebatos de su padre. Los ojos de Pip se clavaron en el televisor, en el reportaje que estaban haciendo sobre la religión que veía a ese demonio como un Dios. La mujer en el televisor explicaba sobre la libertad y el amor, lo hacía con una sonrisa ladeada y el mentón en alto. Esa era una mujer joven y orgullosa, hermana del líder religioso de ese movimiento. Damien la miraba con intriga, codiciándola.

Entonces, Tricia Tucker no había entregado su alma al demonio rubio. Por ende, su alma no le pertenecía a Damien. Y eso parecía intrigarlo. Pio había aprendido a leerlo. Porque cada vez que meditaba algo lo tocaba de forma diferente, enredaba los dedos entre las esposas doradas que se cerraban en sus muñecas o tobillos como si eso lo relajara. Esos eran los símbolos de que Pip le pertenecía y el mundo debía saberlo. Esas esposas hacían que no huyese ni luchase contra su Señor. Pip se estremeció cuando sintió al hombre acariciar con sus garras oscuras el cerrojo de una de las esposas. La ansiedad se disparó, porque esa sería la peor tortura y Damien a veces se divertía con ello. Sin las esposas, sería presa de su instinto angelical, buscaría huir y su deseo por estar junto a Damien se veía anulado, haciéndolo entrar en pánico. Porque esa era la verdad, Pip quería estar cerca de él y por culpa de su cuerpo angelical temía tenerlo cerca. Al no ser un ángel guerrero, lo único que lograba frente a una presencia infernal era apartarse del depredador. Por eso Damien lo había vuelto adicto a su cercanía aun en contra de su instinto y lo había drogado con cada ápice que tuviese para que dependiese de él o de su forma de tratarlo. No podía descansar sin los dedos de Damien sobre él, no podía estar satisfecho a menos que fuese marcado y recorrido, llenado y agotado. No podía estar en paz y calma sin sentir que había satisfecho a Damien. Por ello, la idea de perder las esposas doradas lo aterraba y lo estremecía. En una ocasión Damien lo había encerrado en una habitación liberándolo de estas y lo había abandonado ahí por lo que le hizo sentir como años. El príncipe del Infierno había creído que de esa manera podría romperlo y contaminarlo. Pip había deseado que así fuese, se había intentado arrancarse las alas en un desesperado intento de sentir algo que no fuese ansiedad y miedo. Pero no ocurrió nada. Su cuerpo se había colapsado por la necesidad de tener a su Señor y su instinto lo había vuelto psicótico ante la mera idea de que un ser infernal lo tocase. En ese encierro había imaginado el tacto de su Señor y su cuerpo había reaccionado con náuseas y miedo. Casi se había vuelto loco. Pero no se había corrompido y Dios no le dio la espalda. Damien solo interrumpió en la habitación, lo volvió a esposar y poseyó todo de él con violencia.

Inconciliable Destino «South Park» [Creek]Kde žijí příběhy. Začni objevovat